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Katy Mikhailova

Culpando a los de siempre

No falta quien bajo la condena al drama de Bangladesh, esconde una campaña "anti-amancio" igualmente preocupante.

No falta quien bajo la condena al drama de Bangladesh, esconde una campaña "anti-amancio" igualmente preocupante.

En toda tragedia hay que analizar el hecho, buscarle una solución y encontrar al culpable. Lo de Bangladesh es preocupante, pero tampoco hay que usar un drama como este para hacer campaña ‘anti-Amancio’, para calmar la rabia y el enfado, no necesariamente por la muerte de más de 400 personas como ocurrió en la fábrica de Daca, sino a veces por la envidia de que quienes tienen más –que para ello más han trabajado- "tienen el deber" de repartirlo con el pueblo, cuales Robin Hood en plena crisis.

Por otro lado, bien es cierto que cuando la ética se esfuma, al menos permanece el dinero que, como sustituto de aquella, calma la moral de más de uno. Mientras los mismos trolls de siempre apaciguan su moral culpando a esas grandes fábricas de moda –olvidándose de que crean empleo- solo para justificar de alguna forma esa envidia inconsciente que sienten, otros ausentes de ética alguna relajan su conciencia, a pesar del mal puesto en práctica, intentando tapar agujeros con sus beneficios económicos generados, con frecuencia, como resultado de la mano de obra barata.

A veces pagan justos por pecadores –al igual que los pecadores se benefician de los justos-, aunque el umbral que separa el primer caso del segundo es borroso. ¿Quiénes son los enemigos, entonces? No se sabe con claridad, pese a que esta tragedia salpique a empresas españolas que quizá sí paguen como si de pecadores se tratara. No sé si es este el caso o no, pero El Corte Inglés ha anunciado, a través de una nota de empresa, que la primera ayuda de emergencia para las víctimas se realizará a través de diferentes ONG locales.

Nefasto me resulta que empresas, bajo lemas de ética y demás códigos deontológicos, defiendan ciertas condiciones laborales; pero nefasto me parece también que haya medios de comunicación –siempre con la misma pluma- que aprovechen un suceso como este, varios ya en lo que va de año, para despotricar contra la industria de la fast fashion que tanta riqueza genera por todo el mundo, y no con menor protagonismo en España, pues tenemos dos casos paradigmáticos.

Tampoco me voy a poner en la línea de una señora que dedicó, esta semana en Cartas al Director del diario El País, un par de líneas bajo el título "modas a precios increíbles", en donde expresaba su descontento con que las mujeres que trabajan en esas fábricas cobren al mes lo que una blusa ‘mona’ para primavera cuesta en una tienda low cost. Señora, no olvide que esa camisetita mona primaveral y el respectivo consumo masivo de la misma es lo que mantiene, en gran parte, una economía –pues en España el sector de la moda va segundo, después del turismo-. Ello no quita que no se esté a favor de que las condiciones de tales mujeres mejoren. Sin embargo, parar la producción de manera repentina en Bangladesh, como muchos defienden, podría dañar gravemente la economía del país.

 Aunque suene a utopía facilona, las empresas que utilizan los talleres deben llevar un control exhaustivo, de igual modo que los proveedores tienen la obligación de asegurarse de que se trabaje en condiciones seguras y los gobiernos locales no permitir cualquier irregularidad, pues no me cabe la menor duda de que más de uno habrá pasado la vista gorda. Es, por tanto, el momento para defender la industria textil para fomentar el crecimiento de las economías subdesarrolladas, pero con una gestión legal y honesta por parte de tales gobiernos locales. ¿Lo intentamos?

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