La inflación es, ante todo, un fenómeno monetario y, por tanto, responsabilidad en su mayor parte de los bancos centrales. Como señala un informe publicado hoy, las materias primas han subido en los mercados mundiales debido a las inyecciones de liquidez que llevan haciendo tanto el Banco Central Europeo como la Reserva Federal desde agosto para evitar que la crisis financiera vaya a más. De ahí que tenga cierta base que el Gobierno haya pretendido echar balones fuera, pues desde que estamos en el euro, y más aún desde que los bancos centrales son independientes, no tiene ninguna responsabilidad en esa materia.
Sin embargo, los gobiernos nacionales sí pueden actuar para lograr que ese aumento de precios sea menos pronunciado y, en eso, el de Zapatero suspende estrepitosamente. Desde que los socialistas llegaran al Gobierno se ha detenido el proceso liberalizador que ha permitido la entrada de la competencia en numerosos sectores con la consecuente reducción de precios en ellos. Esa necesidad estaba sobre la mesa desde el principio de la legislatura, y ni Pedro Solbes ni José Luis "Dos Tardes" Zapatero la han atendido. Pero existe otro modo de luchar contra la inflación y es reducir la demanda bajando los gastos de la administración pública. Es decir, con unos presupuestos con el mayor superávit posible, ese que los socialistas han decidido pulirse en promesas electorales como el cheque-bebé.
Con todo, lo más indignante ha sido el patético intento del vicepresidente económico de restar importancia al aumento de la inflación, despreciando los esfuerzos extra que tendrán que hacer las familias –muchas de ellas ya agobiadas por la subida de la prima de sus hipotecas– como sólo alguien que vive en el coche oficial sabe hacerlo. Solbes ha demostrado así que le da lo mismo que muchos deban apretarse el cinturón. Y este es el que se supone que debe dar confianza en la economía española a consumidores e inversores. Vamos listos.
