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Katy Mikhailova

Del sado al ‘happy family’

Dolce&Gabbana apuesta en sus campañas por el happy meal sofisticado, a lo Mc’Donalds en la playa y como si de un camping playero se tratara.

Dolce&Gabbana apuesta en sus campañas por el happy meal sofisticado, a lo Mc’Donalds en la playa y como si de un camping playero se tratara.

¿Qué será eso que tienen las crisis que también intentan unir familias? No sólo la crisis económica –que aún estamos pendientes de esos 2 años y medio que pidió el fiscal de Milán para los diseñadores, sino también esa de valores que últimamente tanto denuncio y que se manifiesta en la absoluta pérdida del respeto de la unidad familiar, o, incluso, en la comprensión de qué –diablos- es una familia. Así, Dolce&Gabbana apuesta en sus campañas por el happy meal sofisticado, a lo Mc’Donalds en la playa y como si de un camping playero se tratara.

Ni en sus peores pesadillas aparecerían las fotografías con esas playas repletas de género humano, con sombrillas de estampados diversos – algunas, de lo más "hortera" que se puede imaginar- y esas patatas fritas que tan flaco favor hacen a algunos –aunque de flacos luego tienen poco-. Para nada: aquí todos conjuntaditos, con un perfecto ‘look marinero’ combinado con matices exóticos –es que Dolce no puede proponer lo mismo que Zalando-, y hasta la mamma –pronunciado con acento italiano- resulta bella en medio de semejante armonía.

Así es cómo la firma italiana, después de que la Fiscalía de Milán pidiera dos años y medio de prisión para el tándem de diseñadores por una presunta evasión fiscal que alcanza los 1.000 millones de euros, quiso retratar, anticipándose al escándalo, los felices años de una numerosa familia católica que, cual miembros de la de Cuéntame –con la pequeña diferencia de ser más guapos- promociona un tipo de indumentaria caracterizada por ese chic a la vez vulgar y salvaje. Desde luego; la abuela no es su público objetivo que digamos.

Pasamos, por tanto, del sadomasoquismo agresivo a modo de una supuesta violación grupal –campaña retirada semanas después de ver la luz en 2008- a un concepto de happy family que me resulta muy curioso de ver en un momento en el que el país y los creadores están atravesando sus peores momentos.

Siempre trato de racionalizar una tendencia en la moda. Quizá es que a los creativos que trabajan con Domenico Dolce y Stefano Gabbana se les ha agotado la imaginación. Sin embargo, Tommy Hilfiger desde hace unas temporadas apuesta también por el concepto de familia numerosa perfecta y feliz. En este caso no es tan de extrañar, porque la firma norteamericana siempre fue asociada a una filosofía de conservadurismo clásico, mientras que los italianos han tirado siempre hacia lo extravagante, lo llamativo y lo sexual.

Si bien la firma famosa por sus polos muestra a una familia norteamericana de raza blanca en la casa de golf –mucho niño pecoso, también-, los italianos buscan algo más suyo, más italian chic, sintiéndose orgullosos de la raza italiana manifestada esta en el moreno perfecto de sus pieles y, no sin menospreciar, la belleza sensual de la Belluci, musa de la pareja italiana, posando en una playa del Mediterráneo.

¿Es la crisis la que nos hace volver a lo auténtico, en medio de tanta ruptura familiar? o ¿es mera casualidad? Es bien conocido el índice de las barras de labios, cuyas ventas aumentan en épocas de crisis, y quizá es que a la firma liderada por Domenico y Stefano les ha entrado algo de conciencia y ganas de mandar algún mensaje a la sociedad. Más ahora que nuestros "progres" vuelven a dar la nota con lo del aborto bajo el lema de soy yo, eres tú, somos todos. Oigan, yo no me siento identificada con ustedes. ¡Que Dios me libre de este castigo!

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