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Thomas Sowell

Apoyar a las tropas al estilo Berkeley

Hoy los medios andan obsesionado por el recuento de cadáveres norteamericanos. Lo que hemos logrado gracias a esos soldados que perdieron sus vidas en la batalla no les resulta de interés a quienes afirman estar "apoyando a las tropas".

El Ayuntamiento de Berkeley se ha convertido en noticia nacional al informar al Cuerpo de Marines de que no es bien recibido en ese bastión de la izquierda académica. Es una pena que Berkeley no se encuentre en alguna isla del Pacífico Sur, ya que así se le podría conceder su independencia y dejar que se defendiera solita. Así las cosas, los miembros de nuestras fuerzas armadas, al poner sus vidas en peligro para defender Estados Unidos, también defienden a gente como de la de Berkeley, para quienes el mismo nombre del país y su bandera sólo suscitan expresiones de desprecio.

Lamentablemente, el caso Berkeley no es único. Un profesor de Harvard que colocó la bandera americana en su coche tras el 11 de Septiembre provocó miradas de asombro por parte de sus colegas. Se preguntaban si le pasaba algo. Por todo el país, hay profesores que defienden la política de mantener alos reclutadores militares alejados del campus y de prohibir las oficinas de reclutamiento. Según parece, si a ellos no les gusta el ejército, entonces al resto –por ejemplo, a los estudiantes– no se les puede permitir tomar sus propias decisiones.

A los progresistas en general, y a los académicos en particular, les gusta jactarse de su apertura de mente y de su aceptación del inconformismo. Pero se refieren a que rechazan las normas de la sociedad en su conjunto. Poseen en cambio muy poca o ninguna tolerancia hacia quienes no se ajustan a las normas de la corrección política académica. En ninguna parte de América la libertad de expresión está tan restringida como en los campus académicos con códigos lingüísticos.

En Berkeley, al igual que en otros lugares, la izquierda ha aprendido a camuflar su intolerancia antimilitar con las palabras mágicas: "Apoyamos a las tropas". Los medios progresistas utilizan el mismo discurso cuando socavan al ejército. En esto, como en otras cosas, el buque insignia de los medios es el New York Times. Las acusaciones infundadas contra las tropas americanas en Irak son noticia de portada, pero los actos de increíble heroísmo en combate rara vez aparecen publicados. Aunque hay cosas que salen mal en todas las guerras, las que salieron mal en Irak –ya fueran algo importante o meras minucias– han ocupado la portada del New York Times. Pero cuando el incremento militar fue seguido de cosas que salían bien, la guerra de Irak dejó de ser noticia de portada así, de repente.

Allá por los años de la guerra de Vietnam, los medios criticaban al ejército americano por su énfasis en las bajas del enemigo o "recuento de cadáveres". Hoy los medios andan obsesionado por el recuento de cadáveres norteamericanos. Lo que hemos logrado gracias a esos soldados que perdieron sus vidas en la batalla no les resulta de interés a quienes afirman estar "apoyando a las tropas". Que miles de iraquíes que huyeron del país durante el periodo de máxima violencia e inestabilidad estén regresando ahora no es una noticia importante para los medios.

Aquellos que han hecho esto posible poniendo en riesgo sus vidas no son héroes para los medios. En realidad, una de las constantes en los medios progres ha sido retratar a los militares no como héroes, sino como víctimas. Los problemas financieros de algunos reservistas movilizados de sus puestos de trabajo civiles fueron noticia de portada en el New York Times. También las dolorosas despedidas de familia y amigos. Todo esto les sirve para convertir a los soldados en víctimas.

Justamente el mes pasado, el New York Times descubría otra forma más de retratar a las tropas como víctimas. En su número del pasado 13 de enero, el periódico publicaba un artículo muy largo que arrancaba en la portada sobre los crímenes cometidos en los Estados Unidos por veteranos de combate que volvían de Irak y Afganistán. "En muchos de esos casos", decía el reportaje, "el trauma del combate y el estrés de la movilización" se hallaron entre los factores que "parecen haber dispuesto el escenario para una tragedia que fue en parte destrucción y en parte autodestrucción”.

Al igual que con tantas otras cosas que cuentan los progresistas, la gran cuestión que no fue preguntada fue: ¿comparado con qué? Como denunciaba el New York Post un par de días más tarde, la tasa de homicidios entre los veteranos militares de combate es una quinta parte de la que se da entre los civiles en edades semejantes.

Vaya con "apoyar a las tropas". Y con el rigor.

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