
La epilepsia es una condición neurológica que afecta al cerebro y provoca convulsiones o crisis epilépticas debido a un funcionamiento anormal y esporádico de uno o varios grupos de neuronas. Estas crisis ocurren cuando se altera la actividad eléctrica en el cerebro, generando cambios en el movimiento, el comportamiento, el nivel de conciencia y las sensaciones de una persona. Generalmente, las crisis epilépticas duran apenas unos segundos o minutos, tras los cuales el cerebro recupera su actividad normal.
Existen más de 30 tipos diferentes de crisis epilépticas, que los neurólogos agrupan en dos grandes categorías: crisis parciales (o focales) y crisis generalizadas. La forma de manifestarse de cada crisis depende de la zona del cerebro afectada y de la causa de la epilepsia.
Las crisis parciales o focales
En las crisis parciales, la descarga anormal comienza en una región específica del cerebro, aunque en algunos casos puede extenderse al resto de la corteza cerebral. Dentro de esta categoría, se encuentran:
- Crisis parcial simple: Afecta el movimiento, la memoria y los sentidos, como la vista y el oído, sin pérdida de consciencia. La persona permanece consciente, aunque puede experimentar sensaciones extrañas, como destellos de luz o sonidos inusuales.
- Crisis parcial compleja: En este tipo de crisis, la persona pierde la consciencia y puede entrar en un estado de trance. Además, es común la repetición automática de ciertos movimientos (por ejemplo, frotarse las manos o masticar sin motivo). Alrededor de dos tercios de las personas con epilepsia experimentan este tipo de crisis.
- Crisis secundariamente generalizada: Comienza como una crisis parcial y luego se extiende a todo el cerebro, convirtiéndose en una crisis generalizada.
Las crisis generalizadas
En las crisis generalizadas, la actividad eléctrica anormal afecta a todo el cerebro desde el inicio, y esto provoca pérdida de consciencia. Dentro de las crisis generalizadas, se distinguen varios tipos:
- Crisis de ausencia: Frecuentes en niños, consisten en una breve pérdida de conocimiento. La persona puede quedar inmóvil, con la mirada fija, como "ausente", durante algunos segundos.
- Crisis mioclónicas: Consisten en sacudidas bruscas y rápidas en las extremidades, que suelen durar apenas unos segundos.
- Crisis tónicas: Se pierde la consciencia de forma repentina, y los músculos se contraen intensamente, generando una postura rígida.
- Crisis atónicas: En este caso, los músculos del cuerpo se relajan de manera repentina, lo que provoca la caída al suelo de la persona.
- Crisis tónico-clónica o convulsiva: La persona cae al suelo y su cuerpo se pone rígido (fase tónica), seguida de sacudidas rítmicas de brazos y piernas (fase clónica). Durante esta crisis, es común que la persona muerda su lengua, tenga los labios morados, salive en exceso (produciendo espuma) y pierda control de esfínteres.
El diagnóstico de la epilepsia suele hacerse después de que una persona ha experimentado al menos dos crisis no provocadas, lo cual permite a los médicos evaluar la actividad cerebral mediante pruebas como el electroencefalograma (EEG) o estudios de neuroimagen, como la resonancia magnética (RM).
¿Se puede curar la epilepsia?
La epilepsia es una enfermedad crónica que, aunque en muchos casos no se puede curar completamente, puede ser controlada en la mayoría de los pacientes. El tratamiento principal incluye el uso de fármacos antiepilépticos, que ayudan a reducir la frecuencia e intensidad de las crisis. Cuando los medicamentos no son efectivos, se puede considerar la cirugía para extirpar la zona del cerebro donde se originan las crisis. Otros tratamientos, como la estimulación del nervio vago o la dieta cetogénica, pueden ser útiles en algunos casos.
El manejo adecuado de la epilepsia permite a muchas personas llevar una vida normal, aunque es importante que el tratamiento sea supervisado por un neurólogo para garantizar su efectividad y seguridad.

