
Ahora se ha puesto de moda lo de que los 40 son los 30 de antes, y así podemos continuar con esta cuenta. Yo estoy en los 33, la edad de Jesucristo. Cada vez tengo más amigas saliendo con chicos más jóvenes. En mis tiempos de casi adolescencia solía ser al revés por eso de que "las mujeres -se supone- que madurábamos antes". No sé ustedes, pero a mí me encanta cumplir años. Y empoderarlos. Hay quien teme a envejecer numéricamente, otros por la reducción del colágeno natural. Sin bótox no hay paraíso, y que me perdone mi amiga Tamara Gómez de La Prairie, la mejor crema es un botox bien aplicado. De eso sabe mi querido Doctor Lucas Navarro de Clínica Dray, sus manos de 27 años pinchan casi tanto como las de "60 y…" de Simón Dray.
Vivimos, en cualquier caso, y para no divagar en exceso, en unos tiempos en los que el relativismo ha impuesto que no haya una norma para nada. Ni para envejecer ni para renacer tantas veces como amanecemos. Cada día es una oportunidad para vivir acorde a los valores que escogemos.
Por ejemplo, ayer mismo descubrimos la portada de Marie Claire de España con la modelo Pino Montesdeoca. Canas al poder. Grita la portada "Belleza serena. La plenitud más allá de los 50". Y es que Pino estuvo al borde de la muerte hace más de 10 años, en un hospital de las Bahamas. Y, contra todo pronóstico, hoy puede presumir de ser una de las modelos, con más de 60 años, más solicitadas en España. Modelos senior. Rescatemos el eslogan de Adolfo Domínguez "la arruga es bella".
Quien celebra cada éxito, cada instante, cada creación y cada cumpleaños es mi querido amigo el diseñador Eduardo Navarrete. Este martes celebraba sus "benditos 30", al ritmo de Bárbara Rey o Loles León y una larga lista de amigos que salieron al escenario de Florida Park en Retiro para regalarle su música. Sí, Bárbara: esa mujer, hoy empoderada, que ha sufrido en sus carnes lo propio de los 70, 80, 90. Entonces, la arruga estaba penalizada.
Estilistas, modelos, influencers, diseñadores, editores, y una lista larga de gente muy heterogénea, abrazaban a un Eduardo más feliz que nunca. La fiesta abría con un emotivo vídeo de su abuela. ¿La clausura? Es leyenda, intuyo, porque soy de las primeras en evaporarme de estas fiestas, a merced de la cita que tengo con la cama y con Netflix. ¡Por cierto, si no han visto la serie de Cristo y Rey no han visto nada! El documental también es para no perdérselo.
Es evidente que las modas y los modos de estos nuestros tiempos de moderneces están adscritos a la no-norma, a la diacronía vital. El tiempo, en definitiva, es el resultado de nuestros pensamientos y acciones. Y mientras los nostálgicos del pasado discuten con los ansiosos por el futuro, el presente es esto que transcurre mientras yo escribo y ustedes me leen. En Madrid parece salir el sol, cosa que se agradece. Y a estas alturas (en mi caso, que les escribo desde un ático en la Calle Conde de Peñalver), a modo de consejo, podríamos dejar de felicitar con el "año nuevo" y, ya puestos, felicitarnos con la Cuaresma que está a la vuelta de la esquina. O el carnaval. Con todas mis bendiciones, les deseo un feliz domingo, en especial a esos valientes domingueros que se esconden tras ropa de Decathlon y se van a la montaña. Aquí en la urbe, los chalecos son un básico imprescindible.
