En el universo de la música pop hay ídolos. Y mitos. Estos últimos generalmente son así considerados cuando han muerto, tantos de ellos en trágicas circunstancias. Pero hay excepciones, los hay en vida. Es el caso de Bruce Springsteen, cuya biografía sentimental lo sitúa como un hombre inseguro, que fracasó con su primera mujer, que tanto le amaba. Con la segunda, y no sin problemas, ha alcanzado su trigésimo aniversario de boda. Su gran amor, madre de tres hijos, a la que conoció como corista de su banda, donde continúa cantando y tocando la guitarra. Una romántica historia familiar, sin duda.
Bruce Frederick Josep Springsteen nació en New Jersey hace setenta y un años. Su padre era conductor de autobuses, pero también ejerció de aprendiz en una fábrica de alfombras, al regreso de la guerra, mecánico de la Ford, empleado en una fábrica de Nescafé, en otra de plásticos… Si citamos esa diversidad de oficios es porque a Bruce le marcó siempre la actividad de su progenitor para llevar dinero a casa, sintiéndose siempre él más bien incapaz de imitarlo. Era tímido, débil y su padre no hacía nada más que regañarle y en muchas ocasiones castigarlo por aquella pasividad. Ello llevó al futuro cantante a sentirse en su adolescencia y juventud un incapaz e incomprendido, lo que le afectaría en el futuro. Tenía miedo a su padre, quien acabó padeciendo esquizofrenia paranoide.
Se explica, tras contar lo anterior, que en sus memorias (Nacido para correr) dijera que nunca en la vida había trabajado de verdad, al no probar un empleo manual, o cualquier otro de los que a los cinco o seis días por semana se cobra una paga, como tampoco visitó jamás una fábrica. Lo curioso, razonaba, es que en muchas de sus canciones no hizo otra cosa que escribir sobre esas carencias. Por lo visto, componer música y cantar siempre lo ha considerado Springsteen una diversión, más que un trabajo.
A los trece años se hizo con su primera guitarra, que le costó dieciocho dólares. La segunda se la regaló su madre, gracias a un préstamo de sesenta dólares. Ella comprendía a su hijo y no su padre. Cuando pudo, Bruce se marchó a Nueva York para probar suerte en alguna banda, después de haber contemplado una actuación de Elvis Presley en el show televisivo de Ed Sullivan.
Aunque sus escarceos musicales se produjeron hacia 1964 es ya a principios de la siguiente década cuando Bruce era el vocalista de la E Street Band, tan unida a su carrera de rockero. Era el líder no sólo en el aspecto puramente artístico sino en el control de las finanzas del grupo. Él cobraba en los lugares de actuación y él pagaba a sus compañeros músicos. De ahí que empezaran a llamarlo "Boss". O sea, el jefe. Mote que se divulgaría en entrevistas periodísticas hasta ser de conocimiento público mundial. A partir de su álbum Born in the USA, Bruce Springsteen alcanzó una dimensión musical extraordinaria, llegando en una decena de ocasiones a encabezar el hit parade norteamericano, lo que aparte de Los Beatles no había conseguido nadie de su especialidad. Born to run fue uno de esos títulos ya clásicos en su repertorio.
Al principio de aquel sensacional triunfo, Bruce Springsteen, que había llevado una vida algo despendolada, con ligues de quita y pon, pensó que debía casarse para ordenar sus pasos y no acabar siendo víctima de las drogas y el alcohol. La mujer que eligió era una actriz y modelo llamada Julianne Phillips. Él contaba treinta y cinco años; un hombre con mucha experiencia. Y ya famoso. Julianne fue su fiel esposa, lo adoraba. Pero cuatro años después de la boda, en 1989, Bruce se cansó y le pidió el divorcio. "Le fallé como esposo". Probablemente se aburría con ella, por su sumisión, porque no era una mujer de mundo. Estuvo un tiempo creyéndose causante de esa ruptura, de haber sido injusto con Julianne; le supuso por otra parte una contradicción: pensaba que había sido culpable de la desgracia de ella, mientras la memoria le traía amargos recuerdos de cuando su padre lo maltrataba a él de niño. Un conflicto que el cantante tardó en resolver mentalmente.
En la banda necesitaban una voz femenina que supiera tocar algún instrumento. Mediante un anuncio eligieron a una pelirroja, Patricia (Patti) Scialfa. Había sido camarera, esperando la oportunidad de cantar algún día. Bruce se enamoró al poco tiempo de ella. Quien le recordó haber hablado por teléfono unos años atrás con él, pidiéndole una oportunidad. Pero entonces era una chiquilla de catorce años y el "Boss" le recomendó que terminara sus estudios. Pronto advirtió él las posibilidades artísticas de la recién llegada a su grupo musical: "Vi en Patti algo diferente, algo que no había experimentado antes con ninguna mujer". Contrajeron matrimonio en 1991. Patti era tres años menor que Bruce. Y paisanos, natural de New Jersey. Han tenido tres hijos. Y en esos treinta años de vida conyugal han mantenido siempre un espíritu de unión y comprensión, no siempre usual entre parejas de cantantes. Salvo los periodos en los que ella estaba embarazada, no ha dejado de actuar en la banda con su guitarra al hombro y su voz en segundo plano. Desde luego ha sido consciente de que el "Boss" lleva la iniciativa y es la estrella. Pero también él, comprensivo, la ha apoyado en los tres álbumes que grabó en solitario.
Los Springsteen viven a una hora de Nueva York en una granja de cuatrocientas hectáreas de terreno donde crían caballos. Así se explica que Jessica, la hija del matrimonio, sea una experta amazona, elegida para el equipo hípico de los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Tokio. Tiene veintinueve años. A España ha venido en dos o tres ocasiones a participar en algunas pruebas. Y su padre la acompañó alguna de esas veces mostrando el cariño que se tienen. Otro de sus hijos es bombero, lo que choca un poco sabiendo que Bruce es millonario, calculándose que tiene una fortuna de doscientos cincuenta millones de dólares. Acciones, propiedades inmobiliarias, restaurantes, una marca de vodka, otra de perfumes, una línea de moda, un equipo de fútbol americano… Así ha invertido el "Boss" buena parte de sus ganancias. Además de la granja citada, el matrimonio dispone de una vivienda en Los Ángeles y otra en Florida. Entre sus aficiones figura la de coleccionista de motocicletas y coches antiguos.
Bruce Springsteen ha pasado por episodios depresivos en su vida que indudablemente le han influido a la hora de escribir canciones. En el fondo siempre ha sido un inconformista, que cuenta lo que le ocurre a su alrededor, en un mundo deshumanizado. No ha sido nunca un cantautor despegado de cuantos problemas nos acechan a todos. Se entrega en sus recitales. Consecuencia de esa pasión es que ha padecido a menudo una dolorosa tendinitis por el esfuerzo constante al pulsar su guitarra. Le operaron de una hernia cervical. No digamos sus problemas de garganta, a causa de los muchos conciertos que programa. Pero se cuida, con una dieta apropiada y unos ejercicios razonables para su edad, setenta y un años.
El "Boss" pertenece a un grupo legendario ya del pop-rock, que lideran Mick Jagger, Paul McCartney y algún otro que se nos escapa. Pocos ya. Un hombre feliz cuando compone y cuando canta. Y que tiene siempre a Patti, su mujer, a su lado, en casa y en el escenario. Y así llevan ya treinta años… La última actuación importante de la pareja y su banda, teniendo en cuenta la pandemia, ha sido en Broadway, Nueva York. Ya saben: el meollo del mundo del espectáculo. En el teatro St. James, calle 44. Y dando prueba de su talento, escogió lo mejor de su repertorio. Y dijo al público: "Estoy aquí para ofrecer una prueba de vida". El aforo, repleto, sin restricciones, sin mascarillas. Eso sí, se tomaron medidas de seguridad, comprobando que los asistentes estuvieran vacunados.