Menú
Víctor Llano

Un premio que sabe a poco

El premio Sajarov con que la Conferencia de Presidentes del Parlamento Europeo ha galardonado a Oswaldo Payá Sardiñas, no sólo debe entenderse como un reconocimiento a toda la disidencia interna cubana, también representa una bofetada para la propaganda castrista que trata en vano de silenciar a todos los que en la isla no se conforman con la tiranía.

Fidel Castro no puede evitar que ni aun los más dóciles periodistas extranjeros le pregunten por el Proyecto Varela, iniciativa que intenta democratizar el régimen sirviéndose de sus propias leyes. Aún no han pasado quince días desde que Castro declarara a la cadena norteamericana de televisión ABC que “a su debido tiempo” responderá a los que sin ninguna esperanza le piden convoque un referéndum en su finca. Desgraciadamente, sus policías no han podido esperar y persiguen a todos los que desde la más tierna inocencia se atreven a solicitar cambios en un sistema que, si quiere sobrevivir, no puede permitirle a sus súbditos ni la más pequeña de las esperanzas.

Sin embargo, es probable que en esta ocasión a Castro no le quede más remedio que permitirle a Payá asistir a la ceremonia en la que le entregarán los 50.000 euros con los que ha sido premiado. Haría bien el disidente cubano en gastarse del mejor modo posible su dinero en Europa, en la isla, la robolución se encargaría de poner los ocho millones de pesetas a disposición de la represión y la propaganda.

Destacados miembros del exilio cubano que residen en España han expresado a Libertad Digital su satisfacción por el último galardón otorgado a Payá Sardinas; sin embargo, no han dudado en significar que su iniciativa disidente, ni es la única que existe en Cuba, ni tampoco es necesariamente la mejor.

Para desgracia de los cubanos el Proyecto Varela es mucho más conocido fuera que dentro de Cuba. Los políticos europeos no deben conformarse con acordarse de vez en cuando del sufrimiento de los que sobreviven en la prisión grande, han de obrar en consecuencia y suprimir cualquier tipo de ayuda y colaboración con la tiranía de los hermanos Castro.

Mientras el coma-andante y su hereu continúen recibiendo subvenciones y préstamos, a los cubanos que quieran vivir en libertad no les quedará otro remedio que embarcar en una balsa y tratar de llegar a Estados Unidos. En España, el gobierno de José María Aznar –destacado defensor del Proyecto Varela– ni siquiera les permite pedir asilo humanitario.

Todos nos alegramos del éxito de Oswaldo Payá, pero de nada valdrá si la política europea respecto al régimen castrista continúa instalada en la indiferencia y en mezquinos intereses. Si los dirigentes del Viejo Continente insisten en tratar a Castro como a un gobernante tan estrafalario como tolerable, y no como a un sátrapa de la peor especie, de nada servirán los premios que otorguen a los disidentes que el tiranosaurio aún no ha encarcelado.

En Internacional

    0
    comentarios