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Juan Carlos Girauta

Liberticidas

Se impone una modificación anatómica y continental: del corazón europeo a las uñas de los pies de Hispanoamérica.

Lo que Hugo Chávez llama “reforma constitucional” es en realidad la imposible plasmación jurídica de la destrucción a cámara lenta de una democracia. La historia está llena de ejemplos, pero los tintes de esta arremetida liberticida provocan la fascinación malsana de algunos cultos (el despertar de tiranos literarios) y de muchos progres (la vesania castrista rediviva).

A esta clase de déspotas se les acaba entendiendo todo, aunque suplan la falta de elocuencia con locuacidades desatadas. Superado el mareo de sus disparatados discursos de siete horitas, deja Chávez mensajes perfectamente infantiles, como el de la semana pasada en Caracas. Con un librito azul en una mano y un librito rojo en la otra, glosó así su reforma constitucional ante la Asamblea Nacional de Batallones Socialistas: “Una vez que aplastemos a la oposición en el referendo, porque los vamos a pulverizar, los vamos a aplastar, propongo una vez que la aprobemos que el libro de la Constitución se convierta de azul a rojo, el libro rojo, rojito”.

La reforma del rojo rojito es un fraude de ley que parte de una decisión del Consejo Nacional Electoral a la medida de Chávez: se somete a consulta la reforma en bloque, y no artículo por artículo. Es decir, se vulnera la propia Constitución, que prevé que un 5 % de los ciudadanos puedan instar la desagregación de la consulta. Y lo que comporta tal reforma “en bloque” es un trágala que ninguna democracia podría digerir: presidencia vitalicia de Chávez, confiscación de la propiedad privada, creación de unas fuerzas armadas personales o pretorianas. Entre otras lindezas, como el fin de la autonomía del Banco Central de Venezuela.

El primero en seguir los pasos del gorila rojo ha sido, cómo no, el presidente boliviano Evo Morales. Con lo que ya tenemos un retrato fiel de los dos socios principales de Rodríguez Zapatero en el plano internacional. ¡Él, que tenía que situarnos en el corazón de Europa! Devorado el codiciado órgano por “la fracasada Merkel” y el fracasadísimo Sarkozy, se impone una modificación anatómica y continental: del corazón europeo a las uñas de los pies de Hispanoamérica.

Morales, buen alumno y aspirante a gorilita, ha puesto a los socialistas a pergeñar también una Constitución roja y, como en un espejo, lo primero que aparece es la reelección indefinida del presidente. La voluntad declarada: “refundar” el país. Tanto mimetismo viene, por supuesto, financiado por el amo y señor del inagotable petróleo venezolano. Al pago de la destrucción de esa otra democracia moribunda se le conoce como programa de cooperación. Cooperación a la tiranía que, en buena lógica golpista, empieza por arrojar millones de dólares sobre el ejército con el que Morales ha de consumar su propio golpe.

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