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Katy Mikhailova

Igualando por abajo

La tendencia es igualarnos, pero por abajo, si es posible. Nunca por arriba. Fenómeno muy instaurado en ciertas esferas de nuestras vidas...

La tendencia es igualarnos, pero por abajo, si es posible. Nunca por arriba. Fenómeno muy instaurado en ciertas esferas de nuestras vidas...
Los ganadores de los Goya | Cordon Press

Me cuenta una amiga que en una competición de judo en la que trabaja de monitora se entregan medallas para los que ganan pero también para los que pierden. Lo que aparentemente resulta bonito invita a reflexionar acerca de qué pasa con aquellos que sí merecen destacar y, por tanto, su trofeo.

Esto me recuerda extrañamente al fenómeno de asistir a las clases de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense con tacones y combinando los colores de los zapatos con el bolso y la bufanda. ¡Te miraban mal! Y no hablo de que este hecho ocurriera hace dos décadas; sino de un fenómenos relativamente reciente. Y es que en la Complutense, lectores, o se va "hecha" una podemita, o no cae bien una.

Es mejor no destacar, en cualquier caso. Ni por la moda, ni por lo estudios, ni por tener los rosales más bonitos.

La tendencia es igualarnos, pero por abajo, si es posible. Nunca por arriba. Fenómeno muy instaurado en ciertas esferas de nuestras vidas que chocan con los excesos de vanidad y materialismo vivido en las redes sociales.

Ni tanto ni tan calvo. Ni es avergonzarse de tener un coche bueno, ni tampoco vivir de la apariencia y de las mentiras.

Y para qué engañarles, esto último se puede apreciar mucho en las ceremonias de los Premios Goya. Y es que, de pronto, te encuentras en la alfombra roja, divinos de la muerte, a cadáveres del cine español -por desgracia- que presumen de estar ahí en la "gran noche del cine español", vestidos de alta costura -todo siempre prestado, por supuesto-, y fingiendo un glamour que brilla por su ausencia en el día a día de algunos. Y el broche de oro, y nunca mejor dicho, lo pone el hurto de los joyas de Suárez. Lo que recuerda una vez más que es oro todo lo que reluce.

La cuestión no es ni aparentar una vida de lujo ni tampoco repartir medallas a los perdedores sólo para que ello no les genere un trauma. La belleza está en llevar la verdad con orgullo y con la cabeza bien alta.

En Chic

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