Los dos realities del momento son los concursos acuáticos de famosetes emitidos por Antena 3 y Telecinco, porque al lado de Falete en trikini de cola y la concejala Hormigos haciendo vida social en bañador, los retrasaditos de Gran Hermano mostrando su rica vida interior y los loquinarios de Expedición imposible triscando por las dunas africanas pierden mucho interés. Es decir, todavía hay una multitud notable que asiste a las apasionantes vivencias de estos dos últimos grupos de seres vivos situados en contextos hostiles, como una casa repleta de tontos o un desierto lleno de lagartos, pero nada comparable al atractivo que despiertan Splash (A3) y Mira quién salta (T5), a tenor de los resultados que arrojan sus respectivas cifras de audiencia.
Resulta obligado felicitar a Telecinco por la elección del título de este nuevo programa de telerrealidad, deudor de una más que probable saga que arrancó en su día con Mira quién baila. La versatilidad del nombre permite variantes de lo más sugestivas para futuros productos, como Mira quién te pone los cuernos, con los concursantes compitiendo por parejas, Mira quién hace algo de provecho o, el mayor reto imaginable para los personajes que participan habitualmente a este tipo de programas, Mira quién lee, con el intelectual Boris Izaguirre presidiendo el jurado.
Sin embargo la coyuntura sociopolítica impone su dictado, y un medio como la televisión no puede sustraerse a los asuntos que despiertan el interés de los foros de debate más selectos del país (las barras de bar), entre los cuales destacan por méritos propios la corrupción de los políticos y las aventuras financieras de aristócratas emprendedores como Iñaki Urdangarín. Precisamente por eso resulta llamativo que ninguna cadena de televisión haya incluido aún en la franja estelar de su parrilla un programa del tipo Mira quién trinca, con la participación de aspirantes a comisionista político o a emparentar con familias poderosas sin ánimo de lucro.
Ahora que los dos principales referentes de la corrupción política se han quedado sin trabajo, sería una excelente ocasión para facilitarles un empleo bien remunerado como jueces de un programa de estas características. Nadie mejor que ellos para valorar la destreza de los concursantes en la ejecución de un trinque institucional o el envío de una comisión ilegal a una cuenta de la banca suiza. Si yo tuviera una productora, mañana mismo comenzaba a hacer el casting.