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Agapito Maestre

La responsabilidad de la prensa

Es el momento de la política en los medios de comunicación, sencillamente porque Rajoy, y eso es lo único cierto, ha eliminado, políticamente hablando, a todos los que le hacían sombra.

Porque la batalla política del PP en los próximos meses se dará, sobre todo, en los medios de comunicación, exijamos que ésta se lleve a cabo en las mejores condiciones intelectuales para no confundir a sus observadores, millones de ciudadanos que votan a esta formación, con demagogias baratas e intereses espurios al margen de lo que debería ser la primera preocupación: la clarificación de la causa básica, sí, la razón fundamental que mueve al principal partido de la oposición. Precisamente, porque sin la participación decisiva del PP en el proceso político la democracia es una mentira, tenemos que atisbar cuanto antes cuál es el principal argumento de su estrategia política en esta legislatura. ¿Será el PP una comparsa, una figura decorativa, de las decisiones que tomen conjuntamente los socialistas y los nacionalistas o, por el contrario, contribuirá a la creación de un fuerte Estado nacional?

Sospecho lo peor, pero, por desgracia, ese asunto clave tardará en resolverse, sencillamente porque Rajoy tiene poco de aquella facultad que elevó a paradigma la vida política de hombres como Temístocles, César y Mirabeau, a saber, el don de hallar la claridad en la oscuridad, y lo sustancial frente a lo accesorio, en una época de confusión y caos. Eso no significa que yo tenga demasiado aprecio por los políticos del PP que lloran por todas partes los daños que les "causa" Rajoy. Tampoco tengo en demasiada estima a los periodistas que no sólo se hacen eco de esa estéril excitación, compuesta de quejas cobardes y reproches inmorales, sino que la difunden en sus columnas como si se tratará de propuestas hechas por políticos con genuinas convicciones.

Desconfío profundadamente de quienes, en medio del desorden que lleva aparejado la derrota, gritan: "Rajoy ha enloquecido o es un hombre abyecto, pero yo no; las consecuencias de la derrota no me corresponden a mí, sino a quien yo sirvo." No es de recibo esta posición; es injusta, independientemente de que quien la mantenga sea un político del PP o un periodista político que inevitablemente, sobre todo si es un buen profesional, hace política. Cuestiono, pues, la solidez interna de estos pobres argumentos de la llamada "moral de principios", porque la mayoría de ellos están construidos con materiales altamente contaminantes para alentar más resentimientos y traiciones.

Fuera de esos políticos de falsas y tardías "convicciones éticas", nunca dispuestos a dar el paso de enfrentarse a Rajoy, hallaremos figuras políticas que harán críticas honradas al proceder de Rajoy, pero no pasarán de ahí. Les gustaría entrar en la batalla que se avecina, pero son conscientes de que fueron incapacitados severamente por el líder para tal menester; por lo tanto, en el mejor de los casos, se limitarán, y sólo cuando sean interrogados, a llevar a cabo una crítica circunstanciada, sensata y serena a los nombramientos de Rajoy, pero siempre atemperada y abierta a la colaboración con los nuevos dirigentes. Por aquí nadie tenga expectativas de un debate político de altura. Mayor Oreja, Vidal Quadras, Rato, etcétera, no se lanzarán a competir con Rajoy. Esperaran todo lo que haga falta. Harán lo mismo, sí, que los actuales dirigentes nombrados por Rajoy: escucharán la radio desde muy temprano y leerán detenidamente todos los días la prensa. El resto del tiempo estará dedicado a la "observación participante", es decir, a la conspiración y aguantar hasta la llegada del congreso de junio. Todo será política con minúscula.

La verdadera política, sin duda alguna, se dará en los medios de comunicación. Es el momento de la política en los medios de comunicación, sencillamente porque Rajoy, y eso es lo único cierto, ha eliminado, políticamente hablando, a todos los que le hacían sombra. Esto no es nuevo. Perdón por la cita, pero vengo insistiendo en este asunto mucho antes de las elecciones. En este particular Rajoy no se diferencia mucho de Rodríguez Zapatero. Es la otra cara. Preparémonos, pues, para la batalla política de los medios de comunicación. Promete ser excitante y, sobre todo, será estimulante para desarrollar argumentos a favor de la vida democrática. Las prioridades de esa agenda intelectual y políticas son sencillas de fijar. Creo que personas, modos y fines son los objetivos principales del debate.

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