
Es Jaime Lorente un murciano nacido en 1991, galán de moda, uno de los jóvenes actores con mayor proyección en los últimos años, desde que se dio a conocer popularmente con su papel de Dexter, en la serie La casa de papel. Ese personaje lo marcó durante un tiempo, pues con su aire de macarra y sus risotadas caló en la amplia audiencia, al punto que hasta por la calle, lo identificaban tanto que hubo transeúntes que pensaron que, efectivamente, Jaime era así en su vida personal.
Por un lado, esa confusión corroboraba su excelente interpretación, al dar vida a tan reprobable tipo. Pero por otro, el murciano se mostraba algo quejoso, más bien en su interior, al no sentirse un ciudadano que fuera a todos sitios comportándose inadecuadamente, como si fuera un chulo de barrio. Es lo que tiene la vida de quienes se dedican a prestarla a personajes puramente de ficción. Esto nos recuerda cuanto el gran Marcello Mastroianni reflexionaba en sus memorias, contando que "había hecho de marica sin serlo" en aquella película junto a Sofía Loren, Una jornada particular. Era homosexual en su papel, pasaba una tarde con su vecina, que era la estrella mencionada en el guión, y le era imposible mantener relaciones amorosas con ella. Otra cosa es si eso hubiera sucedido realmemente. Pero a Marcello, que fue pareja cinematográfica de la Loren varias veces, jamás se le ocurrió propasarse con ella. Al fin y al cabo no era tan imbécil sabiendo que esas películas las producía el marido de Sofía, Carlo Ponti.
Jaime Lorente, que también destacó en la serie Élite, debe también su felicidad personal a la mencionada La casa de papel, pues allí se enamoró de la sastra, la responsable del vestuario de esa producción, que no era actriz desde luego. Se llama Marta Goenaga. Y al poco tiempo se fueron a vivir juntos y, a finales de 2021 tuvieron una niña. Procuraron no dar publicidad a ese nacimiento, pues ambos están de acuerdo que no desean ser protagonistas en las páginas de las revistas rosas. No han podido desde luego impedir que están esperando para este nuevo año otro vástago, cuyo sexo ignoramos.
La notoriedad de Jaime Lorente se ha visto aumentada desde que ha empezado a emitirse en un canal de pago la serie Cristo y Rey, en la que le ha tocado en suerte interpretar la vida de Ángel Cristo. No ha tenido desde luego que enfrentarse en ella a ningún león o tigre alguno, ni meterse en una jaula de verdad con alguna de esas fieras, como lo hiciera en vida aquel gran domador. Del que se recuerda en Cristo y Rey que se convirtió en un cocainómano que daba palizas a su mujer, según confesaba ésta, Bárbara Rey, paisana por cierto de Jaime Lorente, quien desde luego nada tiene que ver en su vida con aquel comportamiento. Ni es drogadicto ni desde luego maltratador. Está acostumbrado, como buen actor, que ha de hacer suyos personajes ajenos a su idiosincrasia. Incluso hubo de arriesgar su físico al llevar a la pantalla en 42 segundos las peripecias de un celebrado jugador de waterpolo durante los Juegos Olímpicos de la Barcelona de 1992, Pedro García Aguado, sin tener la más remota idea de ese deporte y tampoco sin contar con un doble para complicadas secuencias metido en el agua.
Es el sino de cualquier actor que quiera ser como Jaime Lorente un entusiasta de su trabajo, aunque no pueda elegir siempre los papeles que más le gustarían. Por su fisonomía de la impresión de ser un tipo duro, pero es más bien un hombre sensible, que escribe poesía y hasta interpreta canciones de su propia creación. Tiene un futuro más que prometedor en su carrera.