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Katy Mikhailova

Tú a-marte y yo a-Venus

Unos dirán que con qué licencia un juez se atreve a hacer arte, y otros pensarán en por cuánto se podrá subastar el día de mañana.

Unos dirán que con qué licencia un juez se atreve a hacer arte, y otros pensarán en por cuánto se podrá subastar el día de mañana.
Pedraz y una amiga en un reciente evento de arquitectura. | Contacto Photo

Difícil sería que Velázquez llegara a intuir que sus Meninas, casi 400 años después, tendrían semejante éxito y que llenarían las calles de Madrid año tras año. Tampoco que dividieran Madrid en dos: los detractores de las Meninas, entre ellos Andrea Levy, y los freaks que se fotografían con ella y sueñan con poder adquirir una.

Comprendo hasta cierto punto a nuestra delegada de Cultura y Turismo dado que al final se podría considerar que se ha vulgarizado la menina, olvidándonos del origen del concepto que el pintor plasmaba en su obra: meninas, niñas en portugués, eran las hijas nobles al servicio de la infanta Margarita. Pero más allá del verdadero significado, las meninas se han convertido en los últimos años en casi un emblema madrileño. Y ya saben, de Madrid al cielo.

Hay quienes viven con la ansiedad de recorrer Madrid recolectando Meninas en fotos como si no hubiera un mañana. Pero es de suma importancia reconocer la misión social que persiguen estas -nuestras- Meninas: en la última edición se ha llegado a recaudar cerca de 500.000 euros destinados al volcán de la Palma o a la lucha contra el cáncer infantil. Y, aunque sólo sea por esto, merecen un respeto.

Hablando de solidaridad, el jueves pasado (mientras Madrid y la jet-set y las celebs se repartían entre la fiesta ‘rosé’ de ELLE para la lucha contra el cáncer de mama y la fiesta japonesa de Shiseido) también la Calle Almagro se teñía de glamour para recibir en el majestuoso Club Monteverdi, diseñado por mi amiga Lorna de Santos, una subasta benéfica a favor del pueblo ucraniano y del volcán de la Palma. Una mezcla, cuando menos, un tanto extraña, pero que merece ser apoyada.

Yo, acompañada de mi bueno amigo el penalista Manuel Quintanar, con mi número 40, pujé la primera por la obra de Santiago Pedraz, "Amarte", porque sus tonos azules encajaban en mi particular "home gallery" de Príncipe de Vergara (suena mejor esto, a decir que teletrabajo en el salón de mi casa). Bromas a parte. La obra no fue para mí, por lo que no dudé en animar a Santiago a crear "Avenus". No sé si caerá esta breva…

El precio es lo de menos. La ayuda es lo de más. Y la obra será amada y odiada a partes iguales, como las Meninas: unos dirán que con qué licencia un juez se atreve a hacer arte, y otros pensarán en por cuánto se podrá subastar el día de mañana. El arte no es para todos. Ni siquiera podemos definir arte. Y a Marte tampoco se viaja con frecuencia, a menos que se opte por algún tipo de droga de diseño. Así que ustedes a Marte y yo a California.

Lo que fue un diseño con mayúscula ha sido vivir la reconversión de un militar en presentador. Matías Urrea fue el maestro de ceremonias, y con mucho arte y encanto.

Fue una cita que, por cierto, reunió a todo tipo de invitados: desde los madrileños de bien como Daniel San Martín a quien se podrá ver a diario en Los Doce Apóstoles de la Calle Velázquez, hasta empresarios como Enrique Cerezo que frecuenta menos iglesias y más estadios. Todos estábamos ahí no se sabe muy bien porqué, pero estábamos. Unos, por la curiosidad de descubrir el famoso Club Monteverdi (club privado en el que, en menos de un año de vida, han celebrado sus fiestas privadas marcas como Chanel, Dior o Patek Philippe); otros asistían por el morbo de ver al ex de Ainhoa Arteta con un mazo en mano para dar por vendida una obra (mientras ella, enfundada en un precioso vestido rosa, acudía a la fiesta de ELLE tras sufrir un "pésimo pésame" en un Cabify que no llegó en hora). Aunque quiero creer que todos buscábamos ayudar.

Sea como fuere, fue una velada etílica e idílica, que espero que podamos seguir repitiendo. Felicidades a Nasrin Zhiyan y todo el equipo (y los artistas que donaron sus obras), porque éxito y solidaridad se dieron la mano.

No quiero despedirme sin hacer un alegato a favor de las Meninas (que el otro día, por cierto, nos mandaron a la redacción de Fearless Magazine una en miniatura firmada por Igor Navarro, otro militar que en su tiempo libre hace arte con mucho arte -gracias, Igor-). Y es que las Meninas son un símbolo de arte español. De la monarquía. De tiempos bonitos. De Estética y ética. Inspiración de muchos artistas. Y de solidaridad. ¡Feliz sábado!

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