
Un importante secundario del cine y la televisión, Jesús Bonilla, atraviesa una situación extrema, que le afecta a su salud y a su patrimonio. Lleva unos cuantos años soportando un golpe de mala suerte cuando depositó sus ahorros en unas acciones bancarias, que medio lo arruinaron al perder una importante cantidad. Añádase a eso la consecuencia de una depresión, que afectó a su carrera de actor. Como las desgracias muchas veces no vienen solas, padeció una enfermedad vascular que lo tuvo dos años retirado del cine.
Nacido en Madrid, en septiembre cumplirá 70 años. Pasó su infancia en un pueblo toledano. Pretendía estudiar Ciencias Químicas, carrera que no llegó a iniciar, cambiándola por la de actor. En sus principios contaba que se ganaba la vida, a falta de oportunidades, vendiendo camisetas en el Rastro madrileño.
Se inició en compañías modestas e independientes de teatro, comenzando a ser conocido cuando representó Esta noche, gran velada, junto a Jesús Puente y Santiago Ramos. Hacía de sparring de este último en el ring. Otra comedia, Bajarse al moro, le deparó gran audiencia: Pepa y Pepe, ¡Ay, Señor, Señor!, Querido maestro, Periodistas… ¡y Los Serrano!, que es donde ya pudo acceder a un personaje coprotagonista, pues hasta entonces, sólo interpretaba papeles de menor enjundia.
En Los Serrano, como hermano de Antonio Resines, competían en gracia y ocurrencias, detrás de la barra del bar que tenían, tirando cerveza o cortando raciones de jamón. Cinco años estuvo Jesús Bonilla con su papel de Santi, a veces malhumorado, pero lleno de empatía con los telespectadores.
Y un día le asaltó la idea de dirigir una película con un guion que creo recordar también le pertenecía, El oro de Moscú. Nada que ver con aquel otro de la guerra civil que antipatriotas comunistas sacaron del Banco de España para llevarlo a las arcas de Josef Stalin. Lo de Bonilla era otro invento. Lo mejor de esta cinta es que reunió a un seleccionado grupo de actores, muchos de ellos cómicos. Película coral que Bonilla dirigió con buen tino. Animado por ese debut como realizador, dirigió una secuela de la anterior, La daga de Rasputín.
A partir de entonces le perdimos el rastro tras enterarnos ahora que la quiebra del banco norteamericano Lehman Brothers le afectó a nuestro compatriota. Porque invirtió buena parte de lo ganado en la serie Los Serrano con tan mala fortuna (nunca mejor dicho) que perdió casi medio millón de euros. Quien hasta entonces nunca le había gustado correr riesgos, acabó en consultas de psiquiatras, medicado por su depresión "de caballo".
Además, padeció un aneurisma en la vena aorta, enfermedad vascular que, como ya decíamos al principio le supuso permanecer un par de años en el dique seco, o sea, sin poder trabajar. Le ofrecieron algunos guiones que, por su estado, no se atrevió a aceptar.
Una pena que este excelente actor haya atravesado esos duros golpes de la vida. Le deseamos una recuperación en todos los sentidos, pues además de su talento artístico, su natural vena cómica, es un ser muy querido por sus compañeros.



