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La primera gran boda de la duquesa de Alba hace tres cuartos de siglo

El espectacular enlace de Cayetana de Alba y Luis Martínez de Irujo apareció incluso en la revisa Life.

El espectacular enlace de Cayetana de Alba y Luis Martínez de Irujo apareció incluso en la revisa Life.
Boda de Luis Martínez de Irujo y la duquesa de Alba | Cordon Press

Se cumplen setenta y cinco años de la espectacular primera boda de Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII duquesa de Alba, con el aristócrata madrileño Luís Martínez de Irujo y Artacoz (del que ha transcurrido recientemente medio siglo de su muerte). Ceremonia que tuvo lugar en el altar mayor de la Catedral de Sevilla, sueño de la novia, quien tuvo que remover, nunca mejor dicho, "Roma con Santiago", para que el muy severo y antifranquista cardenal Segura, la autorizara. Tan espectacular fue el enlace, con centenares de invitados de la nobleza y la alta sociedad, que fuera de España, los más importantes medios de comunicación se hicieron eco. Por ejemplo, la gran revista norteamericana Life dedicó siete de sus páginas al acontecimiento nupcial. Como curiosidad, en la lista de asistentes al enlace no figuraba el general Franco, al que no invitaron.

Aquel 12 de octubre de 1947, miles de curiosos se arremolinaron alrededor del templo, el majestuoso edificio de la Giralda, para contemplar la llegada de los novios. Ella luciendo un bellísimo vestido confeccionado en raso blanco con antiguos encajes, largo velo de tul sobre los hombros, tocada por una diadema de brillantes que había pertenecido a Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia, pariente de los Alba. Daba el brazo a su padre y padrino, Jacobo Fitz-James, duque de Alba, representando a don Juan de Borbón, así como la madrina, la hermana del novio, duquesa de Almodóvar del Río, ejercía la misma representación de la reina Victoria Eugenia de Battenberg.

El ágape nupcial tendría lugar en el palacio de las Dueñas sevillano, que sería con el tiempo residencia muy habitual de la duquesa hasta tiempos recientes. El matrimonio residiría desde luego en Madrid, en la calle de la Princesa, en el suntuoso palacio de Liria, en un lugar tan céntrico de la prolongación de la Gran Vía. El viaje de novios de la pareja fue casi tan largo como el que luego harían los príncipes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, pues lo emprendieron en aquel otoño de hace tres cuartos de siglo, culminándolo el 19 de marzo de 1948. Unos días más de los cinco meses que duró. Visitaron las más importantes capitales europeas, luego otras de los Estados Unidos, terminando en Cuba, Hawai y Honolulú. Especial recuerdo tuvo, sobre todo para la duquesa, la visita que hizo junto a su marido a los estudios cinematográficos de Hollywood, donde alternaron con las mayores glorias de la pantalla, entre ellas: Charles Chaplin, Walt Disney, Gary Cooper, Henry Fonda, Marlene Dietrich, Robert Taylor, Cary Grant…Ver películas semanalmente constituyó siempre una de las mayores aficiones de Cayetana de Alba.

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Imagen de la boda de la duquesa de Alba | Cordon Press

Quien de niña y adolescente llamaban Tana, o Tanuca, apócope de su nombre de pila, fue haciéndose mayor, revelaría ya en su madurez que ella ya se enamoraba de los chicos muy a temprana edad. Y a punto de alcanzar la mayoría, ya se hablaba de su relación con un aristócrata, Beltrán de Alburquerque. Estuvieron a punto de casarse. Igualmente se sintió muy atraída por el torero sevillano Pepe Luís Vázquez, idilio que cortó de raíz el duque de Alba, padre de la impetuosa Cayetana, a quien siempre le atrajeron los matador de toros, como más adelante se comprobaría cuando hizo amistad también con otro diestro andaluz, Manuel González. Mucho se habló acerca de sus relaciones con el bailarín Antonio. Y, aunque de menos repercusión, con el galán Vicente Parra. Verificada desde luego ambas amistades, no menos cierto era que ambos artistas tenían otra condición sexual: aún no se les llamaba en España, públicamente gays. Ni bisexuales. Nombres a los que podía agregarse, también de menos recorrido informativo, otro diestro, Juan García Mondeño, que se cortó la coleta para ingresar en un convento, del que se salió para vivir en París donde se le adjudicaron amistades íntimas de otro tipo.

Pero, al final, quien con la bendición paterna se convertiría en su primer marido fue Luis Martínez de Irujo y Artacoz, hijo de los duques de Sotomayor. La primera vez que este noble la conoció, desde lejos, fue en una corrida de toros en la madrileña Monumental de las Ventas. Un amigo que lo acompañaba se fijo en la marquesita de San Vicente del Barco (título que ostentaba Cayetana de adolescente, y que luego cedió a uno de sus hijos, Fernando). Luis se pasó casi toda la tarde fijando su vista en la contrabarrera del tendido 7, que ocupaba ella. Cuando en verdad se saludaron fue poco tiempo después, en el hospital donde curaba sus heridas de un accidente de coche el marqués de Valencina, conocido de ambos. Curiosamente el marqués sería luego consuegro unos pocos años de la duquesa de Alba cuando su hijo primogénito, Carlos, casó con una hija de aquél, Matilde Solís, padres, hoy separados, del heredero de la Casa de Alba.

Cayetana y Luis se enamoraron unas semanas más tarde, en el verano de 1946. La petición de mano sucedió en la primavera de 1947. El novio le regaló una pulsera de brillantes y oro. Ya contada la ceremonia nupcial, resumamos su historia de amor que duró veinticinco años. La duquesa Cayetana dio a luz seis hijos: Carlos, Alfonso, Jacobo, Fernando, Cayetano y Eugenia. Los dos primeros eran calcados en el físico a su progenitor. Un hombre de buen carácter, que en todo momento trató por encima de todo de hacer feliz a su mujer. Que se conozca, sólo se negó una vez a lo que ella pretendía: ser modelo para un retrato que le había sugerido Pablo Picasso, a través de Luís Miguel Dominguín. Ella estaba dispuesta… pero su marido no quiso.

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La duquesa de Alba | Archivo

El fallecimiento de Luís Martínez de Irujo se produjo el 6 de septiembre de 1972. Fue un buen esposo, que gracias a su capacidad resultó ser un perfecto administrador de los bienes de la Casa de Alba. Reconocido como brillante intelectual, académico de Bellas Artes, Consejero del Reino y del Banco de España, era de trato exquisito, todo un caballero. Discreto, siempre se situó detrás de su esposa, sabedor de que era ella quien debía recibir los mayores honores. Por ejemplo, si visitaban a Isabel II, la Soberana británica recordaba que fue compañera de juegos de Cayetana entre 1939 y 1945, cuando el padre de la duquesa era embajador de España en Londres.

A Luís Martínez de Irujo sus familiares no quisieron decirle la enfermedad que se le detectó a comienzos de 1972. Fue ingresado, por consejo en Madrid de su médico particular, en el Pavilion Center Hospital de Texas. Los facultativos le informaron al propio duque que padecía leucemia. Su depresión fue grande desde ese instante. Estaba muy deteriorado, envejecido y, aunque mejoró unas semanas perdió la vida el ya mentado 6 de septiembre de aquel mismo año. La duquesa de Alba y sus hijos mayores marcharon a hacerse cargo del cadáver. Cayetana sufrió un durísimo golpe. Ya no quiso más volver a Norteamérica en toda su vida. Una vida después plena también de otras alegrías y pasiones, dos bodas más. Y la leyenda de una mujer extraordinaria que quiso exprimir al máximo su existencia.

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