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Federico Jiménez Losantos

La descarada provocación de Rajoy

Nunca pensé que Rajoy pudiera comportarse tan aviesamente y debo pedir públicamente disculpas a todos aquellos a los que influí o convencí para que lo votaran en las últimas elecciones.

Todavía no salgo de mi asombro viendo la pública afrenta de Rajoy a su partido, que por lo visto cree de su propiedad. Es verdad que a quien Mariano busca provocar no como un presidente, ni siquiera como un militante, sino como un navajero de barrio es a Esperanza Aguirre, en la evidente estrategia del Gobierno y su pandilla mediática para triturar cualquier alternativa al zapaterismo, pero ni creo que logre que Esperanza pierda los nervios ni tampoco creo que pueda olvidar el PP, al menos la gran mayoría de sus militantes y los diez millones largos de votantes el comportamiento rajoyesco, que si no fuera tan grosero resultaría penoso y hasta miserable. Nunca pensé que Rajoy pudiera comportarse tan aviesamente y debo pedir públicamente disculpas a todos aquellos a los que influí o convencí para que lo votaran en las últimas elecciones. Yo fui, si no el primer engañado, uno de tantos votantes del PP que creyó de buena fe en su discurso, pero si persuadí a algún indeciso de que, por razones morales, lo votara como Presidente del Gobierno, le ruego me perdone. Llevo muchos años viendo en primera fila el circo político nacional pero nunca el espectáculo de que un oso torpón resultara serpiente.
 
Que no estamos ante un calentón verbal o ante una frase desafortunada que se presta a diversas interpretaciones lo demuestran muchas cosas. La primera, que el mitin fue deliberadamente manipulado para transformar una reunión con los militantes de una comarca humillada –según Camps– por el trasvase del Ebro a Barcelona en un acto de afirmación personal de Rajoy, rodeado de barones regionales del partido, y centrado en atacar no sólo a Esperanza Aguirre sino a todos los que no se plieguen a tan esmirriado caudillismo. Lo deliberado de esa provocación a los liberales y conservadores del PP que, según el Amo, deben irse al partido liberal o al conservador, lo muestra una doble ocultación. Primero, en que tira la piedra europea escondiendo la mano española y trata de escudarse en Merkel y Sarkozy, una democristiana y un liberal-conservador, como si alguien en el PP propusiera abandonar la alianza con la alemana o el francés o como si éstos dos hubieran hecho algo parecido para ganar las elecciones.
 
Después, en un ataque al liberalismo tan caricaturesco que avergonzaría al mismísimo Llamazares pero que responde perfectamente a la zafiedad ideológica de los Arriolalobos, va y dice que que hay que ayudar a los que lo necesitan o no han tenido suerte, como si los liberales defendieran otra cosa y como si Esperanza Aguirre no presidiera la comunidad que más ayuda social ha dispensado a los necesitados en toda España, como por otra parte se hartó de decirle –ya se ve que sin creerse nada– el propio Rajoy a Zapatero en televisión. ¿Cuándo miente Rajoy? ¿Cuando defendía Aguirre o cuando la ataca? ¿O acaso, como le dijo él a Zapatero, miente siempre, con descaro, premeditación y alevosía?
 
Más estúpido y grotesco, es decir, más presuntamente arriolesco, si Rajoy no es ya su propio autoideólogo pepiñoide, es que presuma de que el PP reúne a liberales, conservadores y socialdemócratas, dejando en piadoso olvido a los democristianos –tal vez por ocultar el arma del crimen– y, de paso, dejando también en evidencia a García Escudero, que hace tres días dijo que en el PP no había socialdemócratas, que todos son liberales y conservadores. La piada y la marianada se basan en una tergiversación digna del PRISOE: Urdaci le preguntó a Esperanza Aguirre si los socialdemócratas –en referencia al PSOE– se sentían más a gusto teniendo enfrente a Rajoy que a ella. Y Esperanza dijo que no le extrañaba. Lo aclaró aún más algunas horas después, cuando dijo que era normal que los socialdemócratas la apreciasen poco, y que le daba un euro, bueno, un céntimo de euro por cada socialdemócrata que encontrase en su equipo. Podía haber dicho que los socialdemócratas están mejor en UPyD o en el PSOE, pero no lo dijo. En cambio, Rajoy sí ha dicho que los liberales pueden irse al partido liberal y los conservadores al conservador, dos partidos que no existen en España fuera del PP; pero no ha dicho que los socialdemócratas, si no están a gusto en el PP, podrían irse al partido socialista o a la internacional socialista o socialdemócrata, que sí que existen en España y en Europa. Del privilegio de exclusión rajoyesco sólo se salvan, curiosamente, los que ideológicamente coincidirían más con el PSOE, con PRISA y con el archirrepetido empeño de ambos en diseñar una “derecha moderna”, es decir, cómoda, blandita y a su gusto, complementaria pero no alternativa.
 
La reinvención de la socialdemocracia y la autoexclusión de conservadores y liberales devolvería al PP a los tiempos de la primitiva UCD, con una mayoría de "azules" cuya ideología se limitaba a un franquismo disciplinado y, por tanto, disuelto, pero que conservaba la costumbre de la adhesión inquebrantable al Caudillo, ayer militar y hoy electoral, ayer Franco, hoy el Rey y, de la mano de ambos, Suárez. La terrible diferencia es que aquella UCD, como la propia AP, iba de la dictadura a la democracia. Este PP de Rajoy parece ir del liberalismo conservador al Movimiento Organización.
 
Rajoy, nunca solo sino con sus barones de secano o de regadío y con el respaldo de todos los medios de comunicación que piden su continuidad al frente del PP, que no son, desde luego, un periódico y una radio que hayan apoyado al PP, sino toda la prensa, radio y televisión que ha triturado al PP todos estos años, pretende sin duda provocar a Esperanza Aguirre para que presente su candidatura a la presidencia del PP a toda prisa y en donde cree que no puede ganar: en el congreso búlgaro de Valencia. Sería la primera victoria de Mariano, hecho inédito y memorable, luego dudoso, pero sobre todo supondría un golpe de mano de la Izquierda en el Poder y la Derecha de alquiler para que la Oposición se rindiese a ZP y al cambio de régimen. Ahora van a vendernos a Mariano como el Centro; pronto, como el Bautista que abre el camino de Gallardón, ese Barrabás disfrazado de Mesías. Y luego, que viva México. En fin, yo espero que Aguirre mantenga la calma, que haga lo que tenga que hacer cuando crea que debe hacerlo, pero no que haga lo que quieran y cuando lo digan los enemigos del PP. Ojalá pronto quede claro, dentro y fuera del partido, quién es Anás y  quién Caifás; y quién es Poncio Pilatos, el que, mientras la Derecha se hunde, se lava las manos.

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