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Víctor Gago

Durmientes y dormidos

De Barcelona a La Gomera, de la vigilia asustadiza a la siesta del gazpacho: un viaje posible de la razón. Jordi Pujol, honorable en vilo, ha declarado a ABC: "Se habla mucho de la cantidad de ecuatorianos que entran por Barajas, pero no serían tantos quizá si pudieran entrar más plátanos del Ecuador en Europa. Y la oposición a esos plátanos viene de España y Francia". En la Universidad de Verano de La Gomera, el juez Baltasar Garzón ha dedicado la cabezadita del pensamiento que son últimamente este tipo de foros, a practicar la olímpica distancia de un perfecto candidato al Nóbel de la Paz, sentenciando: "Tras el 11-S, muchos esperamos que el camino hacia la paz pasara por el reforzamiento del derecho internacional, pero la creación de nuevos espacios de impunidad ha aparecido como una consecuencia nefasta de la mal llamada guerra contra el terrorismo".

El ataque de sensatez de Pujol no tardará en provocar erupciones mitológicas en la caldera del lobby agrícola de Canarias. El president no descubre nada al relacionar directamente inmigración y falta de libertad en el comercio mundial. La globalización produce más riqueza para más personas: desde 1940, la pobreza se ha reducido a menos de la mitad, pasando del 50 al 20 por ciento de la población mundial sumida en la misma, según constata el Círculo de Empresarios en su reciente monografía "Globalización, desarrollo y pobreza". Los focos de pobreza coinciden, precisamente, con los focos de aislamiento económico y político. El cultivo de la emigración incitada por la pobreza no es la globalización, sino su insuficiencia, como queda más que probado. En plena precampaña electoral, sin embargo, Partido Socialista y Coalición Canaria firmaron un bochornoso manifiesto sobre política de inmigración, en el que se endosa la raíz del fenómeno al desarrollo de un mercado global. Por su propia naturaleza contraria al pluralismo, los partidos nacionalistas y de izquierda son incapaces de asumir el concepto de responsabilidad. No entenderían jamás que el sistema de privilegios proteccionistas en el que descansa la Política Agraria Común (PAC) y las distintas Organizaciones Comunes de Mercado (OCM), entre ellas la platanera, es un combustible mucho más potente para los barcos negreros que las "odiosas" multinacionales. Los ecuatorianos, los ghaneses o los marroquíes que llegan a Europa no son víctimas del comercio global, todo lo contrario, aspiran a entrar en su selecto campo de juego. Pujol tiene toda la razón: la presión humana sobre las fronteras sólo cesará cuando éstas se abran al comercio; a todo el comercio, incluidos productos como el aceite o el vino, que no sólo de plátanos vive el hombre.

La siesta intelectual de Garzón en La Gomera, no por reincidente, deja de provocar en quien la contempla una ligera irritación parecida a la de quien tiene que sufrir los ronquidos de otro. En Canarias, todos los Premios Nóbel o candidatos a este galardón lo son en la categoría de la Paz mundial. En más de una ocasión, José Saramago ha sido identificado en los rótulos de los noticiarios locales como "Nóbel de la Paz". Parece tan bien dotado para el género del sermón, que la gente se ha olvidado de que escribe novelas. A la Prensa y a una parte no desdeñable de su audiencia les encantan los intelectuales "comprometidos" como Saramago y se identifican con héroes "comprometedores" como Garzón. Éste, en plena cabezadita colectiva, va y suelta en La Gomera la especie de que el 11-S ha creado "espacios de impunidad"... ¡en los Gobiernos democráticos! A juicio del juez estrella, la clase de terrorismo que asesinó a 4.000 personas en las torres del World Trade Center de Manhattan es batible por la sola fuerza del Derecho. Toda esa belleza durmiente, tanta adormidera disparatadamente moral nos viene de Kant, según ha diagnosticado R. Kagan. El resto, mezcla de error jubiloso y fatua indocumentación, es cosecha propia del señor juez.


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