
Sorpresa en el mundillo taurino: la reaparición de Cristina Sánchez, retirada en 1999, que pisará el ruedo de la plaza de Cuenca durante las fiestas de San Julián, el próximo 20 de agosto, acartelada con dos máximas figuras: Enrique Ponce y Julián López el Juli. La idea, en principio, de la popular torera madrileña es hacer el paseíllo esa única tarde. El motivo que la ha llevado a anunciarse en ese festejo es de carácter benéfico, a favor de una entidad que lucha contra el cáncer infantil, radicada en el Hospital Niño Jesús, de Madrid. Y como en el caso que les contamos semanas atrás de Ortega Cano, nos preguntamos si esos retornos podrían significar su vuelta a vestirse de luces más días. No cabe duda que el gusanillo del toreo, los aplausos, la popularidad recobrada… y una oferta económica golosa son factores a tener en cuenta. Aunque en el caso de Cristina ella dice que no tiene preocupaciones económicas.
Cristina Sánchez toreó por última vez en público el 12 de octubre de 1999 en la Monumental de Las Ventas, después de una dura carrera iniciada como novillera seis años atrás. Nacida en Parla (Madrid) en 1972, tuvo el apoyo de su padre, bombero de profesión y también banderillero, quien ejerció de apoderado suyo y luego de mozo de espadas. Triunfal fue su alternativa en Nimes, el 25 de mayo de 1996, de manos de Curro Romero y en presencia de José María Manzanares (padre). El veterano maestro sevillano, cuando intercambió los trastos de matar siguiendo el rito de la alternativa, le dedicó a la nueva matadora estas palabras: "El toreo es acariciar y como las mujeres acariciáis muy bien, vas a tener mucha suerte". Pero aunque demostrara no sólo valor sino técnica y arte, Cristina Sánchez tuvo que luchar con un enemigo si no tan peligroso como el toro sí desde luego inexpugnable: el machismo de la mayoría del escalafón taurino compuesto sólo de varones, que le negaban el pan y la sal. Prácticamente ninguna de las figuras del grupo especial quería hacer el paseíllo junto a ella. Se dio el caso de Jesulín de Ubrique, tan seguido por la clientela femenina, que sólo ya casi al final de la carrera de Cristina aceptó a regañadientes alternar con ella en algunas plazas, aunque le pidiera excusas. Sólo entre los matadores más conocidos surgió Manuel Díez el Cordobés, que se ofreció, sin condiciones, a torear mano a mano con ella las corridas que hicieran falta.
Por cierto que alguien del entorno de ambos los empujó a simular un romance, con visos publicitarios: algunas publicaciones "picaron", divulgando un falso noviazgo. Hasta entonces, Cristina Sánchez únicamente había tenido dos relaciones sentimentales. La primera con alguien relacionado con los toros, un amigo de la infancia que también soñaba con triunfar en los ruedos. Mantuvieron un noviazgo de cuatro años, que se rompió cuando ella estaba muy pendiente de su carrera y no le convenía distraerse con nada ni con nadie. La segunda vez que se enamoró, estando en activo como torera, fue con un hombre ajeno al mundillo taurino, de otro país. Cristina llevaba un año de alternativa, concentrada en su profesión, lo que no impediría vivir un apasionado amor. Pero no quería que se divulgara aquel idilio; estaba obsesionada por si un fotógrafo la veía amartelada con aquel novio que la amaba. Y él se cansó de aquella situación, al tiempo que también ella se sentía desilusionada… por culpa de los toros, de la atención que se precisa cuando se juega con la muerte en cada plaza.

Pero el amor le llegó por tercera vez. Ahora con alguien que la comprendía muy bien. Porque pertenecía a su misma profesión: un banderillero de origen portugués llamado Alejandro de Silva, que además de convertirse en su prometido sería su apoderado. La boda tuvo lugar hace ahora dieciséis años, el 2 de junio pasado los ha cumplido. Por cierto que el vestido nupcial de la novia se valoró en doce mil euros. La pareja siempre se ha llevado muy bien, unida por el amor y desde luego porque proceden del mismo círculo profesional. Y estaban juntos en el hogar… y en las plazas. Hasta que Cristina Sánchez no pudo más por el veto del que era víctima de sus propios compañeros, que repetimos en gran número no comprendían ni aceptaban que una mujer pudiera ganarse la vida como ellos en una plaza de toros. Y fue cuando se cortó la coleta, hace de esto diecisiete temporadas.
Tiene dos hijos, Antonio, que ya ha cumplido quince años, y Alejandro, de doce. Por nada del mundo desearía que fueran toreros. Les consultó qué pensaban de su reaparición y ellos le contestaron que encantados, porque ni la han visto torear en una plaza ni siquiera en vídeos. Y en esos años que siguieron a su despedida, Cristina Sánchez "mató el gusanillo" retransmitiendo algunos festejos para una cadena autonómica de televisión; o participando de vez en cuando en programas de la pequeña pantalla. Quien fuera peluquera antes de dedicarse a los toros no quería por nada del mundo estar ociosa. Así es que comenzó a hacer diseños de ropa hasta registrar la firma de su nombre en un negocio de modas, que continúa manteniendo.
De su futuro inmediato en los ruedos sólo ella lo decidirá si el próximo 20 de agosto triunfa en su reaparición y algún empresario le firma una exclusiva ventajosa de veinte corridas. Podría ser…