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Pío Moa

Hermanos de raza

Sabino Arana, después de contemplarse en el espejo y de verse como un Adonis con cabeza de Newton (es decir, como el típico basko nazionalista), expresó este profundo pensamiento sobre los maketos: “Gran número de ellos parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que el gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna: su mirada sólo revela idiotismo y brutalidad”. No sugiero que la idea fuera producto exclusivo de tal ocasión especular, o de un momentáneo abuso del poteo, pues los escritos de don Sabino están constelados de ideas así, con cuya brillantez trató su autor de iluminar a los vascos que quisieran dejarse iluminar.

Me gustaría señalar que los baskos así iluminados han llegado a ser bastantes, sobre todo en estos últimos veinte años, en que ha estado mal visto en España llevar la contraria a los iluminadores. Sólo hay que oírles hablar entre ellos para entender hasta qué punto tienen la bombilla encendida en la cabeza. Hace tiempo un periodista extranjero, por cuenta de la revista Interviú, si mal no recuerdo, hizo la prueba y publicó un reportaje impresionante sobre los conceptos en circulación entre los adonisnewtons de “Euskadi”.

Pues bien, de aquella raza maketa, tan sumamente inferior, los gallegos constituían el escalón más bajo, la turba más infecta. Las pocas veces que se digna mencionarlos, don Sabino sólo encuentra palabras de escarnio para ellos. Y yo, como gallego, he de reconocer que alguna razón le acompañaba, según acaba de verse con la concesión del premio “Sabino Arana” a la plataforma Nunca mais, fino desplante similar al de otorgar a un gueto judío el premio Mengele. Naturalmente, si los de Nunca mais hubieran rechazado airadamente un premio así, aún podría pensarse que don Sabino erraba, pero lo han acogido con alborozo, demostración irrebatible de que si los maketos en general son poco menos bestias que el gorila, la inteligencia de los gallegos, al menos los de Nunca mais debe estar incluso por debajo de la del simpático antropomorfo.

Prueba confirmada con otra no menos decisiva: una concejala sociata de Vigo, miembro de la banda Nunca mais, ha lanzado un folleto de “promoción” turística a base de fotos del chapapote y de voluntarios ennegrecidos con el mismo. “Hay que ser realista”, afirmó, mientras otros hablaban de fomentar el “turismo solidario”. Conviene decir que el principal problema económico de la marea negra no es, con ser importante, el de la pesca, de la que vive un sector muy minoritario en Galicia, sino el del turismo, de envergadura incomparablemente superior, pues afecta, directa o indirectamente a casi toda la población. Por tanto, tratar de convencer a los turistas de que afluyan a Galicia a base de promover la imagen del chapapote y exagerar sus daños, sólo puede ocurrírsele a subgorilas, y confirma de lleno el profundo pensamiento Arana, justificando sin lugar a dudas el premio otorgado.

Ahora bien, ¿a cuántos gallegos representa Nunca mais? A mi juicio se trata simplemente de una banda de cacos y alborotadores que están perjudicando seriamente los intereses de Galicia. Pero eso no me impide apreciar su capacidad de arrastrar a mucha gente, tal como don Sabino ha convencido a muchos baskos nazionalistas de ser una raza de adonisnewtons. Y mira tú por dónde: quizás ahí se encuentre el verdadero quid del asunto. El premio Sabino Arana podría explicarse, no por una bufonada como de entrada parece, sino porque los sabinianos, ante el éxito proselitista de los nuncamaiseiros, han encontrado en ellos unos semejantes, unos hermanos de raza, y no unos gallegos corrientes, tan próximos al orangután. Nunca mais constituiría una minoría evolucionada. Vamos, porque el darwinismo no excluye esa posibilidad, según tengo entendido.

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