
El cometa 3I/ATLAS, descubierto el pasado julio, ha completado su paso más cercano al Sol y continúa su trayecto a través del sistema solar rumbo al espacio interestelar. Su comportamiento confirma lo anticipado por la comunidad científica: es un objeto natural, de trayectoria hiperbólica, que no está ligado gravitacionalmente al Sol. Su observación está permitiendo estudiar, por tercera vez en la historia, material que se formó fuera del sistema solar.
Un visitante interestelar y extremadamente veloz
Detectado el 1 de julio de 2025 por el telescopio ATLAS en Chile, este cometa mostró desde el inicio una trayectoria hiperbólica y una velocidad superior a los 221.000 km/h, lo que lo convirtió en el más rápido jamás observado entre los objetos interestelares detectados. Ya en agosto, la comunidad científica subrayaba la singularidad de su aceleración y su dirección inusual, lo que reforzaba su origen extragaláctico.
A medida que avanzaba hacia el interior del sistema solar, su composición helada comenzó a reaccionar a la radiación solar. En septiembre, se confirmó su activación con la emisión de gas y polvo, y poco después, su cola se hizo visible desde la Tierra a través de telescopios de aficionado. Ambas fases fueron claves para validar su comportamiento como un cometa natural, descartando cualquier hipótesis sobre su origen artificial.
El paso más cercano al Sol
El 30 de octubre, 3I/ATLAS alcanzó su perihelio, situándose a 210 millones de kilómetros del Sol, justo dentro de la órbita de Marte. Durante ese periodo, su brillo aumentó notablemente y permitió obtener observaciones detalladas desde instrumentos como el telescopio Hubble, que ya había logrado captarlo en julio y obtener las primeras imágenes directas de su núcleo helado, estimado entre 300 metros y 5,6 kilómetros de diámetro.
Este momento fue especialmente relevante para afinar las estimaciones sobre su estructura y composición, similar a la de los asteroides de tipo D, con materiales ricos en carbono, silicatos orgánicos e hielo de agua. También permitió confirmar que su comportamiento seguía un patrón coherente con el de otros cometas conocidos, sin anomalías en su trayectoria.
Una imagen inédita: visto desde Marte
A comienzos de noviembre, la Administración Nacional del Espacio de China (CNSA) confirmó que su sonda Tianwen-1, en órbita marciana desde 2021, había logrado captar imágenes del cometa desde 28,9 millones de kilómetros. La operación, ejecutada entre el 1 y el 4 de octubre, empleó la cámara de alta resolución del orbitador para registrar el movimiento del cometa durante una ventana muy breve.
Este logro convierte a Tianwen-1 en la primera nave humana que ha conseguido observar un objeto interestelar desde otro planeta. Los responsables del proyecto explicaron que la observación se realizó pese a la tenue luminosidad del cometa y su alta velocidad relativa, que superaba los 58 km/s frente a los 86 km/s de la propia sonda.
El éxito de esta maniobra ha sido interpretado como una prueba técnica valiosa de cara a futuras misiones interplanetarias, como Tianwen-2, que se centrará en el estudio de asteroides cercanos a la Tierra.
Qué se espera en las próximas semanas
El 19 de diciembre, 3I/ATLAS alcanzará su mayor aproximación a la Tierra, a una distancia estimada de 270 millones de kilómetros. A pesar de la expectativa que genera su cercanía, no será visible desde la superficie terrestre, ya que se encontrará al otro lado del Sol.
La Agencia Espacial Europea ha confirmado que no representa ningún riesgo para nuestro planeta y que se mantendrá bajo seguimiento desde varios telescopios orbitales. Además, durante noviembre y diciembre se desarrollará una campaña internacional de observación en la que participarán los observatorios del Teide y del Roque de los Muchachos, en Canarias, junto con otras estaciones situadas en Europa y Norteamérica.
Estas observaciones permitirán afinar los datos sobre su composición, densidad y evolución orbital, antes de que el cometa desaparezca progresivamente de nuestra región del espacio y siga su curso hacia el medio interestelar, donde se perderá de vista durante miles o millones de años.


