
Pablo Garna. 34 años. 558 mil seguidores en Instagram. Católico, apostólico, romano (o eso proyecta en su red). Más bien de Hakuna, y no matata. "De lo que rebosa el corazón, habla la boca" (Lucas 6, 43-49), se describe en esta red. La bondad que atesora en su corazón, es la misma bondad que derrocha su abdomen. ¡Y qué abdomen! Ya no quedan hombres de pelo en pecho, ya lo saben, llevo un tiempo escribiendo sobre ello en este espacio.
A fecha de hoy atesora 861 publicaciones. De media (así, a grandes rasgos), cada 4 publicaciones fijas, una sin camiseta. ¡Toma ya! Felicidad para la vista. Ahora los nuevos practicantes presumen de valores y de cuerpo, y de ropa. Pero no le gustan las letras soeces. Porque Pablo es tan profundo, que su profundidad se la ha tragado su vanidad y amor por su cuerpo y él mismo, después de Dios, claro. Olvidándose de Puerto Rico y permitiéndose el lujo de ofender a 46,8 millones de personas en todo el mundo (exactamente el número de seguidores de Bad Bunny) y a toda la comunidad latina, y los hispanoparlantes y gentes normales que no juzgan cómo es una persona por la música que consume.
Pablo esta semana amanecía enfadado a la par que inspirado. A falta de querer oír su música (el nuevo disco del artista que está arrasando en Spotify y otras tantas plataformas), prefirió leer (así lo dice en su vídeo), los versos del puertorro. "Y yo, que soy una persona curiosa, me he leído las letras de todas sus canciones", explica. Ofendido hasta la médula, y vestido hasta el cuello (raro es que no saliera en el reel semi desnudo), nos regala una de las mejores promesas moralista (y doble-moralistas) de la red. "Insulto a la inteligencia", "contenido sexual, alcohol y drogas..", analiza.
La música de Bad incita a todo esto, como si ahora el cantante tuviera la culpa de que el sexo es sexo desde que el libertinaje azota la concupiscencia más carnal del ser humano, y desde que el alcohol es parte de nuestra cultura.
No sé, Pablo, en qué mundo vive usted. Me pregunto cómo osa una persona, cuya profesión se basa en contar banalidades (qué se pone, adónde viaja o dónde se hospeda, regalo -o publicidad mediante-), en cuestionar el talento, el carisma y el arte de un artista. Y toda una industria. Y las cientos de personas que componen el trabajo diario de un auténtico influencer (porque Bad influye, y usted, con respeto, aburre).
Y, sí, le puede gustar más o menos Bad Bunny, y puede no gustarle siquiera el reggaeton ni todos los híbridos de este género (que, por cierto, ignorancia la suya el no saber apreciar las dos salsas maravillosas que están en este nuevo disco). Pero quién es este ser para decidir qué debemos escuchar e imponernos semejante lección de soberbia y superioridad intelectual.
Insulto al intelecto es que un hombre vaya de inteligente y base su raciocinio en saltar en su vestidor en toalla, recién duchado, para enseñar cómo se perfuma y se viste. ¡Eso es un insulto a la inteligencia y a esa espiritualidad de la que presume!
El 26 de noviembre posaba con una copa de Martin Miller (que esta marca de ginebras, y todo lo que representa, tampoco tiene la culpa de contar con "embajadores" orgánicos que sentencian las letras que hablan de alcohol). ¡Voila! Los hombres profundos e inteligentes también beben, y facturan. ¿Llorarán también?
Me pregunto qué hará Pablis en la intimidad si tiene intimidad sexual cuando la comparta con otra persona, y si acaso la fantasía sexual en todas sus vertientes no pueda tener su sentido en algunos fragmentos de las letras de Bad. Bad. Maluma. Shakira. Omar Montes. Quevedo… ¿Quiere que siga? Pablo, ¿usted qué hace con una señorita cuando hace algo si hace? ¿Vuelta y vuelta? ¿Viajamos a Cuenca? ¿Albacete, caga y vete? ¿Sin tetas no hay paraíso?
En fin. Haga usted como los creadores de contenidos de lifestyle buenos (los que no sentencian ni ofenden) y cuente su estilo de vida sin tener que meter las narices en el ámbito de la moral y además en una industria que no es la suya, la de la música y los espectáculos. Céntrese en combinar blanco y negro, en que rime su laca con la quinta esencia de su aroma, y deje a los artistas hacer arte. Porque no se hace una idea cuánto puede subir el ánimo a media población la música de Bad Bunny. Solo espero que no pillen a Pablo bailando 'ella es calladita' en la próxima boda a la que vaya, ni ninguna canción cuya letra hable de alcohol o sexo. No, por favor. Dios nos pille confesados. ¡Buenas noches!