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Cuando Obama visitó a Antonio Banderas en su casa

Tal y como ha confesado Antonio Banderas, Bill Clinton también compartió mesa y mantel.

Tal y como ha confesado Antonio Banderas, Bill Clinton también compartió mesa y mantel.
Banderas, en la cena oficial de 2009 | Cordon Press

Aprovechó muy bien Antonio Banderas las dos semanas que permaneció en España, de procesiones en la Semana Santa malagueña como costalero y cofrade en la Hermandad del Cautivo, dando los últimos retoques a la casa que se ha comprado y que compartirá con su único hermano, a la vez que en Madrid mantenía encuentros con diversos periodistas para promover una de sus últimas películas, Altamira, en su papel de Marcelino Sautuola, descubridor de las cuevas rupestres santanderinas. Una de las cosas que me llamaron la atención de él, evocando algunos aspectos de la vida en los Estados Unidos fue su encuentro con el Presidente de la nación más poderosa del mundo: "Obama estuvo en mi casa cuando inició su segunda campaña electoral",

La casa de Antonio Banderas que compartía con Melanie Griffith es una mansión de estilo renacentista italiano y al divorciarse, la pusieron en venta por la mareante cifra de quince millones de euros. Situada en un privilegiado valle de Los Ángeles, hasta allí acudió el primer mandatario norteamericano. Anecdóticamente, los organizadores de esa visita convinieron con el Presidente y el actor español una contraseña, a efectos de seguridad: "El Zorro". Recordarán que es el personaje de leyenda que Antonio Banderas protagonizó cuando ya era muy reconocido en Hollywood. Los asesores de Barack Obama qué duda cabe estaban al corriente de la influencia de nuestro compatriota entre las familias hispanas de los Estados Unidos y el motivo de aquella reunión no era otro que compartir con Antonio Banderas como anfitrión un encuentro con centenar y medio de líderes latinos, que contribuirían con agrado a apoyarle al comienzo de su segunda campaña presidencial. Todo esto resulta natural en ese inmenso país.

Nada que ver con aquellas apariciones de nuestros cómicos con el peor Presidente de nuestra historia, una "troupe" bautizada como "los de la zeja", así con zeta, como el apellido de quien es mejor no nombrar. Y Obama ha tenido siempre la deferencia de invitar a Antonio Banderas a algunas fiestas en la Casa Blanca, lugar que no era desconocido para éste: ya estuvo cenando anteriormente una vez con Bill Clinton en una memorable velada, acompañado de Melanie y aquel también de Hillary. Mesa y mantel para cuatro. Y en un aparte, Presidente y galán compartiendo confidencias, como la que Clinton le susurró, acerca de que las paredes oyen, incluso en las habitaciones privadas de aquella residencia. Antonio se sintió aquella noche inmensamente feliz porque admiró siempre a Clinton y éste le contó algunos secretos, que por supuesto entendió eran "off the record". Por mucho que dudara cómo presentarse, qué decir, pensó lo más sensato, muy agradecido: "No se rechaza una invitación del Presidente de los Estados Unidos".

Banderas, con la reina Sofía y Hillary Clinton | Cordon Press
¡Quién iba a decirle a aquel joven de diecinueve años que se vino a Madrid con quince mil pesetas en los bolsillos, persiguiendo la gloria como actor, que estaría sentado un día con un Presidente norteamericano! ¡Y el hambre que pasó cuando se esfumaron sus ahorros! Subsistía, dicho por él mismo, "gracias a un camarero, del que me hice amigo, que me proporcionaba un bocata y una cerveza diariamente". Ahora, ya saben que divorciado, pareja de una belleza nórdica llamada Nicole Kimpel, reside cerca de Londres, en una casa de moderna arquitectura funcional que ha adquirido en Surrey, aunque eso no signifique que haya definitivamente desertado de Nueva York.
Lo que ocurre es que ya ha cumplido una etapa cinematográfica tanto en Hollywood como teatral en la Gran Manzana y en adelante quiere dosificar sus trabajos en las pantallas norteamericanas. Le apasiona en la actualidad su paso por una escuela londinense de diseño, la Central Saint Martins para llevar a cabo su inmediato proyecto: la salida al mercado textil de su primera colección de prendas de vestir, lo que sucederá en agosto próximo, cuando por esas calendas cumpla cincuenta y seis años. Trajes de otoño-invierno absolutamente todos ellos producto de su imaginación, aunque tenga colaboradores ya avezados en ese negocio. Que no es el único que mantiene con sus muchos millones bien invertidos. Su nombre, además, continúa vinculado a la firma catalana de perfumes Puig.

Quiere venir más a menudo a España, sobre todo a Málaga, donde ya decíamos al principio ha podido dar el visto bueno a los últimos arreglos a su vivienda cercana a la plaza de la Merced. Donde está la Casa-Museo de Pablo Picasso. Por cierto: el proyecto para llevar a cabo una película sobre los días en los que el genio planeó en su estudio parisiense su famoso y discutido cuadro "Guernica" y sus amores con Dora Maar, ya está muy adelantado, pues se retrasó desde hace un par de años. Que no se haya empezado a rodar antes se debe a problemas en la financiación con una de las coproductoras. Antonio Banderas ha confirmado haberse comprometido con un productor mexicano, que era el último eslabón para que el filme pueda iniciarse, aunque probablemente ello no sucederá hasta finales de este año, o mejor la primavera de 2017. Se mantiene el nombre de Carlos Saura como director, con quien ya el actor hizo Los zancos y Dispara. Que Antonio Banderas no tenga parecido físico con Picasso no le preocupa: son más importantes otros detalles para interpretarlo.

Y entre los diseños de sus vestidos y posibles contratos que le surgieran no pierde esperanzas de escribir algunos guiones, ponerse otra vez a dirigir y que en su ciudad natal pueda patrocinar una compañía de actores aficionados y otras actividades culturales para devolver así a sus queridos paisanos lo mucho que recibió de ellos en sus principios, cuando participaba en las funciones del teatro ARA (acróstico de su fundadora, la aristócrata Ángeles Rubio Argüelles, que fuera esposa de Edgar Neville). En el caso de Antonio Banderas no cuenta aquel aserto de que nadie es profeta en su tierra.

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