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Rosa María Lobo: una vida triste y dura

Suicidio de su primer marido, de un hijo, le trasplantaron el hígado…

Suicidio de su primer marido, de un hijo, le trasplantaron el hígado…
Rosa María Lobo | Imagen de televisión

Hay seres a los que la vida zurra. Y bien… Por ejemplo, el caso de la cantante asturiana Rosa María Lobo, en otro tiempo conocida como Maya. Las desgracias se le han venido acumulando en los últimos años. Demostrando una admirable tenacidad no ha arrojado definitivamente la toalla y ha seguido cantando, aunque en condiciones difíciles, esporádicas. Le han tributado hace pocas semanas un homenaje en el Auditorio de Oviedo. Y ha sacado un doble Cd al mercado: Aniversario 50 años cantando, con duetos junto a colegas que no han dejado de ayudarla en los últimos tiempos, como la siempre generosa Olga María Ramos, (gracias a la cuál he sabido de Rosa María), Cristina (la que cantaba con Los Stop), Helena Bianco (aquella voz estupenda de Los Mismos) y un largo etcétera de intérpretes, apoyándola para ver si sale adelante, la contratan y supera no ya sólo sus infortunios de ayer sino su inmediato futuro. Porque nuestra protagonista conserva su voz dulce y sensible. Nacida en Moreda de Aller, concello asturiano, el 10 de abril de 1945, se dio a conocer en el programa-concurso de Televisión Española Salto a la fama, allá por 1963. Cinco años más tarde grababa sus primeros discos, en los que se advertía la influencia de Atahualpa Yupanqui, cantautor folclórico argentino. En esos tiempos, finales de la década de los 60, coincidió con Julio Iglesias al competir en el Festival de Benidorm en 1968, ella con La tarde; luego acudió al certamen de la OTI, con "Viviré", que sería su canción más celebrada de su repertorio. También se lució con sus versiones de "Alfonsina y el mar", "Luna llena estival"… Destacó siempre con su delicadeza, su elegancia, el buen gusto. En su vida artística empezó anunciándose como Rosa María Patallo, luego Rosa Mar, más tarde Maya y ya definitivamente Rosa María Lobo. Acaso ese desdoblamiento de su personalidad pudo despistar a sus seguidores. Pero sin duda alguna fueron sus desdichas continuadas las que nos fueron privando de su arte.

En 1972, cuando actuaba regularmente en Madrid en "El Rincón del Tango" conoció al dominicano Luis José León. Un año después se casaron. Dos hijos alegraron la vida de su hogar: Juan Luis, nacido en 1974, y Manuel, en 1976. Los negocios no le iban bien a su marido, quien se separó de ella en 1981. Eso sí: engañándola. Tenía un poder de Rosa, vendió el piso y nuestra cantante se quedó en la calle. Él volvió a su país, volvió a casarse y aunque veía de vez en cuando a sus hijos y a Rosa María, acabó quitándose la vida. Instalada en Benidorm, ella trató de seguir adelante, junto a sus hijos. Fue cuando conoció a Ángel Martínez, un hombre casado, que tenía una cafetería debajo de donde ella vivía entonces. Se enamoraron y Rosa María quedó embarazada, en tanto la situación del padre era complicada, sumido en una crisis con su esposa. En 1984 tuvo a ese niño, Angelín, que su progenitor se empeñó en ocuparse de él, sin que ella se desinteresara de su crianza. Aquella pareja acabaría por romperse. Cedió Rosa María dejándole el chico al padre lo que le ocasionó un triste periodo depresivo en el que abusó de la bebida, sin ser alcohólica. En 1985 volvió a Asturias. Recuperada, unos años más tarde, en 1990 se convirtió en empresaria de una sala de fiestas en Pola de Siero. A los dos años estaba completamente arruinada.

Portada de uno de los CDs de Maya

Se marchó a Benidorm, alquiló una casa que habitó con sus dos primeros hijos. Cantaba entonces en un bar-restaurante. Nos reencontramos con ella entonces. En 1988, un habitual de aquel lugar, el noruego Jan Flatten, le confesó su amor y contrajeron matrimonio. Este nuevo marido levantaba el codo más de lo debido y fue causa de que Rosa María cayera de nuevo en el turbio mundo del alcohol. Años difíciles, en los que sobrellevaba su existencia con subidas y bajadas de autoestima. Seguía cantando, aunque ya muy alejada de sus años de triunfo, cuando era reconocida por la crítica y el público. A todos esos malos momentos hubo de agregar más tarde la enfermedad de su hijo Manuel, que sufrió aneurismas cerebrales. Lo que ya desbordó la capacidad de aguante de Rosa María Lobo fue el suicidio de su primogénito, en la madrugada del 19 de agosto de 2000. Sumen ustedes todas las desgracias antedichas y, francamente, la biografía de esta mujer parece pertenecer al más triste argumento de una amarga telenovela. Con el apoyo de su otro hijo, Manuel, Rosa María volvió a levantarse, a confiar en que su suerte, por lo contado tan esquiva, podría cambiar de la noche a la mañana. No fue así. Lejos de su Asturias querida, con la nostalgia siempre presente, se instaló en los últimos tiempos entre Alicante y Murcia. Cantando cuando podía y la contrataban y ganándose el pan con dificultad. Aunque sin perder jamás ni la dignidad ni la confianza en sí misma; hablando con los demás siempre dulcemente y sin recrearse en su fatalidad. Quedándose con sus penas dentro de sí. No quedó ahí la cosa, pues en 2012 atravesaba un delicado periodo de salud, a la espera de que le trasplantaran el hígado, lo que felizmente ocurrió un año después en el hospital de la capital murciana. Aunque ella acusara después las consecuencias de su enfermedad.

Y así llegamos al presente, cuando Manuel León, su hijo, es profesor de la Escuela de Música en el Ayuntamiento de Alhama de Murcia. Y que colabora como guitarrista en actuaciones y grabaciones de su madre, ayudándola cuanto le es posible. Con los homenajes que Rosa María Lobo ha recibido en Asturias en los últimos tiempos y esta reciente aparición de su precioso doble disco, está muy esperanzada y feliz. Nos gustaría que algunos empresarios le echaran una mano. Todavía tiene mucho que decirnos, con su magnífica voz, esta maravillosa mujer que, pese a tantas desgracias acumuladas, apenas se queja, habla bien de cuantos la rodean y piensa que mañana puede ser un día mejor. Viene a repetirnos el leit motiv de su más conocida canción: "Viviré".

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