
Durante años, los científicos han sospechado que el estrés materno durante el embarazo podría influir en el desarrollo de enfermedades alérgicas en la infancia. Ahora, un estudio publicado en Nature por un equipo internacional liderado por Nicolas Gaudenzio aporta evidencias experimentales que relacionan directamente el estrés prenatal con la aparición de eccema en las primeras etapas de la vida, a través de una alteración de las células inmunitarias fetales.
Lesiones cutáneas provocadas por estímulos leves
Los investigadores utilizaron un modelo murino en el que las madres gestantes fueron sometidas a estrés mediante exposición a luz brillante durante varios días. Las crías nacidas de estas madres estresadas desarrollaron lesiones cutáneas similares al eccema cuando se expusieron a estímulos mecánicos leves, como el roce continuo con gasas húmedas. Estas lesiones se caracterizaban por inflamación y engrosamiento epidérmico, pese a no existir una exposición a alérgenos ni una respuesta inflamatoria tipo 2, típica del eccema atópico en adultos.
La barrera cutánea de las crías estresadas mostró una mayor pérdida transepidérmica de agua, un indicador funcional de debilidad estructural de la piel. Aunque visualmente la piel parecía normal en las primeras semanas, los análisis revelaron una predisposición a respuestas inmunitarias de tipo alérgico, con aumento de citoquinas específicas en suero.
Alteraciones en las neuronas sensoriales y células inmunes
El estudio también identificó cambios en los ganglios de la raíz dorsal, donde se encuentran los cuerpos celulares de las neuronas sensoriales. Los ganglios de la raíz dorsal son pequeños "nudos" de neuronas situados justo al lado de la médula espinal. Allí se concentran los cuerpos celulares de las neuronas sensoriales, es decir, la parte de la neurona donde está el núcleo y que funciona como el "centro de control" de la célula.
De forma sencilla: son como centrales eléctricas que reciben la información de los receptores de la piel —por ejemplo, presión, dolor, temperatura— y la envían hacia la médula espinal y el cerebro para que podamos percibirla.
En este estudio, se vio que el estrés prenatal alteraba esos ganglios, aumentando la sensibilidad al tacto de las crías. Dicho de otro modo: el cableado nervioso que conecta la piel con el sistema nervioso central quedaba más "hiperreactivo", haciendo que estímulos suaves se sintieran como agresivos.
Además, se observó una mayor densidad de fibras nerviosas en la piel y un aumento de la expresión génica asociada a la mecanosensación.
Pero el hallazgo más relevante fue el papel de los mastocitos, células inmunitarias que colonizan los tejidos fetales en fases tempranas del desarrollo. En las crías de madres estresadas, estos mastocitos estaban activados incluso sin presencia de alérgenos. La eliminación genética de estos mastocitos protegía a los ratones del desarrollo del eccema, confirmando su implicación directa.
Efectos inducidos por la corticosterona
El estrés materno generó un aumento de los niveles de corticosterona, una hormona glucocorticoide, en el líquido amniótico. Este incremento alteró de forma duradera el programa de activación de los mastocitos y las neuronas sensoriales fetales. Cuando se inhibió farmacológicamente la síntesis de corticosterona durante la gestación, las crías no desarrollaron eccema, a pesar de haber sido expuestas al mismo protocolo de estrés.
El análisis de los mastocitos fetales mostró que más de mil genes funcionaban de manera distinta a lo habitual, especialmente los relacionados con la activación del sistema inmune, la producción de gránulos con sustancias químicas (como la histamina) y la percepción de estímulos.
Además, el estrés prenatal dejó marcas epigenéticas en el ADN de estas células, es decir, modificaciones químicas que no cambian los genes, pero sí la forma en que se usan. Sin embargo, estos cambios no eran permanentes: desaparecían a las 24 semanas de vida, justo cuando los mastocitos originales eran reemplazados por otros nuevos procedentes de células madre de la médula ósea.
Implicaciones en humanos y papel transitorio
Para investigar si el fenómeno observado en ratones podría extrapolarse a humanos, los autores analizaron muestras de sangre de mujeres embarazadas en el primer trimestre. Las mujeres con antecedentes atópicos mostraban niveles más elevados de cortisol, el equivalente humano de la corticosterona, lo que sugiere una posible relación con la programación inmunitaria fetal.
Los efectos del estrés prenatal sobre la piel fueron transitorios en los ratones, ya que a las 24 semanas las crías ya no desarrollaban lesiones tras estímulos mecánicos. Esta reversibilidad se atribuye al reemplazo natural de los mastocitos de origen extraembrionario por nuevas células inmunitarias de origen medular.
El hallazgo abre la puerta a comprender mejor cómo se programa el sistema inmune desde el embarazo y ofrece nuevas pistas para prevenir o tratar el eccema infantil en sus fases más tempranas.


