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José García Domínguez

Escarnio de catetos

Si hurgásemos en la génesis de esa ristra de impronunciables apellidos guiris, quizá no descubriríamos otra cosa que el ancestral complejo de inferioridad de una cierta España, el de la España inferior por más señas.

Al enterarme de que el PSOE va a contratar a los siete sabios de Grecia con tal de que le escriban el guión de marzo, tras un segundo de intensa zozobra, recordé con alivio las enseñanzas de Tierno Galván, aquel viejo farsante que no se cansaba de repetir que los programas electorales del partido se redactan con el único propósito de no cumplirlos jamás.

Nadie dude, pues, que esa lámpara mágica de los genios que se ha sacado Caldera de la manga no pasará de ser una charlotada inocua de usar y tirar. Otro numerito mediático diseñado ex profeso para dar lustre a la feria de las vanidades presidenciales; algo similar a aquel invento de Alfonso Guerra, el Programa 2000. ¿Recuerdan? Sí, hombre, el gran aquelarre intelectual que vendían en el telediario de las tres, un show de opera bufa con Encarnita Polo y Sara Montiel cavilando sesudas estrategias para "afrontar los desafíos del siglo XXI" en los salones de Ferraz. Puro circo, vaya.

En fin, si hurgásemos en la génesis de esa ristra de impronunciables apellidos guiris, quizá no descubriríamos otra cosa que el ancestral complejo de inferioridad de una cierta España, el de la España inferior por más señas. Repárese, si no, en la alelada faz del prócer durante el acto presentación a la prensa de la ocurrencia. En todos y cada uno de los pliegues de la feliz sonrisa del señor ministro, al observador atento no se le podía escapar la sombra del alcalde de "Bienvenido, Mister Marshall" abrazado a Unamuno y gritando al compás: "¡Que inventen ellos!". Pero desarrollar esa hipótesis sería materia de una tesis doctoral en psiquiatría social –o, mejor, socialista –, no de una modesta columna de opinión como ésta.

Tras descubrir en el rincón más perdido de mi biblioteca la obra cumbre de uno de esos catorce cráneos privilegiados llamados a salvar a los socialistas de sí mismos, cierto engolado charlatán yanqui, leo en su solapa: "Jeremy Rifkin nos enfrenta, de forma hábil y astuta [sobre todo, astuta], al mayor problema de la sociedad contemporánea, algo que la mayoría de los economistas ni siquiera se atreven a analizar".

Un terrible problema que el autor enuncia tal que así en la primera página del magistral ensayo: "Más de 800 millones de seres humanos están en la actualidad [año 1994] desempleados o subempleados en el mundo. Esta cifra puede crecer dramáticamente entre hoy y el final del siglo (...) Mientras que el público, en general, sigue oyendo hablar [a los economistas serios] de unos mejores tiempos venideros, en todas las partes los trabajadores se quedan perplejos por lo que aparece [aparecía sólo para el propio Rifkin] como un proceso de agravamiento del desempleo".

Es decir, medio minuto antes de que diese inicio uno de los más espectaculares ciclos de crecimiento sostenido y pleno empleo de toda la historia del mundo desarrollado, este figura, Rifkin, andaba anunciando a los cuatro vientos la llegada inminente del Anticristo. ¡País de catetos!

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