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Musas del destape

Rosa Valenty: "Yo lo pasaba fatal desnudándome"

En sus últimos tiempos, la antaño célebre Rosa Valenty trabajaba en un bingo.

En sus últimos tiempos, la antaño célebre Rosa Valenty trabajaba en un bingo.
Rosa Valenty en La chica de las bragas transparentes (1981) | Youtube

La vida de los actores siempre ha sido inestable. Con un abultado "curriculum artístico" el nombre de Rosa Valenty parece interesar ya poco o nada a los productores de espectáculos. Nacida en Barcelona el 13 de abril de 1951, se inició como modelo publicitaria anunciando marcas de prestigio, como "Burberrys". Su fotogenia le proporcionó muchos contratos. Unos empresarios madrileños se fijaron en su figura, convenciéndola de que debía probar suerte como actriz. Y así, sin que ella hubiera pensado nunca serlo, comenzó con un papelito en La carroza de plomo candente, de Francisco Nieva. Pero luego no siguió por la misma senda de aquel teatro dramático, sino que, aparte de aparecer en programas televisivos como Antología de la Zarzuela la eligieron para obras de café-teatro musicales como Que nos quiten lo bailao, y Los adúlteros irán al purgatorio, en las que se veía obligada a cantar, bailar… y enseñar sus partes pudendas. En realidad, lo que siempre habían hecho las coristas y "vedettes", sólo que en aquellos años de la Transición ya no había límites para cada número arrevistado, que comediógrafos avezados como Juan José Alonso Millán, prendado de los encantos de Rosa Valenty, mezclaban con escenas sainetescas con alusiones a la política nacional.

El académico José María Pemán diría que los cafés-teatros eran unos sitios donde no te daban ni lo uno ni lo otro, más lo cierto es que abundaron en la década de los 70 en Madrid y en algunas capitales más. Y Rosa Valenty se convirtió en pionera de ese género, llamemos menor. Por cierto, actuando en "La Fontana", local especializado en tales espectáculos, se le acercó una "madame" proponiéndole acostarse con señores casados, a cambio de un buen dinero. Proposición que ella rechazó, muy ofendida. Como fue adquiriendo poco a poco cierta notoriedad aparecía de vez en cuando en las revistas de desnudos, como Party, y también en los semanarios del corazón, emparejada muy a menudo con Felipe Campuzano, con quien vivió durante tres años un pregonado romance. Más adelante tuvo una corta pero intensa relación sentimental con Valerio Lazarov.

La biografía sentimental de Rosa Valenty tiene un doloroso capítulo inicial. Se había casado en la capital catalana con un hombre que no la hizo feliz. Ella tuvo que hacerse cargo de los dos hijos que tuvo, Antonio, nacido en 1971, y Jorge, un año menor. "He sido para ellos el padre y la madre –me confesaría en uno de los muchos encuentros que tuve con ella- sacrificándome hasta el punto de aceptar trabajos que no eran de mi gusto, pero que me solucionaban algún tiempo el problema de pagar nuestra manutención y lo que me suponía educarlos en buenos colegios. Lo pasaba fatal desnudándome". Si fue de las pioneras en desvestirse en los escenarios, lo mismo le pasó en el cine tras debutar en 1975 en Todos los gritos del silencio, para rodar en un decenio filmes de escasa o nula calidad: Mayordomo para todo, Alcalde por elección, Préstame tu mujer y si acaso con mejor resultado, El divorcio que viene. Se quejaba que en una de esas películas Juanito Navarro "le metió la lengua hasta la campanilla". En cambio con Carlos Larrañaga recordaba una secuencia fingiendo "hacer el amor", sin que se sobrepasara. "Además, él estaba con un "slip" y no hubo nada morboso entre los dos". Cuando peor lo pasó fue en otra cinta donde en el papel de una profesora debía besar apasionadamente a una alumna, enamorada de ella según el guión. En cambio no le importó desnudarse en una breve escena de A un Dios desconocido, donde el director, Jaime Chávarri, la trató delicadamente.

Fue especializándose en revistas y comedias musicales, donde queda dicho debía cantar, bailar y participar como actriz en algunos "scketchs", entre las que destacamos "Antología de la revista", "Por la calle de Alcalá" (con Esperanza Roy y Paco Valladares) y "El águila de fuego". En algunos casos, como se advierte, eran reposiciones de aquellos éxitos de los años 40 y 50 de la sin par reina de ese género, Celia Gámez. Aportó Rosa Valenty su extraordinaria simpatía y vitalidad , empaque y buen gusto como "vedette". El acreditado empresario teatral Enrique Cornejo se enamoró de la guapa catalana y supo darle mejores oportunidades para que destacara como actriz, sin someterse a la dictadura de tener que seguir desnudándose cara al público. No había perdido desde luego atractivo en su armónica figura. El caso es que Cornejo, como hizo con otras actrices con las que convivió (me vienen a la memoria los nombres, entre otros, de Sara Mora y María José Cantudo) ejerció cierto papel "a lo Pygmalion" y en varias temporadas Rosa Valenty encabezó las carteleras de algunos de los teatros que regentaba su enamorado, representando viejos sainetes costumbristas de Carlos Arniches (La venganza de la Petra, Serafín el pinturero) o brillantes reposiciones como la del también académico José López Rubio (La otra orilla, con Juanjo Menéndez), Caprichos, al lado de Alberto Closas… Pero un día se rompió aquella pareja y ya sin la sombra de Cornejo tuvo que apañárselas a su aire. Como todavía gozaba de un nombre atractivo para la taquilla, su buen amigo José Rubio le echó una mano llevándola a su compañía teatral. El veterano galán volvió a reverdecer con ella el éxito espectacular de la comedia vodevilesca Enseñar a un sinvergüenza (que había representado más de veinte años por toda España) y algún otro título de parecida factura.

Borrajo y Valenty

Todo iba bien para Rosa Valenty hasta que dejó a Pepe para irse con Moncho Borrajo. ¡En qué hora…! El caricato gallego la despidió de malas maneras de su compañía. Uno y otra se enfrascaron en demandas judiciales durante más de siete años. Más perdió Rosa. La marginaron: empresarios y compañeros. Al punto que, injustamente, estuvo mucho tiempo sin encontrar trabajo y si lo halló fue en espectáculos como Sexo en Nueva York, en 2007, que la devolvían a sus destapes del ayer. Terminaría hace un par de años ganándose los garbanzos como relaciones públicas de un bingo. Trabajo digno, por supuesto. Pero triste para una actriz conocida que, pese a sus desdichas, sigue luchando, esperando otra oportunidad.

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