
La burbuja de los bloggers-influencers parece que va a explotar. (O eso dicen los más temerarios y eso esperan los más envidiosos). Y yo no sé si el panorama es tan dramático pero lo que sí sé es que un verdadero alivio para todos: adiós a los like en Instagram. El mundo se va a la mierda. O no: quizás el mundo renazca. Puede que hasta empecemos a vivir, a mirarnos a los ojos y… no sé si a sentir amor, pero seguro que a evitar la vergüenza de que la última publicación del "insta" no llegara a los tres dígitos.
El domingo pasado, a la una de la madrugada, me escribía una amiga mía muy agobiada por whatsapp (en verdad fue un audio). Me preguntaba si yo sabía por qué le habían bajado los "me gusta". Sin saber qué responderle (porque del tema de redes sé lo justito…) empecé a reflexionar en qué momento empezamos a cuantificar la felicidad en cifras (yo la primera): si algo de misterio tiene la felicidad y el amor es que es abstracto y nada numérico. La felicidad no se cuantifica. Y si la cuantifica (si la sabes explicar) es que (quizá) no es felicidad. Hemos basado nuestro éxito en números, y ahora se avecina una temporada de ligereza emocional, porque Instagram (Facebook) ha comunicado que los "me gusta" dejarán de ser públicos (visibles).
¿Entonces? ¿Cómo venderán las influencers?¿De qué manera testarán las marcas el impacto que tienen sus colaboraciones? Al parecer, el único referente va a ser el total de followers que tenga uno (que, visto sea de paso, pueden ser facilmente "comprados").
Cada "stories" mío (esos que duran 24 horas y que no están fijos en el muro) lo ven de media unas 350-650 personas. ¿Cuántos me gusta tiene una foto mía? Entre 40 y 120 likes. La gente me sigue pero no lo celebra. O eso parece. ¿Conclusión? "Veo toda tu vida pero no la apruebo" o "veo toda tu vida pero no me gusta". Pero si no le gusta, puede también dejar de seguirme. Están ahí en cada post: son una especie de testigos silenciosos de éxitos ajenos. Y por "éxitos" entiendo la foto del placer de degustar buen vino, una buena cena; la tierna foto de mis sobrinas o de mi gato Mourinho o un atardecer. O qué carajo: yo en bikini. Sin necesidad de hacer un "Tania-Llasera". Afortunadamente nunca he basado mi felicidad en la cantidad de "me gusta" sino en la calidad de los mismos, o la calidad humana de los que públicamente lo reconocen. Y sobre todo, mi éxito es mío, y aunque agrade agradar, lo que busco es la autosatisfacción. O aspiro a ello.
Hablando de contar… otra polémica que salpica nuestra semana de Es moda es la de la Miss España. La mujer más bella de España, en Miss Universo, en lugar de alardear de estudios y experiencias (como hicieron todas sus compañeras) lo más que pudo contarle al jurado y al mundo entero, para recordar que ‘Spain is different’, es que ha estado en 12 países. Que si nos juntamos (o nos separamos, más bien) con los secesionistas, ya 3 son en España. Portugal no sé si cuenta. Ni Andorra. Y el viaje de fin de curso al Vaticano y a Italia, pues tampoco. Y ya las vacaciones en Punta Cana o el viaje de ida y vuelta en un día de 2 euros de Vueling (recuerdan aquellas gangas…?) a Londres no vale.
Hasta para mentir la gente tiene muy poca creatividad. ¿Que no se tiene estudios superiores, títulos de másters, y su vida laboral cabe en un tuit? De acuerdo. Pero hagan un Tamara Falcó y hablen de su relación con la Divina Providencia. Y así se genera polémica, pero de la divertida. ¡Feliz sábado!