
Desde que me he mudado a la calle Conde de Peñalver observo atónita y con impaciencia la próxima apertura de Primark. 4.500 metros cuadrados, repartidos en tres plantas, prometen llenar de bajo precio y muchas aspiraciones los hogares de los madrileños. Prometo esta vez visitarlo, y contarles en persona. Yo debo de ser esa especie rara, casi en extinción, que nunca ha pisado un Primark. Al lado de mi casa hay un Zara, que colinda con Lefties, y un poco más lejos Bershka. En el fondo, es todo lo mismo, pero planteado de manera diferente. Misma ropa, bajo distintas enseñas. En la otra acera, ya casi esquina con la calle Goya, Sfera. Podría confirmar que, aun siendo Barrio de Salamanca, vivo en la manzana de la moda low cost. Aunque cada vez es menos "low" y más "cost". Dicen que este Primark, que va a abrir en muy poco, aspira a ofrecer productos más premium. El edificio que en su día fue una discoteca, y que pasó a ser una tienda de C&A, ha sido objeto de disputa de muchas marcas. Uniqlo aspiraba a quedarse con este "esquinazo". Será la segunda tienda más grande de Madrid después de la de Gran Vía. La firma irlandesa prevé generar 650 puestos de trabajo, y es algo que celebro con mucho interés.
Y aunque la compañía haya invertido más de 100 millones de euros en su plan de expansión en España, estos días Primark está siendo noticia porque a un vigilante de seguridad de Logroño le han arrancado parte de una oreja. ¡Como si fuésemos seres del paleolítico! Absolutamente rocambolesco y lamentable. Todo ello porque un señor de mediana edad decidiera intentar llevarse ropa pagando con una tarjeta inválida. Forcejearon. El grito y el insulto. Y lo demás, imagínense. La semana pasada los percances en el Metro de Barcelona también fueron de otro nivel. Nos estamos volviendo locos. Y nadie pone freno a ello. Era de la locura, pero de la mala.
Ahora hasta se anuncian en Instagram análisis de heces fecales. Qué asco. Todo vale. Se acaba de estrenar la segunda temporada de ‘Machos Alfa’ en Netflix, y desde luego la parodia y la ironía de los influencers no puede estar mejor plasmada. Al menos alguien se atreve a decirlo en voz alta. Con voz y con imagen. Los machos alfa se cotizan al alza y los influencers a la baja. Hace falta más contenido que ridiculice algunas absurdeces de esta nueva profesión que unos la capitanean con éxito y otros sencillamente son una vergüenza para nuestra sociedad. Y para la red misma. Pésimo ejemplo de nada. Por sus nombres les conoceréis. Y necesitamos que se digan algunas de las cosas que se hacen en nombre de la sacrosanta red social. Porque no todo vale.