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El intento de violación que silenció Carmen Sevilla

A Carmen Sevilla quiso violarla un director de cine norteamericano.

A Carmen Sevilla quiso violarla un director de cine norteamericano.
Carmen Sevilla | Archivo

Setenta largos años se han cumplido desde que Carmen Sevilla debutara en el cine. Nunca pensó que un día sus recuerdos se irían desvaneciéndose de su memoria hasta quedar sepultados por "el mal de Alzheimer", que la tiene recluida en un sanatorio a las afueras de Madrid sin posibilidad ya de recuperación. Su único hijo defiende la intimidad de quien fue una de las estrellas más populares del cine español, impidiendo que nadie pueda visitarla, a pesar de la insistencia periódica de algún pelmazo que se atribuye una familiaridad con ella y consigue llevarle ramos de flores semanalmente. Pero Carmen no reconoce ya a nadie, apenas incluso a Augusto.

Hay un episodio en su vida poco conocido, pues ella se encargó en su día de silenciarlo: un intento de violación. Fue cuando protagonizaba una coproducción hispano-francesa con el actor cómico Fernandel, aquel que tenía "cara de caballo" y era ídolo de sus compatriotas. Dirigía el norteamericano John Berry y el título era El amor de don Juan, fechada en 1956. Fuera del rodaje se estableció una corriente de mutua simpatía entre ambos. Berry tenía entonces alrededor de cincuenta años, en tanto la sevillana sólo contaba veintiséis. Se encontraban en París y una noche John invitó a Carmen a cenar en el piso que aquél disponía en las cercanías de Nôtre-Dame. Ella llegó a su cita, embutida en un espectacular abrigo de visón, en la creencia, tal y como le había dicho su anfitrión, que habría más invitados. Pero, no: estarían los dos solos.

Calculado encuentro de Berry, que dispuso de un ambiente adecuado: mesa sobre las que iluminaban la estancia unas velas y una música tenue, romántica, para que todo resultara como él había previsto, cual escena sentimental de una comedia. El amigo Berry no se anduvo por las remas y comenzó con un brindis, naturalmente de champaña, a lo que siguió un intento de besuqueo, palpándole la espalda y el trasero sin ningún disimulo, como prólogo de cuanto quería de Carmen: llevarla "al huerto". Pero se resistió, impotente ante la fuerza que desprendía su agresor, con las uñas, dándole puntapiés para evitar ser violada. Por fin, pudo librarse de los brazos de aquel forzudo, una fiera según lo definiría la actriz. Quien puso pies en polvorosa dejando a Berry un tanto maltrecho y desde luego sin haber consumado el acto que pretendía.

En la huida, Carmen Sevilla se dejó en aquella buhardilla parisiense su valioso abrigo, los zapatos y un bolso. Ya en el vestíbulo, a través del hueco de la escalera, comenzó a gritar con todas sus fuerzas, hasta que el maldito Berry se asomó y pudo escucharla, quien le demandaba esas prendas. Hacía frío y no iba a consentir llegar al hotel Jorge V, donde se alojaba, con poca ropa encima y descalza. El abrigo y el bolso, lo dejó caer el fallido violador por ese hueco de la escalera, pero no los zapatos. Cuando Carmen esperaba la llegada de un táxi, Berry bajó, avergonzado, para pedirle perdón. Y ella, quitándose la sangre de unos arañazos que le produjo la pelea, terminó dándole la mano a aquel director, con quien tenía que seguir rodando días después la película ya antes citada.

Desde luego a la actriz no se le pasó por la mente contar a nadie tan sórdida situación, y mucho menos que trascendiera a la prensa. Estaba, quizás, en juego su futuro en el cine europeo y puede que su denuncia no hubiera servido nada más para que la menospreciaran. Afortunadamente, cuando supimos de aquel incidente, Carmen Sevilla confesaba que no tuvo trauma alguno, aunque de haberse consumado la violación, imaginaba que sí habría acusado una lógica desolación.

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