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Katy Mikhailova

Adiós, chanclas

La prensa la ha tomado con las chanclas este verano. ¿Cuál es el porqué de esta campaña anti-chanclas?

La prensa la ha tomado con las chanclas este verano. ¿Cuál es el porqué de esta campaña anti-chanclas?
Ana Boyer, en una publicidad de chanclas | Europa Press/IPANEMA

Qué mal han hecho las chanclas para que se les castigue así. Esta semana la prensa ha decidido tomarla con ellas. Yo me enteré mientras desayunaba viendo una tertulia política en televisión (se supone que seria) en donde saltaron de hablar de la miseria en Venezuela a debatir los perniciosos efectos en la salud debido a las chanclas, cuyo uso abusivo puede terminar en fascitis plantar y otras tantas enfermedades.

Me planteo hasta qué punto de gravedad está llegando el desabastecimiento de noticias en época estival que impone que las chanclas sean noticia, aún sin haber protagonizado ninguna polémica en concreto. Porque ni Irene Montero ha aparecido en el congreso con chanclas ni Pedro Sánchez es imagen de las Flop Flop; tampoco Versace ha sacado una colección de "sandalias para el mar" de plástico ecológico a la venta por 1.400 euros.

No. Nada de esto ha ocurrido. Y sin embargo: ¡voilá! Las chanclas se ponen de moda, habiéndolo estado siempre. Porque, ¿acaso hay alguien que no tenga unas en su casa?

Los expertos y los podólogos mientras recomiendan que su uso sólo sea para la piscina y la playa, los hipocondriacos alimentan sus miedos. Por lo que, a las radiaciones ultravioletas del sol, las colillas de tabaco de las playas, la lactosa no identificado en muchos yogures, la glucosa enmascarada de bebidas no-azucaradas, el gluten misterioso del pan de semilla, se suma un nuevo competidor: las chanclas asesinas.

Y mientras tanto, se va rescatando joyas del marketing como aquel eslogan gaditano de "no me pises que llevo chanclas". Lo que hace pensar que esta campaña anti-chanclas puede tener un objetivo de civismo, protocolo, estética con ética y elegancia: se acabaron las chanclas en los aeropuertos, los restaurantes (que no chiringuitos), los centros comerciales, los museos, las discotecas, las bibliotecas, las universidades y cualquier otro lugar en el que ir en bañador esté mal visto.

Para todo lo demás, contamos con la desgracia de que Carmena no sea alcaldesa y no aplique la ley seca de los tacones, para fomentar el uso de este sector discriminado: podría ser algo así como "Madrid Tacón" o "Central Tacón" o "no me toques los tacones que mis nietos duermen", para reducir el uso de este complemento que no es más que el reflejo del Capitalismo agresivo y el heteropatriarcado que ha delegado a la mujer a un tercero plano y la ha convertido esclava de su imagen y, por tanto, de su altura y complexión. A esta medida se le podría sumar la de que "si traes tus chanclas viejas al Ayuntamiento, te damos unas nuevas". Y podríamos seguir diseñando otras tantas barbaridades que, por falta de tiempo, la abuela de Madrid ha dejado a las chanclas huérfanas. Para todo lo demás, siempre nos quedarán las alpargatas.

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