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Katy Mikhailova

De vagos, vagones y chistorra

Mi primera experiencia con un tren low cost para viajar a Barcelona sigue siendo de lo más variopinto.

Mi primera experiencia con un tren low cost para viajar a Barcelona sigue siendo de lo más variopinto.
Tren, foto de archivo | Archivo

¿A que huele un tren "low cost"? A embutido, por ejemplo. Esta podría ser la crónica de una muerte anunciada en Chinchón. O una oda a Victoria Bekham por aquel, ya aforismo que pervive en la memoria del imaginario social colectivo español, "España huele a ajo". España no necesariamente (el gazpacho lo hacemos también "sin"), pero este tren, aunque transite vías nacionales, es francés. Y por cierto, hay muchos franceses. Pero estos, en especial, bastante maleducados. Hablan alto. Tragan y mastican, mastican y tragan. Como Shakira a Piqué.

El aroma a ibérico era el chascarrillo de mi vagón. El 16. Asiento 22A (hay dos plantas, ojo).

"Y ya tenía que aparecer el fetor a chorizo", espetaba mi compañero en voz alta. Entonces, un señor mientras se giraba le respondía: "el chorizo es mío y se lo va a comer mi hija". El silencio volvió prosperar hasta el siguiente anuncio de promociones. De cuando en cuando aparecía alguien del personal de esta empresa para gritar "de quién es el paquete negro". Y es que al parecer aquí uno puede viajar, como en Ryanair, sólo con un bulto (por cierto, bendita tilde nos ha devuelto la RAE para ese "sólo", porque este iba a ser un caso de ambigüedad).

Ese bulto (o el espacio para el mismo) no vale ni para un perro chihuahua. O sea , las maletas, al pasillo. Y que fluya la Magia entre parada y parada.

Alguien en el vagón 16 decidió abandonar una bicicleta enorme escondida en una funda negra que inquietaba a la azafata del vagón que cada cierto tiempo rompía el silencio para intentar hallar a su dueño.

Aquí no hay vagón del silencio. Y tengo mis dudas de si hay cafetería.

Atrincherarme en uno de los baños, antes de haber sido usado, habría sido una opción.

Todo esto es tan cursi por momentos que me siento como en Disneyland Paris, atracción y turistas incluidos. Todo es color rosa y azul, repleto de mensajes "aquí pueden descansar tus maletas" o "esta papelera úsala".

En verdad les escribo desde el móvil, pues la conexión wifi brilla por su ausencia. Por momentos me parece una odisea redactarles mi columna tal cual mi correcto decide. Es decir, dejándome llevar por el dispositivo. En vez de "vagón", me sugiere "vago" y "atracción" por "atracón". Aquí hay de todo. Vagos y atracones, intelectuales y veganos. Y luego gente normal.

Esta ha sido una semana enormemente aburrida para la moda en Occidente porque hacer una crónica de la Gala Met en formato palabras aburre. Todo ha sido un permanente homenaje a Karl Lagerfeld y Chanel. Y la verdad es que poca aberración estética ha habido en esta edición en comparación con otros anos (perdón, años. #PutoCorrector ).

(Reconozcámoslo: a más de uno se le ha escapado una falta de ortografía y hemos culpado al iPhone).

Mi primera experiencia con un tren low cost para viajar a Barcelona sigue siendo de lo más variopinto. Y todo esto para ahorrarle a mi empresa 30 euros por cabeza. Lo de que lo barato sale caro es verdad y una certeza, valga la redundancia; porque aquí el enchufe se comparte por dos. Es decir, yo y mi compañero de pupitre participamos "mancomunadamente" para la carga del ordenador. Aunque supongo que más de uno dirá que de casa hay que salir "meado y duchado" y con los aparatos recargados. Interpreten esto último como quieran.

Sea como fuere, si me están leyendo es que he sobrevivido al fetor del chorizo y al ruido de la democracia. Alabado sea el AVE, la Renfe aún con su obsoleta página web. Feliz sábado.

En Chic

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