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Ignacio Villa

Otra vez la ambición. Otra vez los tiempos

Gallardón dice que se siente perdedor y desde luego será así. El había planteado la historia como una batalla personal, olvidándose de la fuerte crisis institucional que sufre España después de los cuatro años de Rodríguez Zapatero.

La decisión de Mariano Rajoy de no incluir a Ruiz Gallardón en la lista electoral del PP por Madrid ha clarificado las cosas mucho más allá de las habituales pataletas del Alcalde de Madrid.

Para empezar, la reacción que ha tenido Gallardón, en que ha llegado a anunciar su retirada de la política para después hablar de un periodo de reflexión, desvela el fondo de la actitud del Alcalde. Él siempre había dicho que quería ir en la lista de Mariano Rajoy para ayudar en las elecciones generales. Con este enfado Gallardón se retrata: no quería ayudar a nadie, quería estar bien situado en un virtual proceso de sucesión en el liderazgo del PP. Es más, esta escenificación de perdedor interno a dos meses de unas elecciones sólo lo puede hacer alguien que tiene como prioridad él mismo.

Además, con este enfado, ciertamente egoísta, Ruiz Gallardón se convierte en una anécdota electoral. Él mismo se ha convertido en algo secundario cuando desde la Alcaldía de Madrid se podía haber erigido en una pieza clave en un triunfo electoral de Mariano Rajoy. Esa obsesión por estar en el Congreso le ha llevado a desperdiciar la verdadera oportunidad de haberse convertido en un valedor de Rajoy desde la Alcaldía. Luego ya, con el PP en La Moncloa, las cosas habrían cambiado considerablemente. Pero una vez más, no ha sabido medir sus tiempos y con una ambición desmedida se ha colocado en una segunda línea demoledora para sus objetivos políticos que son exclusivamente personales, muy lejos de los verdaderos intereses de su partido.

Con esta decisión, quien sale claramente reforzado es Mariano Rajoy. El presidente del PP ha dado un golpe de timón, de autoridad interna, de liderazgo externo que era demandado por la militancia y por los votantes del Partido Popular. Rajoy sale muy reforzado, muy seguro de sus posibilidades, muy afianzado en su estilo de hacer las cosas. Y es que toda esta operación no se entiende sin el fichaje de Manuel Pizarro como número 2 del PP. Es más este fichaje había convertido ya a Gallardón en un simple meritorio perdido en la lista de Madrid. Con Pizarro, Rajoy envía un mensaje claro: está dispuesto a jugar todas las cartas para ganar y va a por todas.

En este sentido el mensaje lanzado este miércoles desde Alicante por el presidente del PP evidencia una nueva fortaleza: el PP no es cuestión de nombres, es un proyecto que sólo depende de los españoles. Algo tan evidente, dicho en estos momentos y después del golpe de timón hacen de Mariano Rajoy un candidato renovado y con una proyección electoral de una alta credibilidad.

Gallardón dice que se siente perdedor y desde luego será así. Él había planteado la historia como una batalla personal, olvidándose de la fuerte crisis institucional que sufre España después de los cuatro años de Rodríguez Zapatero. Gallardón está jugando su partido, cuando aquí se está jugando el partido de España. Se ha vuelto a equivocar, y es que ha vuelto a utilizar sólo sus cálculos personales cuando esa estrategia además de mezquina es claramente perdedora.

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