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Diego El Cigala ya tiene un nuevo amor, de quien espera un hijo

El cantaor, abuelo de varias nietas, se ha consolado con una jerezana llamada Dolores, a la que se conoce como Quina.

Había perdido a su mujer en el verano de 2015. Amparo Fernández llevaba veintiséis años de convivencia con Diego el Cigala y un cáncer se la llevó para siempre cuando él se hallaba de gira, lejos del hogar fijado hace pocos años en la República Dominicana. Padres de dos hijos, Diego y Rafael. El cantaor, abuelo de varias nietas, se ha consolado pronto al encontrar un nuevo amor, la jerezana Dolores, a la que llama Quina, y de quien espera un tercer hijo. Con ella ha vuelto a encontrar la felicidad en su casa de Punta Cana, donde por el momento piensa seguir viviendo, aunque de vez en cuando le sacuda la añoranza y vuelva a Madrid, su ciudad natal. Donde vino al mundo el 27 de diciembre de 1968; luego cumplirá dentro de un mes cuarenta y ocho años.

Se llama realmente Ramón Jiménez Salazar. Lo de Diego, nombre que finalmente adoptaría, le viene de cuando lo llevaron a bautizar y allí delante de la pila, hubo una disputa familiar, que es algo que al menos antes ocurría de vez en cuando: un pariente que se empeña en que el neófito se llame como un antepasado, y otro que le dice que en el Registro Civil ya figura con otro apelativo. La insistencia del pesado tío se impone. Y así ha sucedido que en la Iglesia a uno le pongan un nombre, y en el Juzgado otro. El padre de Diego, José de Córdoba no pasó de ser un "cantaor" del montón en los "tablaos" flamencos madrileños, y la madre, Aurora Salazar, era hermana de Rafael Farina. Lo del mote se lo pusieron al chico unos amigos de la familia, los hermanos Losada. Diego el Cigala ya no es un artista totalmente flamenco, pese a sus raíces inequívocamente gitana, sus ancestros, su arte de siempre. Se ha vuelto más ecléctico desde que grabara "Lágrimas negras" y otras canciones caribeñas con el mítico Bebo Valdés. Fue el punto de arranque para él de una nueva visión musical, un repertorio variado en el que entran boleros, tangos y ritmos afrocubanos.

A quien fue su mujer, le ha dedicado su último disco, "Indestructible". Precisamente cuando lo grababa, sucedió la muerte de Amparo. Y él sostiene que en su voz nota la emoción y la pena de aquellos dramáticos momentos. "Indestructible" tiene sonidos de salsa, pero sin perder nunca un acento flamenco, al que Diego no piensa renunciar nunca. Han participado en la realización del álbum artistas relacionados un día con la Fania All Stars, de la que salieron tantas estrellas; y un inspirado Jorge Santana, hermano de Carlos, con su guitarra eléctrica. También Oscar D´León. Y así se escuchan sones montunos que sorprenden cuando los interpreta alguien que como Diego el Cigala llegó tarde a su conocimiento de esas músicas, pues desde muy niño estuvo siempre familiarizado con las bulerías y el cante jondo. La salsa… de un flamenco en su salsa. En el contenido de "Indestructible" sobresale su peculiar versión de "Se nos rompió el amor", la balada que diera a conocer Rocío Jurado; "El ratón", "Moreno soy"… Piezas de Ray Barreto, Tito Curet, René Touzet… El título de "Indestructible" se eligió al incluir en el disco el tema así llamado que estrenara en los años 70 el gran percusionista y compositor Ray Barreto.

Para este trabajo el "cantaor" madrileño tuvo que desplazarse por varios estudios de La Habana, Miami, Nueva York, Puerto Rico… Y es que Diego el Cigala ya es un artista internacional, que sigue estándole agradecido a Bebo Valdés cuanto aprendió a su lado. A él le dedica el guaguancó "Fiesta para Bebo", que le ha compuesto el pianista del cantaor. Con "Indestructible" como repertorio esencial se pasea estos días por escenarios americanos. Nueva York, Los Ángeles, San Francisco, San Diego, Vancouver, para volver a España en diciembre donde se le espera en Madrid, Barcelona, Málaga y Sevilla.. En esa gira por los Estados Unidos y Canadá no tenía pensado arrancarse por palos flamencos: no lo comprenderían, seguramente, quitando algún que otro número. Por lo que tendremos que acostumbrarnos a escuchar a un salsero gitano, quien confiesa no tener ni puñetera idea de cómo bailar lo que ahora canta. Ahora que en suelo español, máxime si está en Andalucía, puede que haya espectadores que le inciten a recordar sus ancestros. Pero él siempre marca distancias según donde se encuentre y la propia naturaleza de cada actuación.

Lo recuerdo hace años, por ejemplo, en un festival flamenco en Almería. Cantó por lo derecho, para los cabales, y cuando alguien del público lo invitó a que interpretara su ya sobado número de "Lágrimas negras", se negó. Hizo entonces bien puesto que había sido contratado para uno de los certámenes flamencos más importantes.

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