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Ana Belén sigue soltera: no está casada con Víctor Manuel

La actriz, que recibe el sábado el Goya de Honor, fue la primera en España en rodar un desnudo parcial.

La actriz, que recibe el sábado el Goya de Honor, fue la primera en España en rodar un desnudo parcial.
Ana Belén y Víctor Manuel | 'Cordon Press'

Recibe Ana Belén este sábado, 4 de febrero, el Goya de Honor. Se le había resistido obtener algún año el más importante galardón de nuestro cine, cuando fue candidata por sus interpretaciones en El vuelo de la paloma y La pasión turca; también cuando dirigió por vez, y hasta ahora última vez la película Cómo ser mujer y no morir en el intento. Justo es que ahora la Academia se haya acordado de ella, y a semejanza de lo que hacen en Hollywood con los "Oscar" le sea reconocida su interesante filmografía, que asciende a cuarenta títulos; el último no precisamente glorioso, después de que permaneciera ¡doce años! ausente de las pantallas: La Reina de España. Donde curiosamente lucía un modelo estrenado por la mismísima Ava Gardner en La condesa descalza.

Dejando al margen su intensa dedicación al teatro y a la música evocaremos su faceta cinematográfica, que inició en 1965, cuando sólo contaba catorce años y la contrataron para protagonista de Zampo y yo, junto al veterano Fernando Rey. Trataban los productores, Leonardo Martín y Benito Perojo (quienes encomendaron la dirección a Luis Lucia) convertirla en otra niña prodigio, puesto que era cantante, y que rivalizara con los ya taquilleros Joselito y Marisol. Empeño fracasado puesto que el filme resultó un fiasco. Pensaban aquellos mentores en llamarla María José, pero finalmente a María del Pilar Cuesta Acosta acabaron bautizándola artísticamente como Ana Belén. De común acuerdo con sus padres, que la representaban al ser menor de edad, deshicieron el contrato para rodar otras tres películas más. Y ella se dedicó entonces a la escena, bajo el magisterio de Miguel Narros. Volvió a colocarse ante las cámaras seis años más tarde cuando rodó Españolas en París, a las órdenes de Roberto Bodegas, interesante su historia de una chica "au pair" que en calidad de criada vive una temporada en la capital francesa. Máximo Valverde, el galán, confesaría que aparte de los besos "de película" no pudo conquistarla fuera del rodaje. Ella no se dejó. Además, tenía novio, cuyo nombre nunca lo hizo público.

Por entonces aún no era muy conocida y las revistas rosas "pasaban" de ella. Sería un año después cuando rota aquella relación Ana Belén se enamoró del cantautor Víctor Manuel, con quien protagonizó dos películas, Morbo (donde se fraguó aquel romance) y Al diablo con amor, que no añadieron nada especial a su carrera. En cambio, fechada en 1974, El amor del capitán Brando, de Jaime de Armiñán, sí que le reportó un éxito de crítica y sobre todo de espectadores; dos millones de ellos que pasaron por taquilla, probablemente alertados de que la atractiva actriz madrileña mostraba sus pechos sin disimulo. Algo no contemplado hasta entonces en nuestras pantallas. Así es que, siquiera anecdóticamente, Ana Belén pasaría a ser la primera que exhibía un desnudo parcial. En 1975 le ganó en ese sentido María José Cantudo cuando enseñó frontalmente sus encantos. En adelante, aquella tendría ocasión de aparecer tal y como vino al mundo, filmada desde distintos ángulos, en una veintena de películas. Y no es que pretendamos asociarla como musa del destape. Ella siempre adujo que, si se mostraba en cueros en algunas escenas, lo era porque el guión así lo exigiera, sin que su trabajo se acentuara en las imágenes eróticas. Lo que no quita para que manifestara lo siguiente, en una biografía que editó la multinacional Sony Music: "Te dicen que tienes que desnudarte, que no te preocupes, y te metes en la cama, pero al iniciarse el rodaje notas que una mano se desliza cautelosamente por debajo de las sábanas y va tirando de las sábanas hasta dejarte al descubierto del todo". Es lo que ocurrió, por ejemplo, en Cuentos eróticos. Mejores o peores, en aquellas cintas donde se desnudaba siempre prevalecía el talento interpretativo que habitualmente le ha acompañado.

No se ha servido nunca de la frivolidad para ser una de nuestras más grandes estrellas. De ese listado en el que apareció ligera de ropa o sin ella conviene destacarla en Vida conyugal sana, Jo, papá, La oscura historia de la prima Montse, Divinas palabras, La corte de Faraón, Demonios en el jardín, La colmena… Pero hay tres títulos que merecen subrayarse, siquiera porque rozaron el escándalo y acaso algunos o muchos de nuestros lectores no los conozcan ni tengan la más mínima referencia de ellos. El primero, La petición, donde rodó una de las secuencias más tórridas del cine de entonces, 1976, junto a Emilio Gutiérrez Caba, ambos en la cama y sujetos a la estricta observancia y dirección de Pilar Miró. Ana Belén tuvo que verter cera ardiendo de una vela sobre el cuerpo desnudo de Emilio. Erotismo de elevadísimo voltaje. Sadismo puro. Naturalmente la escena pudo haberse fingido de varias maneras, pero la realizadora quería que sus dos protagonistas fueran lo más veraces posibles. Emilio, que es un buenazo, siguió siendo gran amigo de Pilar, pese a aquella tortura. Lo de menos fue otra escena en la que ésta ordenó a Ana Belén que lo abofeteara con todas sus fuerzas. El pobre Emilio llegó a perder el conocimiento. Cinema verité, que dicen los franceses.

Otra cinta de Ana Belén con una variante sexual fue La criatura, de Eloy de la Iglesia, aberrante historia que figura en lo peor de este realizador en donde la protagonista, ignorada por su esposo, no tiene otra ocurrencia que servirse de un perro lobo para acceder a sus fantasías sexuales. ¿Por qué protagonizó aquel guión de más o menos explícita zoofilia, que rozaba desde luego lo auténticamente pornográfico? Es de 1977, y constituyó uno de sus mayores errores. Un engendro, una mancha en la filmografía de esta actriz, a la que ya por entonces se la etiquetó como "la más deseada del cine español".

Y para completar estas citas de las películas más eróticas en las que ha intervenido Ana Belén ninguna otra más significativa que La pasión turca, que Vicente Aranda dirigió en 1994 en una versión libre de la novela homónima de Antonio Gala, al que no le gustó nada. En principio, el papel estaba pensado para Victoria Abril. El de aquella provinciana Desideria que desde su rincón castellano, dejando a marido y familia viaja de vacaciones a la capital árabe y se rinde ante los encantos de un guía turístico. Es ella la que lo busca incesantemente. Bromeaba la actriz con su compañero de reparto, el galán Georges Corraface: "Escucha, aquí en el guión dice que Desideria y Yammem, copulan. ¡Vamos a copular, Georges".

Evidentemente nada tenían que ver las secuencias cinematográficas, por muy eróticas que fueran, con la realidad. No se tienen noticias de que Ana Belén le haya sido infiel a Víctor Manuel. Con el que, dicho sea de paso aunque el asunto pueda parecer chusco, lejos de toda actualidad o lo que ustedes quieran, ¡no está casada! Como lo leen. No es ninguna broma. Contrajeron matrimonio civil en Gibraltar el 13 de junio de 1972. Pero jamás legalizaron los papeles que pudieran reconocer aquel enlace. Oficialmente, continúan solteros. Entonces, en España no estaba reconocido el divorcio, y por tanto la única posibilidad de ser marido y mujer era pasando por la vicaría. Y no lo hicieron. Por no tener, no poseen fotografía alguna de aquella ceremonia en el Peñón. Como les ha ido bien en estos cuarenta y cuatro años de pareja cuando alguno ha sugerido celebrar alguna ceremonia que rubrique por contrato su unión ambos están de acuerdo en que "mejor no meneallo, no sea que lo estropeen y acaben tarifando". Sus dos hijos deben sonreírse cuando escuchan algo al respecto. El varón, David, los ha convertido ya hace tiempo en abuelos.

Victor Manuel y Ana Belén dieron en crear una productora cinematográfica, Ion Films, junto a su buen amigo, el excelente director, sobre todo de comedias, José Luis García Sánchez. Y se arruinaron tras financiar once títulos, en cuatro de los cuáles intervino ella; lamenta que no la llamen ya para el cine. Cuestión de edad, que no hay papeles para quien cuenta sesenta y cinco espléndidos años. Lo cual no le ocurre a ella sola en esas circunstancias. No le gustaría retirarse sin haber rodado a las órdenes de Pedro Almodóvar, director que lo intentó dos veces: en Matador y La flor de mi secreto (personaje que finalmente fue a parar a Marisa Paredes).

El cine sigue siendo para Ana Belén una de sus tres pasiones, junto al teatro y la canción. Y esta noche de los Goyas está segura de que va a emocionarse. Porque ese mundo de ficción ocupa su vida desde que siendo muy niña acudía al cine Pavón, cercano a su casa en los alrededores del Rastro madrileño, donde junto a sus dos hermanos, por tres pesetas podía ver películas en sesión continua.

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