
El debate sobre la tenencia de animales exóticos como mascotas continúa vigente, especialmente cuando estas especies son sacadas de su hábitat natural. La historia de Lino, un mono capuchino adquirido de manera ilegal hace más de 35 años, es un ejemplo de esta situación. Recientemente, la normativa en bienestar animal ha permitido que las autoridades actúen en casos como el de María, una anciana de Barcelona que había convivido con el primate tras su introducción en el país de forma irregular.
La historia de María y Lino
La relación de María y Lino comenzó hace más de 35 años, cuando un vecino de la mujer introdujo al primate y a otros ejemplares de forma ilícita. María adoptó a Lino, el único de los capuchinos que logró sobrevivir y lo trató como un hijo desde entonces. Este hecho es parte de una problemática más amplia que afecta a muchas especies en el mundo, donde el tráfico ilegal continúa amenazando la biodiversidad.
En un primer momento, Lino vivía en casa de la pareja de María, en una gran jaula que tenían en el comedor. Cuando su pareja falleció, Lino fue trasladado a la casa de María, en una jaula más pequeña pero de un tamaño habitable para el animal.
En ese piso fraguaron una relación de amistad que duró décadas, María le daba a Lino huevos de codorniz, le cantaba y hasta le contaba películas, siempre estaban juntos. María tenía un gran cariño por el animal, quien envejeció a su lado, Lino tenía cuarenta años aproximadamente y la esperanza de vida de su especie llega hasta treinta años en casos muy longevos.
Separación y fallecimiento de Lino
Durante años, organizaciones de defensa de animales denunciaron la situación, y tras la aprobación de la Ley de Bienestar Animal, las autoridades solicitaron que el animal fuera transferido a un entorno adecuado, evitando así sanciones para María que podían llegar hasta los 60.000 €. Aunque el proceso fue complicado emocionalmente para ella, las instituciones aplicaron la ley considerando el bienestar de Lino y el riesgo que supone mantener un animal exótico en un entorno doméstico.
Lino fue trasladado a las instalaciones de la Fundación Mona en Gerona, sin embargo, a los cuatro meses, fue enviado a Rainfer, un centro madrileño dedicado al cuidado de primates con problemas, para que este pudiera tener una atención más especializada. La organización fue quien anunció el fallecimiento del primate por su cuenta de Instagram: "ya es tarde, pero su caso nos da más fuerza para luchar por los que viven en esta situación, para que puedan ser rescatados lo antes posible".
Desde Rainfer afirmaron que eran conscientes de que la estancia de Lino en sus instalaciones sería muy corta, debido a su avanzada edad y a su delicado estado de salud. Esa es la razón por la que se han quejado los vecinos de María, quienes afirman que, desde que se llevaron a Lino, la mujer ha perdido la sonrisa y se ha vuelto arisca y desconfiada con las personas.
Es comprensible el apego emocional que desarrolló María hacia Lino, con quien compartió gran parte de su vida. Sin embargo, la separación se da en el marco de una legislación que busca proteger tanto a los animales como a la biodiversidad. Las leyes establecen la importancia de respetar el entorno y la libertad de estas especies, que, en centros especializados, pueden recibir cuidados adecuados y relacionarse con los de su especie.

