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Marlene Dietrich, símbolo de libertad sexual, amó a hombres y mujeres

El 6 de mayo se cumplen 30 años de la muerte de Marlene Dietrich.

El 6 de mayo se cumplen 30 años de la muerte de Marlene Dietrich.
Marlene Dietrich. | Contacto photo

La guerra de Ucrania trae el recuerdo de la II contienda mundial teniendo ahora al invasor ruso personificado en Putin como un Hitler redivivo. En aquel conflicto sonaba una canción, "Lilí Marlén", que en realidad se había estrenado mucho antes, y era la historia de un soldado de la I guerra, entre 2014-2018, que escribía una carta de amor a su novia. "Lilí Marlén" siempre se asoció a la actriz germana Marlene Dietrich, pues fue quien la popularizaría a partir de 1944, grabando su primera versión un año más tarde, cuando pudo firmarse la paz, tras seis años de tragedias. Los soldados norteamericanos y aliados coreaban su estribillo y les servía para aumentar su moral cuando escuchaban la voz grave de Marlene; por cierto así figura esa especie de himno, que era como hemos dicho una misiva amorosa, como apellido de la tal Lilí, aunque en español figure como "Marlén", con acento agudo.

Traemos aquí retazos de la vida de Marlene Dietrich cuando este 6 de mayo se cumplen treinta años de su muerte, a los noventa de edad. Dejó una filmografía notable, no toda de éxito, aunque en general gran parte de sus películas sean de vez en cuando revisadas por críticos y estudiosos, considerándolas de interés cinéfilo. En cuando a su parcela íntima, que ella siempre trató de salvaguardar para sí, no pudo evitar que se conocieran aspectos de su sexualidad, aparentemente ambigua, siendo lo cierto que amó tanto a hombres como mujeres. No se escribía por entonces el vocablo bisexual, que se le adjudica con rigor. Sorprenderá todavía saberse que entre los varones que despertaron en ella pasiones, en mutua correspondencia, figuran muy ilustres personajes.

Hija de un teniente de policía prusiano y una descendiente alemana de joyeros, María Magdalena (de ahí lo de Marlene) Dietrich, familiarmente llamada Lena, o Leni, vino al mundo en Berlín el 27 de diciembre de 1901. Estudiante de música y actriz aficionada debutó con pequeños papeles a comienzos de los años 20, convirtiéndose ya a partir de 1930 en una estrella ascendiente una vez que se estrenó El ángel azul. Así inició un tipo de personaje definido como el de mujer fatal que exhibía sin pudor unas hermosas, largas piernas. Un año antes de estrenarse Marlene había dejado Alemania, su país, para afincarse en los Estados Unidos, nacionalizándose norteamericana en 1939. El director que la encumbró fue Josef von Sternberg, cuando ella era una perfecta desconocida en el mundo del cine, con la única experiencia profesional de haber sido corista en cabarés de Berlín, andrógina en el vestir en tiempos donde ciertamente existía una libertad sexual, con locales nocturnos en los que se practicaba el travestismo. En Norteamérica existía más puritanismo en esas cuestiones. Sorprendió por tanto su historia de El ángel azul interpretando a una cabaretera llamada Lola que embaucaba a un pobre y viejo profesor con sus pérfidas artes amatorias. Y así, en posteriores películas impuso en el Hollywood de los años 30 aquella estampa de mujer adelantada como ninguna otra había triunfado en el cine, si exceptuamos a Greta Garbo; no en vano ambas fueron rivales y hasta compartieron la misma amante, una española, poeta, llamada Mercedes de Acosta.

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Gary Cooper y Marlene Dietrich | Contacto Photo

A todo esto, prueba de que era una mujer liberal en cuestiones de amor, había dejado en Alemania a su marido, Rudolf Sieber, un oscuro asistente de dirección cinematográfica, con quien tuvo una hija, María. La convivencia con Sieber no había durado mucho, pero nunca aceptaron el divorcio: se veían de vez en cuando cuando ella viajaba a Alemania o él a Estados Unidos, y esa situación duraría hasta la muerte de Rudolf en 1976, cuando tenía una granja en California. Él rehizo su vida en pareja, mientras ella fue coleccionando amantes. El primero, Josef von Sternberg, ya citado: un genio como director, con quien protagonizó siete filmes en total, aparte de El ángel azul, Marruecos, Shangai Express, El diablo es una mujer (donde aparecía como española, sin que su físico respondiera a ello)… Otro grandísimo realizador, tan alabado por las críticas todavía hoy, Ernst Lubitsch (los historiadores lo recuerdan por sus películas, con la frase "el toque Lubitsch"), la tuvo a sus órdenes en varias cintas. En esos primeros años 30 adelgazó quince kilos; se depilaba las cejas, imitando así a la Garbo. Y lo más sorprendente, según se chismorreaba en Hollywood : le extrajeron las muelas del juicio para acentuar el óvalo de su rostro, para que apareciera más anguloso. Puede que por sugerencia de las productoras de cine para las que trabajó o idea del departamento publicitario de una de ellas se divulgó que la estrella había asegurado sus piernas ¡en un millón de dólares!

Entre 1931 y 1934 se prendó por el escritor Erich María Remarque, el célebre autor de Sin novedad en el frente. Alemán como ella. Lo admiraba. Lo escuchaba en la cama, embobada. Otros escritores que le despertaban gran interés, pues era una mujer culta y gran lectora desde su niñez, formaron parte de sus ocasionales amantes. Uno de ellos, el dramaturgo Noël Coward. Vivió a su lado noches de placer, la ayudó a triunfar en Inglaterra, invitándola luego a compartir lecho con él en su residencia de Montreux. No cuidaba su salud y acabó consumiéndose en Jamaica; ella lloró su muerte. Pero la mayor pasión literaria y amorosa la compartió con el tempetuoso Ernest Hemingway. "Fue un amor excepcional", dijo la actriz. Nunca vivieron juntos, Marlene respetaba a la mujer del escritor, Mary. Ernest la enseñó a escribir. "Me había jurado que jamás me abandonaría, pero...". Ya es archisabido que se suicidó y Marlene sufrió un gran vacío en su corazón. En una de las cartas que él le remitió desde La Habana, le decía: "Eres inmortal".

Actores hubo unos cuantos, de los importantes, Charles Chaplin: "Me gustaba su arrogancia, su vanidad, lo que en los hombres de su categoría es una cualidad". Y en esa larga lista de amantes: Errol Flynn, John Gilbert, Douglas Fairbanks Jr., George Raft (que hacía de gángster en el cine siendo, según la diva, un hombre totalmente contrario a la violencia), John Wayne, cuando iniciaba su imparable carrera subido a un caballo casi siempre… Pero a quien más amó entre sus colegas fue a Jean Gabin, que huyendo de los nazis se estableció en Hollywood sin hablar una palabra de inglés. Marlene, se entendió con él en francés, y poco a poco el gran actor galo fue aprendiendo lo imprescindible para rodar algunas películas, en tanto Marlene le servía de guía y de compañera sentimental. Con Gary Cooper hubo asimismo "química" mientras rodaban Deseo, galán que a ella le pareció poco expresivo, que conversaba con monosílabos. Y aunque no estuvieron mucho tiempo juntos, Orson Welles fue otro de los genios que conoció íntimamente. Él le proporcionó una breve intervención en Sed de mal, una de sus extraordinarias películas. Richard Burton era para la Dietrich "un hombre que acelera nuestros corazones… Tanto le quiero y le admiro que no sabría cómo decírselo". A James Stewart, tan flemático y frío a veces, lo trató también en la intimidad. Pero más a Spencer Stracy, con quien rodó Vencedores o vencidos sobre el juicio de Nuremberg, excelente filme donde se escuchaba precisamente la voz de Marlene cantando "Lilí Marlén". Lo definió como un tipo solitario, de humor cáustico, no respetaba los horarios del rodaje, trabajaba cuando quería. "Hombre soberbio… y un soberbio actor". En años posteriores tuvo fugaces encuentros íntimos con Frank Sinatra, al que reconocía como muy cortés a pesar de la mala prensa que siempre arrastró; Yul Brynner, cantantes como Maurice Chevalier, Nat King Cole ("Hombre sencillo, modesto") y un director de orquesta y compositor excelente, Burt Bacharach, con quien compartió muchos momentos, en el escenario, dirigiéndola, y en los hoteles, abrazados.

Hay un capítulo donde aparece Marlene Dietrich muy atraída hacia Joseph Kennedy, el padre de una saga de políticos, con quien se reunía en vacaciones en Antibes, Costa Azul francesa. No está muy documentado que ella también se encamara con John, el futuro Presidente. Y cuando la estrella colaboró actuando para las tropas norteamericanas durante los meses finales de la II Guerra Mundial, no le importó llevarse al catre al mismísimo general Patton.

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Marlene Dietrich | Archivo

Les ahorramos la lista de las mujeres que Marlene también quiso. ¿Para qué dar detalles de esas relaciones lésbicas? Pero las hubo, y así consta en las biografías de la estrella, aunque en sus memorias, por supuesto que no cita ninguna de tales amistades tan personales. Su hija María Riva, que adoptó ese apellido de casada, también redactó las suyas, defraudada porque como actriz no tuvo mucha suerte y tuvo que dedicarse a dar clases de arte dramático. De su madre decía maldades, como que nunca se había sentido querida por ella, amén de más indiscreciones.

En la última visita a España de Marlene en junio de 1975 asistí a su espectáculo en la sala "Tito´s", situada en la entonces concurrida plaza de Gomila. Por una hora cobró un millón de pesetas, cifra elevada en la época. No quiso ser entrevistada por nadie, odiaba a los periodistas. Tampoco deseaba ser fotografiada. Mi compañero gráfico logró siete imágenes de la diva, una de ellas cuando en la víspera de su actuación la saludé brevemente en un callejón aledaño a la citada plaza, tratando de impedirlo el ayudante que la sostenía en brazos: caminaba con mucha dificultad, iba encorvada, escondiendo sus ojos tras unas grandes gafas. En su "show", nada más aparecer, estaba erguida y nadie diría que era la anciana del día anterior. Una gran diva todavía, entonces con setenta y cuatro años. Despertó el entusiasmo del público, con numerosos alemanes presentes, interpretando "Lola", "La vida en rosa" y, sobre todo, como se esperaba, "Lilí Marlén".

Su última película está fechada en 1979: Just a gigoló, donde sólo hacía un cameo: ya saben, aparición casi fugaz en la pantalla. Y así nos quedaron sus postreras imágenes, aunque su compatriota, el actor y director Maximilian Schell, logró entrevistarla en un "bio-pic" de 1984 donde sólo se escuchaba su voz. Ya era su decadencia. Había estirado al máximo su vida artística, porque estaba arruinada. Y cantando pudo rehacer un poco su menguado día a día. Había ganado mucho dinero, pero también gastó demasiado y no fue precisamente una hormiga. La muerte le sobrevino el 6 de mayo de 1992 en su apartamento de la avenida Montaigne, en París, capital donde residió en sus últimos tiempos. Tenía, ya lo dijimos, noventa años.

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