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Katy Mikhailova

Valores sin valores

El ser humano en la actualidad necesita un colectivo al que pertenecer y con el que identificarse.

El ser humano en la actualidad necesita un colectivo al que pertenecer y con el que identificarse.
Rosalía en concierto | Gtres

Vamos de feministas abanderando las campañas de Irene Montero por las que debemos normalizar el vello en las axilas en las mujeres o el sobrepeso, y a la primera de cambio sentenciamos virtualmente a una mujer sólo porque no encajamos una ruptura de una pareja mediática. Hablo del fenómeno que aprecio en torno a la señorita Chía, la nueva novia de Piqué, que ha aparecido con el futbolista en una boda. Las redes se llenaban de fotos comparando su físico con el de Shakira. Y es que a mí, en verdad, esta pareja siempre me ha dado bastante igual. Sobre todo conforme Piqué se manifestaba cada vez más independentista mientras llevaba camisetas con la bandera rojigualda -que no ‘La Roja’ por más que mediaset se empecinaba-. Y, entre tanto, la madre de sus hijos -presuntamente- desviaba su dinero a paraísos fiscales, entre otras acciones por las que ahora va a tener que responder ante un juez.

No es todo esto lo que les preocupa a las masas. No, señores. El populacho se ha colapsado por el pelo que en apariencia está totalmente descuidado por parte de la nueva compañera sentimental de Piqué; y por no llevar maquillaje o acudir a una boda con un vestido sencillo y sin ninguna pretensión. La gente en general piensa que si cambias a una diva de la música debe ser por otra diva, o, por lo menos, alguien que físicamente impresione a simple vista (o foto).

Ahora se ha puesto de moda masticar chicle, levantando una ceja -con su ojo correspondiente- y con mirada desafiante a la par de indiferente. Y eso que dicen que la venta de chicles ha caído en picado desde 2020. Todo ello por el nuevo "guiño" de La Rosalía. Una escena que repite en numerosos vídeos en redes o en el escenario. De fondo, claro, suena el comienzo de su canción "Bizcochito". Las redes (tik tok e Instagram principalmente) se nutren de miles de microvídeos de personas imitándola; y otros tantos microvideos donde aparece la propia cantante, acompañada de textos que reflejan situaciones cotidianas en las que deberíamos adoptar esta actitud: "mi cara mientras mi jefe me pide el informe", "mi cara mientras mi novio me dice que no le gustan mis croquetas", "mi cara cuando me dicen lo que tengo que hacer".

Todas se autoetiquetan como "motomamis" -titulo del nuevo álbum de la cantante-. Incluso la prensa de moda y de lujo explica quién debe ser y sentirse una "motomami". Con este aluvión de tendencias sociales se puede concluir que el ser humano en la actualidad necesita un colectivo al que pertenecer y con el que identificarse. Desde que se nos ha intentado instaurar el ateismo, Dios ha sido sustituido por nuestro ego. Y, por tanto, toca buscar nuestro sentido de vida en movimientos estéticomusicales capitaneados por una mujer que (aunque llena de talento y con una voz privilegiada) es famosa, entre otras cosas, por llevar unas uñas de 10 centímetros o aplicarse pegatinas de diamantes o piedras en los dientes, mientras repite "flores azules y quilates, y si es mentira que me maten" o "baby, no me llames (…) ya decidí que esta noche se sale".

Estos son los valores en los que está cimentada nuestra sociedad. Los de la hipocresía, la vulgaridad, la búsqueda inmediata de estímulos, la "todologia" de opinar de todo sin saber de casi nada, y la pérdida de sentido de conciencia e identidad particular. Después nos sorprendemos de que un señor como Pedro Sánchez nos gobierne…

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