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Las sórdidas fiestas secretas de Hollywood

La denuncia contra Bryan Singer es sólo el último de una serie de escándalos sexuales en Hollywood.

La denuncia contra Bryan Singer es sólo el último de una serie de escándalos sexuales en Hollywood.
Jack Nicholson y Roman Polanski | Corbis

La reciente denuncia contra el director Bryan Singer por abuso de menores ha traído a colación el sórdido mundo de las fiestas sexuales en Hollywood. Sólo hay que asomarse al Instagram de Rihanna para percatarse de que algo pasa en las grandes mansiones y barcos de las estrellas de la calurosa California, tan dedicada al entretenimiento global como al personal.

En el caso de Singer, el director de la inminente X-Men. Días del Futuro Pasado, una de las películas más ambiciosas del año, el delito estaba a punto de prescribir al haber tenido lugar a finales de los noventa. El denunciante Michael F. Egan III, que ahora supera la treintena, ha declarado que tras su primer encuentro con el realizador -cuya homosexualidad era ya conocida- mantuvo varios más y que de hecho fue "violado numerosas veces" en la mansión donde se celebraban habitualmente esas "sórdidas fiestas" cuyos invitados, todos ellos destacados miembros de la industria de Hollywood, estaban desnudos y mantenían relaciones sexuales con adolescentes.

Se trata del vértice de una serie de revelaciones que se harán públicas en próximos días, tras descubrirse que Egan forma parte activa de un documental de la directora Amy Berg sobre abusos sexuales en Hollywood. La película descubriría otros casos hasta ahora ocultos y que implicarían no sólo a Singer, sino también a otras personalidades del mundo del espectáculo.

Se trata de un caso ni mucho menos novedoso en la meca del cine, el de las fiestas secretas, que sin duda haría las delicias de un lector de novela negra. Las perversiones sexuales en el viejo y nuevo Hollywood han sido una constante ya desde tiempos de Fatty Arbuckle, entañable y orondo actor cómico muy popular en los treinta que, en la cima de su carrera y cobrando un millón de dólares anuales de la Paramount, se convirtió en el centro del primer gran juicio espectáculo en Hollywood. Arbuckle fue acusado de provocar la muerte a la actriz Virginia Rappe mientras la violaba con una botella durante una fiesta en un hotel de San Francisco. El actor fue declarado inocente pero su vida personal y profesional acabaron destruidas. La puerta estaba abierta ya fuera para leyendas como para escándalos reales: las presuntas violaciones de Errol Flynn, la afición a las jovencitas de Charles Chaplin, la ninfomanía de Vivien Leigh, o la azarosa vida sentimental de Rock Hudson a ambos lados de la acera.

Nada que ver con las legendarias fiestas de Jack Nicholson, que acabarían derivando en una de las grandes tragedias del negocio. El director Roman Polanski fue llevado el 24 de marzo de 1977 ante un tribunal de Los Ángeles tras ser acusado de drogar y violar a una niña de trece años en la casa del actor, mientras éste estaba de vacaciones. Horas antes de ser condenado, el cineasta huyó a Europa y, desde entonces, no ha vuelto a pisar suelo americano. Unos años antes, la pareja de Polanski, Sharon Tate, había sido víctima de una de las más terribles masacres de la crónica negra americana, la perpetrada por el asesino Charles Manson y sus discípulos en su casa de California.

El caso de la actriz Tatum O’Neal resulta igualmente siniestro, por estar implicada una menor de edad. En su autobiografía, la hija de Ryan O’Neal realiza graves acusaciones contra su padre, verdadero culpable de introducirla en una red perversa de drogas, alcohol y sexo aún siendo menor de edad. Además, señala directamente a Melanie Griffith por haberla inducido a participar en una orgía.

El escándalo de la madame Heidi Fleiss fue otro de los más notorios. Acusada de delitos fiscales y sexuales, el caso adquirió relevancia pública debido al renombre de sus clientes, entre los que figuraban los inevitable Charlie Sheen y Jack Nicholson. Ahora Fleiss es un personaje afamado de diversos realities y tiene incluso una columna en Maxim. La leyenda de las "sociedades sexuales" dentro de esa industria ha sido un rumor constante a lo largo de las décadas. En ellas, sus miembros celebran fiestas secretas en mansiones que, al ser propiedad privada, se mantienen casi siempre lejos de la acción policial o de los paparazzi y las celebridades se codean con prostitutas de lujo, quizá en busca de un contacto en el mundo del espectáculo.

La adicción al sexo debe ser una afección relativamente común entre quien lo posee todo. Dos de los casos recientes más célebres han sido los del actor televisivo David Duchovny (Expediente X), que acabó arruinando su matrimonio con la actriz Téa Leoni tras varias idas y venidas. Pero sobre todo está Michael Douglas, cuyo reciente -y superado- cáncer de lengua le obligó a confesar algunos de sus excesos en la cama. Nada que ver con las renovadas acusaciones de Ronan Farrow y su madre Mia contra su ex Woody Allen, y que implicaban un delito de pedofilia contra su propia hija adoptiva, o los "accidentes" aislados callejeros de Hugh Grant y Eddie Murphy (ambos por separado, afortunadamente) que lejos de acudir a fiestas prefirieron métodos más tradicionales para entablar relaciones.

En la actualidad, hablar de juergas en Hollywood es hablar de Lindsay Lohan, joven promesa de la actuación que vio muy pronto su futuro arruinado por el alcohol, las drogas y la indisciplina de sus horarios nocturnos, y del no menos célebre Charlie Sheen. En el caso de ella, su relación con la DJ Samantha Ronson, repleta de rupturas y regresos, es sólo la punta del iceberg de una vida acelerada que ha sido plasmada recientemente en un reality show sobre su rehabilitación que apenas ha durado unas semanas en antena. Y qué decir de Sheen, tan aficionado a las drogas, pero también a relacionarse, casarse y descasarse con jóvenes actrices porno del Valle de California, y que acabó tarifando con todo el mundo en la serie Dos hombres y medio, la que le dio renovada fama y dinero. Para ambos, los casos de John Travolta y sus visitas a saunas gays, se tratarían de poco más que incidentes aislados.

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