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El marido que se perdió lo mejor de Olga María Ramos

Cuando su marido la dejó ella se dedicó a cantar, junto a su madre. 

Cuando su marido la dejó ella se dedicó a cantar, junto a su madre. 
Olga María Ramos | Patricia Fotógrafa

Tiene la madrileña Olga María Ramos una biografía sentimental y artística que pudiera contener el argumento de un bolero melodramático o puede que también el de un cuplé, de los muchos que ella interpreta con vehemencia y gracia castiza.

Azafata de Iberia, culta, dominando varios idiomas, guapa, alta, de buen tipo, se casó muy enamorada. De un tipo que, al final, no la merecía. Tuvieron tres hijos. Pero el caballero tenía una vida propia lejos de cualquier responsabilidad familiar. Se fue a comprar tabaco y… Olga María Ramos, pese a la situación en que la dejó su esposo, prefirió sacar fuerzas, no venirse abajo y ganarse la vida cantando. Ahora, cuando alguien le pregunta por su estado civil, responde con su habitual gracejo: "Soy la viuda… de un vivo". Porque él no estaba muerto, no, no, que estaba de parranda, como interpretaba el rumbero Peret. Y tuvo la ironía de componerle –porque Olga María también es autora de canciones- una ranchera en la que reza su estribillo: "Por tonto, te perdiste lo mejor". Y es que cuando surgió aquella ruptura, la madrileña castiza gozaba de una exultante juventud y una incontestable belleza.

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Con el paso de los años, Olga María ha dejado ya de lamentarse de aquel abandono marital, si es que alguna vez se mostró desfallecida al respecto. Orgullosa está de haber criado a tres chicos maravillosos, ya es abuela –joven abuela, todavía- y de mantenerse en activo como la última grande del cuplé, la que sostiene y divulga un género de ayer.

Al dejar de volar como azafata y tras superar su infortunado matrimonio, ya decíamos que debutó como intérprete de cuplés y boleros. Sólo tenía una experiencia juvenil, como integrante del cuarteto musical femenino Las Akelas. Llegaron a grabar un disco. Pero los padres de la neófita cantante no estaban por la labor de que su única hija se dedicara "al artisteo". Y la obligaron a desistir de ese deseo. La madre, con estudios musicales, violinista, estupenda intérprete de cuplés que durante años mantuvo la llama de ese género periclitado: Olga Ramos. Hasta mantuvo un local en el madrileño barrio de Chamberí dedicado a evocar las pícaras y románticas canciones de principios del siglo XX. El marido de Olga, músico, apodado "El Cipri", desprendía casticismo por todos sus poros, cuando hablaba con sílabas marcadas propias de un sainete de Carlos Arniches, o bien componiendo chotis. Es natural que la hija de esta pareja, Olga María Ramos, heredara esa afición a mantener algunas tradiciones. Y entre ellas, la del cuplé, que ella con destreza, buen gusto, afinada garganta, desgrana al ir repasando títulos inolvidables que, allá por la llamada "belle-époque" estrenaron míticas figuras, como La Fornarina, La Chelito, Raquel Meller, Mercedes Serós, Mary Focela, La Goya…. Grandes cupletistas siguiendo la tónica francesa de la picardía y el desnudo de sus cuerpos o recurriendo al romanticismo, popularizaron desde "La Pulga" sicalíptica como la calificaron los hermanos Quintero o bien "La Violetera", "El Relicario", "Nena", "El pulverizador", "Sus pícaros ojos", "Flor de té", "Rosa de Madrid"…. Un ramillete de esos títulos son los que acaba de grabar Olga María Ramos, durante una de sus actuaciones en directo con el solo acompañamiento de un pianista. Así destaca, poderosa, su hermosa voz.

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Desde hace siete años Olga María Ramos actúa todos los viernes, al atardecer, en un pequeño pero coqueto teatro del barrio madrileño de Prosperidad. Viene a ser como aquel desaparecido "Las Noches del Cuplé" donde empezó su carrera musical al lado de su madre, Olga Ramos, a la que con motivo de su próximo centenario, Olga María ya está preparando un homenaje que, entre otras actividades, partirá de una mesa redonda en la Biblioteca Nacional acerca del cuplé, aquel género que cantara Manuel Machado, que tuvo sus días de gloria entre finales del siglo XIX y primeros años 30, luego desplazado por la copla andaluza. Que resurgió hacia 1953 con el programa radiofónico "Aquellos tiempos del cuplé", popularizado por Lilián de Celis, y tendría su espectacular continuación cuatro años más tarde con la película de Sara Montiel "El último cuplé". En la actualidad, Olga María Ramos, además de esas actuaciones las tardes de los viernes, no falta a ninguna de las citas castizas, llegadas las fiestas madrileñas de San Isidro o la Virgen de La Paloma, cuando despliega su arte en la plaza de las Vistillas. También es reclamada desde otras capitales españolas. Y va al menos una vez a México, en cuya capital es aclamada cuando entona un chotis marchoso o un bolero de Agustín Lara. Ya decimos: con ella, Olga María Ramos, el cuplé aún puede decirse que sigue vivo.

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