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Pablo Molina

El Triunvirato Vertical

Este mismo gobierno que ahora suplica al Triunvirato su plácet para hacer las reformas que exige imperiosamente nuestro esclerótico sistema laboral, nos subió los impuestos de manera fulminante y a mí nadie me consultó al respecto.

Cuando fui a votar el pasado 20 de noviembre no encontré en el colegio electoral ninguna papeleta de la CEOE, la UGT o CCOO. De hecho creo que ninguna de estas tres corporaciones privadas se presentó a las elecciones generales, al menos en mi circunscripción, aunque después de ver cómo el gobierno salido de las urnas se somete a sus designios ya no estoy tan seguro de haber buscado bien.

Existe un malentendido que todos los gobiernos aceptan, según el cual la regulación del trabajo ha de hacerse de acuerdo con los dos sindicatos autotitulados mayoritarios y los representantes corporativos del entramado empresarial. Al tratarse de cuestiones que afectan directamente a los que dicen representar, los distintos gobiernos prefieren que sean ellos los que determinen la forma en que se van a regular las condiciones laborales. Si hay acuerdo, el ministro del ramo acude a hacerse la foto para la prensa y todos vuelven a sus sedes hasta la reforma siguiente. Si no llegan a un entendimiento el gobierno concede un nuevo plazo y el ministro declara a los medios que el diálogo social avanza con paso firme a pesar de las dificultades.

"Es mejor que las reformas se adopten de forma dialogada", dicen para justificar su evidente inacción. Sin embargo, este mismo gobierno que ahora suplica al Triunvirato su plácet para hacer las reformas que exige imperiosamente nuestro esclerótico sistema laboral, nos subió los impuestos de manera fulminante y a mí nadie me consultó al respecto, a pesar de ser una parte muy interesada en este asunto. Ni siquiera se solicitó la opinión de las organizaciones de consumidores y usuarios, ante la imposibilidad de hacerlo directamente con cada uno de los afectados. Rajoy decidió meternos un hachazo y Soraya mandó el texto del decreto al BOE, todo en la misma mañana.

La obsecuencia genuflexa hacia Toxo, la docilidad versallesca con Méndez y la mansedumbre pedigüeña respecto a Rosell se convierten en frialdad metódica cuando se trata de asuntos que afectan directamente al bolsillo de los ciudadanos industriosos. Pero es que nosotros no somos sindicalistas ni dirigentes de la CEOE. Estamos en el último peldaño de la escala humana a ojos de los gobernantes y el Triunvirato Vertical, a pesar de que todos ellos viven precisamente de nuestro esfuerzo. Somos sencillamente contribuyentes. Y nada más.

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