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Enrique Iglesias ya no es el patito feo: vende más discos que su padre

El hijo menor en común de Julio Iglesias e Isabel Preysler cumple 25 años en la música.

El hijo menor en común de Julio Iglesias e Isabel Preysler cumple 25 años en la música.
Enrique Iglesias | Archivo

Cumple estos días de septiembre Enrique Iglesias veinticinco años como cantante profesional, situado como uno de los máximos vendedores de discos entre los intérpretes de habla española con sede en los Estados Unidos. Ha aventajado a su padre en ese récord. Curioso resulta recordar que Julio no ayudó a su hijo menor cuando dio sus primeros pasos en la música. A su popularidad indiscutible Enrique Iglesias añade lo feliz que se siente con su esposa, Anna Kournikova tras casi veinte años de matrimonio, que le ha dado tres hijos, los gemelos Lucy y Nicholas y recientemente una niña, Masha.

La vida de Enrique Iglesias, nacido en Madrid el 8 de mayo de 1975, tercero de los hijos de Julio Iglesias e Isabel Preysler, sufrió un vuelco al cumplir ocho años cuando sus padres, de común acuerdo, enviaron a sus retoños a vivir a Miami, transitoriamente. Decisión tomada después del secuestro del padre del cantante, el doctor Iglesias Puga, felizmente luego liberado. Y en Miami es donde Chabeli, Julio José y Enrique se educaron, en un colegio especial y al tanto de la tata, Elvira Olivares, que ejerció "de madre" varios años en ausencia de Isabel, al igual que "de padre", al que veían muy de tarde en tarde por sus constantes viajes, siguiendo su carrera musical en alza.

Enrique, tras cumplir sus primeros cursos escolares se matriculó en la carrera de Administración de Empresas, que no llegaría a terminar pues estaba decidido a proseguir los pasos artísticos de su progenitor. Escribía letras de canciones y también empezaba a musicarlas. No quería servirse del apellido paterno, así es que por su cuenta y riesgo buscó la manera de financiarse su primera grabación. Gracias a los quinientos dólares que le prestó su niñera, la citada Elvira Olivares, pudo satisfacer su deseo. Aquella modestísima grabación fue divulgándose hasta interesar a una discográfica, Fonovisa, del consorcio Televisa, la potente cadena televisiva mexicana. En principio, sus directivos ignoraban la identidad del joven debutante, quien había adoptado el seudónimo de Enrique Martínez, falseando ser natural de Guatemala.

Julio Iglesias, que nunca quería que sus hijos le hicieran competencia, se vio en poco tiempo con la novedad de que, primero Enrique y mucho más tarde Julio José, determinaban ser cantantes. Puede que a este último le echara una mano pero desde luego no a Enrique, al que en su honor hemos de reconocerle el amor propio, y el talento por supuesto, para iniciar la carrera musical sin el manto protector de quien como Julio Iglesias era ya el más famoso de los cantantes ligeros españoles. Se tomó con filosofía y tranquilidad la irrupción canora de su benjamín, aunque le auguró que no iría muy lejos. Erróneo pronóstico pues de su primer álbum vendió cinco millones de copias en el mercado norteamericano. Asombrosa cifra para un principiante desconocido que, eso sí, amén de hablar español, su lengua nativa, se expresaba con la misma corrección en la sajona. Sus primeras canciones eran Si tú te vas, No llores por mí, Trapecista y, sobre todo, Experiencia religiosa y Vivir. Y en agradecimiento a su tata, la primera que lo escuchó cantar, le dedicó su primer disco.

A día de hoy, los éxitos de Enrique han sido imparables, condensados en estas cifras: sesenta millones de ejemplares vendidos de sus álbumes, de los que veinte corresponden al mercado estadounidense. Con cinco Grammys latinos y una abultada lista de galardones en las vitrinas de su casa de Miami.

Mirando hacia atrás, Enrique Iglesias sentíase muy solo cuando lo llevaron con ocho años a la capital del estado de Florida, lo mismo que sus dos hermanos con quienes siempre se ha llevado bien. Isabel Preysler tenía contacto telefónico con ellos a menudo, pero los tres echaban de menos su compañía, el cariño familiar, pues con los continuos contratos de su padre tampoco recibían de éste el afecto que necesitaban. Así es que era la tata quien los instruía a su modo y manera. Enrique contaba que el divorcio de sus padres apenas le afectó. Razonaba que como su papá siempre estaba fuera de casa, la separación no supuso para ellos mucho dolor. Conforme se iba haciendo mayor, Enrique Iglesias vivió sus primeros amores de adolescente. Y hasta platónicamente se prendó de algunas profesoras. Ya mayorcito, cuando iniciaba su etapa musical salió con Paty Monterola, pero aquello parecía un ardid publicitario. Otra chica, Ana Bárbara, también le interesó un tiempo. Pero ninguna de las jovencitas en su etapa veinteañera le hizo verdaderamente tilín, hasta que conoció a la tenista Anna Kournikova.

Enrique siempre ha sido un chico serio, formal que se decía antes, lo que no impide que entre sus íntimos cuente chistes verdes con mucha gracia. Es sincero y siempre soñó con emparejarse para siempre con una mujer que llegara a su corazón. Detestaba los líos de su padre, sobre los que recordaba que la mujer que más tiempo le duró entre sus habituales ligues fue la venezolana Virginia Slip, a la que el ídolo apodó La Flaca, quien estaba loca por Julio. Convivieron cinco años, mucho para la fama que siempre tenía de cambiar de pareja al tres por dos. "De papá yo he heredado la misma vocación, pero no nos parecemos en nada y desde luego no seré como él con respecto a las mujeres".

Es incierto que Enrique Iglesias haya proferido críticas hirientes hacia su padre. Lo quiere… pero cada cual en su casa. "No somos uña y carne mas no me quejo de nada respecto a él. Lo que no sucederá es que cantemos juntos. No tenemos nada que ver en ese sentido, tampoco en otros. Somos distintos". Pese a tal declaración, Enrique ha de soportar constantemente en las escasas entrevistas que concede, o en las multitudinarias ruedas de prensa, que le sigan preguntando por la enemistad con su padre y si van a actuar en alguna gala al alimón y grabar algún dueto.

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Se han visto poco los últimos años. Ramón Arcusa recordaba haber asistido a una cena familiar en la festividad de Año Nuevo de 2016 con Julio de anfitrión y sus dos hijos varones. En un ambiente cordial pero al mismo tiempo algo frío, distante, sobre todo entre Enrique y su padre. Parece que se encontraron de nuevo en otra reunión familiar en 2019. Julio Iglesias tenía deseos de conocer a sus nietos y fijó una cita con Enrique y su bella nuera.

Las nuevas generaciones tienen a Enrique Iglesias por uno de sus grandes ídolos. Sus canciones apunta él que responden a experiencias vividas, suelen ser románticas y van directamente al corazón, emotivas. Su vestimenta suele ser informal, destacando una gorra que parece sólo se la quita cuando se va a dormir. Suele ser de su color favorito, azul. No toma drogas, no fuma, no bebe alcohol, aunque le guste tras una actuación nocturna ir a divertirse con sus más directos e íntimos acompañantes. En sus comienzos sus fans le arrojaban muchos peluches al escenario, que él luego enviaba a alguna fundación benéfica infantil. En deportes, sus preferidos son los acuáticos: le entusiasma practicar surf.

Tanto dinero gana que entre sus inversiones está la que hizo junto a Rafael Nadal y Pau Gasol en un restaurante madrileño. Por supuesto está bien aconsejado para que su abultado patrimonio le rinda lo máximo posible, no en vano puede recordar lo aprendido en sus primeros años de Universidad. Dio su nombre a una marca de perfumes. La pandemia, como ha ocurrido a todos, le ha supuesto modificar sus planes de actuaciones, en la confianza de que el año próximo pueda realizar una gira conjunta con Ricky Martin. A España viene poco, menos de lo mucho que él querría, pues echa de menos a sus hermanos, a sus amigos… y a disfrutar de la rica cocina. Pero su vida ya está encauzada en los Estados Unidos y en sus desplazamientos por medio mundo. Y en las fechas que tiene libres nada le gusta más que estar con su mujer (que se retiró del tenis al casarse en 2001) y jugar con sus tres pequeños. Un hombre familiar que a sus cuarenta y cinco años no puede quejarse de esa vida que eligió. Y esa vida no sigue igual, parafraseando al primer éxito musical de su padre, para aquel chico taciturno y solitario que quería abrirse camino por sí mismo. Una lección para aquellos que se escudan en la fama o el dinero de los suyos cuando se independizan.

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