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¿De qué manera se puede enseñar mindfulness a los niños?

El mindfulness es muy beneficioso tanto para los adultos como para los niños. Hay que practicarlo bien y enseñar a los pequeños. ¿Cómo se les enseña?

El mindfulness es muy beneficioso tanto para los adultos como para los niños. Hay que practicarlo bien y enseñar a los pequeños. ¿Cómo se les enseña?
niña, padre, retrato | Pixabay/CC/ddimitrova

El mindfulness, también conocido como conciencia o atención plena, consiste en ser y estar consciente en el momento presente, buscando comprender qué es lo que ocurre en el aquí y en el ahora, desde una actitud curiosa, abierta y siempre positiva. Por ello, es una práctica que puede ser beneficiosa para todas las edades. Enseñar mindfulness a los niños no sólo puede ayudarles a reducir el estrés y la ansiedad, sino que también puede mejorar su capacidad para concentrarse y regular sus emociones.

Esta técnica oriental de meditación introducida por Jon Kabat-Zinn parece tener numerosos beneficios a nivel físico y mental, teniendo como principal objetivo la reducción del estrés a través de la atención en la respiración para centrarse en el presente, tomando así cierta distancia con respecto a ciertos pensamientos y emociones para poder observarlos pero sin reaccionar inmediatamente.

Son muchos los adultos de todo el mundo que practican este tipo de técnica, pero también se ha observado que el mindfulness ofrece muchos beneficios también en los más pequeños. De hecho, en algunos países se ofrece como terapia en el caso de los niños que padecen trastornos como el TDAH, ansiedad o depresión.

¿Qué beneficios ofrece el mindfulness a los más pequeños?

Son muchas las familias que han interiorizado la importancia del mindfulness, tanto que lo practican en sus casas, puesto que mejora las relaciones entre padres y hermanos, al ser una técnica que modifica el comportamiento y que enseña a no reaccionar de manera irreflexiva ante cualquier situación.

De este modo, la atención plena les permitirá a los niños desarrollar la conciencia de sus experiencias internas y externas y ser capaces así de entender cómo las emociones se manifiestan en sus cuerpos, además de ofrecerles herramientas para el control de los impulsos. Por supuesto, esta técnica no es que sea el remedio a todos los problemas, pero sí una herramienta que ofrece múltiples beneficios:

  • Disminución del estrés y de la ansiedad
  • Mejora de la atención
  • Meditación ante la toma de decisiones
  • Aumento de la empatía
  • Reducción de los conflictos
  • Contribuye al autoconocimiento
  • Incremento de la escucha activa
  • Facilita la consecución de metas y objetivos
  • Mejora de las habilidades sociales
  • Aprendizaje de técnicas para relajarse en momentos de tensión o ansiedad
  • Mejora de la regulación cardiovascular y neurológica
  • Ayuda a la gestión de conflictos
  • Mejora de la capacidad de abstracción, lógica y cálculo

¿Qué actividades de mindfulness existen para los niños?

Dentro de las virtudes de los niños, está la de ser capaces de abstraerse del mundo y adentrarse en su propio mundo. Es habitual que a los niños les cueste concentrarse y que suelan tener cierta falta de atención, ya que están sometidos a numerosos estímulos y a un ritmo bastante ajetreado, que les obliga a estar siempre activos sin que lleguen a aburrirse.

  • Practicar la gratitud. Enseñar a los niños la gratitud es una forma importante de practicar el mindfulness. Por ejemplo, pedirles a los niños que piensen en tres cosas por las que están agradecidos cada día, o hacer que lleven un diario de gratitud. La práctica de la gratitud puede ayudar a los niños a centrarse en las cosas positivas de la vida y mejorar su bienestar emocional.
  • Respiración diafragmática. Que un niño aprenda a ser consciente de su respiración, a relajarse y a practicar la respiración diafragmática no es tan difícil como pueda parecer. Un ejercicio muy práctico consiste en darle un peluche a cada niño u otro objeto pequeño que les guste. Si se puede, hacer que los niños se acuesten en el suelo y colocar los peluches en sus vientres. Decirles que respiren en silencio durante un minuto y que observen cómo su respiración se mueve hacia arriba y hacia abajo. También decirles que se fijen en qué sensaciones corporales van teniendo o que imaginen como los pensamientos al entrar en sus mentes, se convierten en burbujas y flotan.
  • Aprender a parar y a meditar. El ejercicio de la rana es muy fácil para los niños, es esplendido como meditación y para que aprendan a pararse y a respirar conscientemente. El objetivo consiste en estar atento y quieto como una rana y se puede explicar de la siguiente manera: "Es verdad que la rana es un animalito que puede dar grandes saltos pero también puede quedarse muy quieta, observando todo lo que pasa a su alrededor pero sin reaccionar de inmediato y respirando con mucha calma. Su barriga se hincha cuando entra el aire y se deshincha cuando sale el aire. Así que nos vamos a sentar y a respirar como la rana, así, la ranita no se cansa y no se deja arrastrar por todas las cositas que se le pasan por la cabeza. Durante un rato vamos a estar quietos como una rana, notando como la barriguita se abulta un poco y después se hunde otra vez."
  • Usar actividades divertidas y creativas. Es importante que los niños se diviertan mientras aprenden mindfulness. Utiliza actividades creativas como juegos de respiración, meditaciones guiadas para niños o visualizaciones. También se pueden utilizar materiales de arte y manualidades para que los niños creen sus propias herramientas de mindfulness, como mandalas, collages o cuadernos de gratitud.
  • Ser un modelo a seguir. Los niños aprenden mejor a través del ejemplo. Si se busca que los niños practiquen mindfulness, es importante que el adulto también lo practique. Hay que tomarse el tiempo para practicar mindfulness junto a los niños y hablarles de la experiencia propia.
  • Utilizar técnicas adaptadas a su edad. Es importante adaptar las técnicas de mindfulness a la edad y nivel de desarrollo de los niños. Los niños más pequeños pueden tener dificultades para concentrarse durante períodos largos, por lo que es mejor empezar con ejercicios breves y sencillos. Los más mayores pueden estar más interesados en explorar diferentes técnicas de mindfulness, como la meditación o la práctica de yoga.
  • Aceptar las emociones. ¿Cuántas veces hemos dicho a nuestros hijos: «No te enfades», «Deja de llorar», «No deberías estar nervioso"? Negar sus propias emociones genera un gran problema para los niños al provocarles una lucha contra ellas y no aceptarlas. Hay que recordar que los niños son grandes maestros en la atención plena y la frustración, la ira o el miedo que sienten es muy real. Es importante validar sus emociones y hacerles saber que se comprende su tristeza o su enfado. Eso les ayudará a aceptarlas desde el presente.
  • Ser conscientes de porqué tienen esas emociones y para qué les sirven. Muchos niños cuando están nerviosos, o preocupados no saben que les está ocurriendo. Explicarles síntomas de la ansiedad o del enfado como el dolor de estómago o la opresión en el pecho les ayuda mucho a entender que está ocurriendo. Un ejercicio muy bueno consiste en comparar las emociones con esos frasquitos con paisajes llenos de nieve que si se mueven parece que está nevando. Si se agitan se ve la tormenta de nieve, pero pronto, si uno se sienta, para y respira puede ver como de nuevo la nieve se va asentando. Las emociones son como esa nieve que a veces se agitan pero si nos calmamos y paramos deja de nevar. En este sentido también puedes enseñarle a reconocer el origen y la utilidad de sus emociones con preguntas como: "¿De dónde viene tu enfado? ¿Cómo se siente tu cuerpo cuando estás enojado? ¿Te ayuda en algo ese enfado?".
  • La gratitud. La gratitud es una gran fortaleza psicológica y además es un componente fundamental de la atención plena. Enseñar a los niños a apreciar la abundancia en sus vidas en lugar de centrarse en todos los juguetes o golosinas que anhelan es un ejercicio maravilloso. Puede ser antes de comer, al acabar el día o la semana y se puede crear una especie de ritual bonito en donde los niños sean conscientes de todo lo bueno que tienen en su presente.

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