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José García Domínguez

La caja de Caldera

El esfuerzo del Prometeo salmantino ha valido la pena. Ahora, gracias a su empeño, ya disponemos de un instrumento objetivo que nos permitirá cuantificar el sufrimiento íntimo inducido por el éxito en la vida del prójimo.

Hay que poseer el coeficiente intelectual de un Caldera para, tras echar la cuenta de la vieja, berrear que quien cobre el salario mínimo tardaría 1976 años hasta ganar todo lo que acaba de perder Manolo Pizarro por entrar en política. Con semejante cogitación, el prócer no sólo ha homenajeado inconscientemente a quien definiera la envidia como el socialismo de los imbéciles, sino que ha abierto una insospechada línea de reflexión teórica a la que, sin duda, no ha de ser insensible la Academia Sueca una vez llegado el momento de repartir los Nobel de 2008.

Así, desde Adam Smith hasta Solbes, los economistas se habían apañado con un viejo concepto, el llamado coste de oportunidad, que este Jesús del Gran Cerebro acaba de demoler de un plumazo. Para entendernos, eso del coste de oportunidad vendría a ser lo que uno dejaba de facturar por mor de dedicarse a lo suyo. A modo de ejemplo, los tropecientos millones de dólares anuales que ahora mismo se podría estar llevando Pepiño Blanco en el comité directivo de la NASA representan el sangrante coste de oportunidad de sus altruistas heterodosias en Ferraz.

En fin, ése era el estado del saber hasta que el ministro dio en revolucionar el paradigma científico con su personalísima teoría económica de los sentimientos morales. Mucho ha debido hervirle la ídem a Caldera antes de dar con semejante hallazgo intelectual, pues es sabido que los senderos que llevan a los grandes descubrimientos de la Humanidad nunca dejan de ser tortuosos. Mas el esfuerzo del Prometeo salmantino ha valido la pena. Ahora, gracias a su empeño, ya disponemos de un instrumento objetivo que nos permitirá cuantificar el sufrimiento íntimo inducido por el éxito en la vida del prójimo.

Caja de Caldera, dicen que va a llamarse el aparato, que, por lo demás, ya se anuncia como de venta exclusiva en farmacias y sólo bajo receta médica. Qué inmensa deuda de gratitud acaban de contraer con nuestro gran hombre los miles de enfermos crónicos que, hasta hoy mismo, no disponían de terapia alguna que aliviase un dolor tan insoportable como ése. Por fin, la existencia dejará de antojárseles el calvario insufrible que fue. Y es que al notar los primeros síntomas, tras saber que algún antiguo compañero de pupitre ha conseguido destacar en lo que sea por su capacidad, esfuerzo y carácter, la caja de Caldera provocará un alivio inmediato a su terrible mal. Presionando una tecla el ansiado mensaje balsámico aparecerá raudo en la pantalla del paciente: "Un paria de la India tardaría un millón de años...".

Con razón en el PSOE andan tan preocupados por la fuga de cerebros.

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