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Agapito Maestre

Zapatero, el separatista

Por tanto, nadie piense que Zapatero calla o usa el lenguaje de la ambigüedad contra los separatistas, porque él no controla el proceso secesionista. No, hombre, no; él también está en el proceso secesionista.

La nación española languidece entre las mentiras de Zapatero y las amenazas ilegales o terroristas de los separatistas. Zapatero está consiguiendo la fragmentación de España, pero culpamos a los separatistas. Hacemos mal, porque Zapatero no es tonto ni bueno. Zapatero tiene un proyecto de sección y lo está cumpliendo a rajatabla con medidas a favor de los nacionalistas o mintiendo, con negociaciones con ETA o utilizando la ley de los Presupuestos Generales del Estado a favor de unos ciudadanos contra otros en función de la región que habitan, diciendo hoy una cosa y mañana la contraria, pero siempre dejando claro que la España actual no le sirve para nada. Ayer, en el mitin de Galicia, le tocó mentir. Y por eso dijo que Ibarreche se equivoca de país, de continente y de siglo al plantear el referéndum de independencia.

Al contrario, como casi nadie pone ya pone en duda, Ibarreche sabe que no tendrá mejor ocasión que la actual para separarse de España. No hallará mejor aliado para sus planteamientos que Rodríguez Zapatero, quien aún no ha dicho que es menester cumplir la ley y, sobre todo, que el Gobierno la hará cumplir. No; Zapatero nunca hará mención a nada que tenga que ver con el ejercicio de ley por un lado, y con el uso de la violencia legítima contra los separatistas por otro. Si trata con los separatistas, ya sean terroristas o simplemente criminales de guante blanco, gentes de Herri Batasuna o del PNV, el presidente del Gobierno prefiere mantenerse en un terreno ambiguo y suave para generar más incertidumbre y crispación, más indeterminación y violencia, que pueda utilizarla a su antojo.

Podría, pues, parar en seco a Ibarreche, pero no quiere. No le da la real gana. Ni siquiera advierte al presidente de la comunidad autónoma vasca de que lo llevará al Tribunal Constitucional por convocar una consulta ilegal, o peor, a legal. Zapatero desobedece incluso las consignas que le lanza El País, su viejo "intelectual orgánico" y totalitario. Zapatero seguirá engañando a todos, incluidos a sus viejos socios de Prisa, que incluso le afean que nada más llegar al Gobierno derogase la norma del PP que consideraba un delito penal la convocatoria de referendos o consultas. Zapatero prefiere seguir colaborando aún más con los nacionalistas, sí, entregándoles la nación española para que lo dejen a él pastorear el pedazo más grande. O todo eso sigue así hasta las elecciones, viene a decir Zapatero, o hará reventar la situación en su provecho. En cualquier caso, su objetivo es dejar la nación como unos zorros para destrozarla y quedarse con la parte más grande del pastel.

Por tanto, nadie piense que Zapatero calla o usa el lenguaje de la ambigüedad contra los separatistas, porque él no controla el proceso secesionista. No, hombre, no; él también está en el proceso secesionista. Quizá se le escape algún extremo, o quizá algún listo quiera acelerar el desenlace, pero en lo fundamental él sí sabe por dónde van las cosas. Acaso sea el único que lo sepa. Vaya que sí lo sabe. Por este lado, pues, Ibarreche no se equivoca convocando el referéndum. Es una mentira de Zapatero, que seguramente pactó con Ibarreche, cuando éste le visitó en La Moncloa. Aquí nadie da puntadas sin hilo, excepto los que acusan a Zapatero de bobalicón y buenista. Pobres.

¿Qué decir por el lado del continente y del siglo? Pues que también miente conscientemente Zapatero. Ante un proceso secesionista, no me cabe la menor duda de que la Unión Europea guardará silencio y, al final, aceptará cualquiera que fuera el desenlace. Por otro lado, ninguna nación sensata de Europa, no digamos ya Estados Unidos, haría el más mínimo gesto de comprensión en el siglo XXI para detener la secesión de determinados territorios de una nación milenaria. Al contrario, algunos países, por ejemplo, Francia e Italia, saldrían favorecidos del nuevo nacionalismo del siglo XXI.

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