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María Valverde, ilusionada con el concierto de Gustavo Dudamel, con su marido, en el Teatro Real

Dudamel tiene el compromiso de dirigir la Filarmónica de Viena –la misma del Año Nuevo– en un evento anunciado como Formentor Sunset Classics.

Dudamel tiene el compromiso de dirigir la Filarmónica de Viena –la misma del Año Nuevo– en un evento anunciado como Formentor Sunset Classics.
Gustavo Dudamel y María Valverde | Gtres

El año 2017 ha sido fantástico para María Valverde, no sólo por su proyección internacional como actriz, a sus treinta años cumplidos, sino fundamentalmente por haber encontrado el amor en la persona de Gustavo Dudamel, venezolano de nacimiento y director de orquesta de fama mundial. El maestro de menos edad en dirigir el pasado 1 de enero de 2017 el Concierto de Viena. En el patio de butacas se hallaba María Valverde, nerviosa, emocionada al asistir a ese evento mundial que siguen millones de telespectadores, pendiente de quien hoy es su marido. Se la veía radiante, con su espectacular belleza, dichosa. No era para menos al sentirse cómplice especial de aquel elegante auditorio, con el público pendiente de la batuta, los movimientos del genial director. Como si quisiera decirles a todos que ese hombre… era su compañero ideal, su gran amor.

Estos días de primeros de año María Valverde cuenta los días, mentalmente, del calendario donde está en Madrid, su ciudad natal. Y es que el 13 de enero va a vivir, si cabe una emoción mayor, o más, en el Teatro Real, donde Gustavo Dudamel tiene el compromiso de dirigir la Filarmónica de Viena –la misma del Año Nuevo- en un evento anunciado como Formentor Sunset Classics; evento que patrocina una cadena hotelera, que concitará la asistencia de abonados melómanos al recinto e invitados de gala. Cita social que supone un acontecimiento y, para María Valverde, ya insistimos, un día que removerá lo más profundo de sus sentimientos. El de una bella enamorada de un joven y fabuloso director de orquesta. Como recordamos en el argumento de más de una película de Hollywood con ese hilo romántico central.

María Valverde reside desde hace meses en Los Ángeles, fundamentalmente porque es la ciudad de residencia de Gustavo, su esposo. Y porque además a ella le supone estar en el meollo de la industria cinematográfica, en un Hollywood que si no es el de hace décadas, es al fin y al cabo donde se cuecen la mayoría de las películas con difusión mundial al igual que las series televisivas. En una de estas, por cierto, tiene mucho que ver Gustavo Dudamel, ya que su figura ha servido de inspiración para los guionistas de "Mozart in the Jungle", de notable audiencia.

Es consciente María Valverde que su reto en Los Ángeles podría ser una quimera; que nada es allí fácil para una actriz europea que, aunque se defienda en el idioma inglés, en principio siempre será para los norteamericanos "una latina", como otras tantas a las que sólo se les proponía papeles secundarios, por lo común de chachas o prostitutas. María Valverde, aunque le avale un "curriculum" cinematográfico, no es aún conocida en los ambientes hollywoodenses. Qué duda cabe que, al margen de su talento, ha de ayudarle socialmente y en los medios informativos, su unión matrimonial con Dudamel. Y aunque ella no desea apoyarse en la fama de su marido, la realidad, por ahora, es ésa.

Su vida en Los Ángeles le recuerda un poco cuando se marchó desde Madrid a Londres en 2014 a comenzar de cero su vida artística, apenas sólo con una maleta y millones de ilusiones. Aprendió bastante el idioma. Y sentía eso que los gallegos llaman morriña, y saudade. O sea, nostalgia para que la entendamos, que se acentúa en los alrededores de Hollywood donde ahora pasa gran parte del año, cuando no le ofrecen contratos en Europa. Dice que recorre lugares que le recuerdan algo a España, como Santa Bárbara, va a Carmel (la ciudad de la que un día fue alcalde Clint Eastwood), a Palm Springs, donde tenía su mansión Frank Sinatra, o a San Francisco, que le encanta cuando circula en coche por sus empinadas calles. De una manera tierna e ingenua, la carabanchelera echa de menos su época juvenil cuando se desplazaba en Madrid a través del "Metro". Ahora, no, claro: viaja en un automóvil de alta gama, porque en Los Ángeles, harto sabido es que es preciso utilizarlo. Cuando puede, en los alrededores de su casa o en la mínima ocasión que se le ofrece, elige un sitio donde poder andar. Porque la vida diaria no es ni de lejos como la que llevaba, notoriedad aparte, en la capital de España, y aquí vuelve cuando le es posible. Donde desearía vivir más tiempo, pero… las circunstancias mandan, como su deseo de acompañar a su marido a cuantos conciertos les sean posible ir en todo el mundo, y a sus rodajes como actriz de prometedora carrera internacional.

En este año fue protagonista de un filme francés, Plonger. En otoño se estrenó "Nuestra vida en la Borgoña", en un breve papel pero intenso drama familiar. María Valverde es mujer sensible, que se entrega a la amistad y al compañerismo con el equipo de sus películas. Le ha pasado siempre, desde su afortunado debut en 2003, con La flaqueza del bolchevique, y su no menos "rol" en La mula, donde por cierto se enamoró, fuera del rodaje, de su protagonista masculino. Ahora, más madura, tras unas experiencias sentimentales algo fugaces, se encuentra estable y feliz, sin las angustias y dudas de ayer respecto a su futuro artístico y familiar. Comparte con Gustavo Dudamel, muchas cosas, porque él es asimismo un hombre sencillo, sensible, cariñoso, que la alienta por supuesto a escuchar la mejor música clásica. No era María Valverde, como tantas jóvenes de su edad en España, muy proclive a tener conocimientos del bel canto, la música culta; se sentía más próxima al pop de su generación. Lo que ahora sabe conjugar sin demérito de ningún género musical. Y en el terreno puramente hogareño, María Valverde también se muestra comprensiva y afectiva hacia el hijo que tuvo Gustavo en una anterior relación.

Por todo lo contado, 2018 se le abre a María Valverde lleno de buenos augurios.

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