
Apagar el móvil, comprar un teléfono básico o pagar por una escapada sin pantallas se ha convertido en una solución cada vez más popular frente a la saturación tecnológica. Sin embargo, una nueva investigación cuestiona la eficacia real de la llamada "desintoxicación digital" y alerta de que, lejos de resolver el problema, estas prácticas pueden reforzar la dependencia de un mercado que ya mueve miles de millones.
Un negocio global en plena expansión
La desconexión digital se ha transformado en una industria global valorada en unos 2.700 millones de dólares, con previsiones de duplicar su tamaño antes de 2033. El fenómeno recuerda al auge de los programas de deshabituación del tabaco en los años noventa, pero aplicado ahora al uso de smartphones, redes sociales y pantallas.
Fabricantes como Light Phone, Punkt, Wisephone o Nokia comercializan teléfonos minimalistas a precios elevados, mientras que aplicaciones de bloqueo de webs y redes —como Freedom, Forest, Offtime o RescueTime— han convertido la moderación digital en un negocio por suscripción. A esto se suman empresas de turismo de bienestar, como Unplugged, que ofrece estancias sin tecnología en cabañas repartidas por Reino Unido y España, promocionando la desconexión como una experiencia premium.
Lo que dice la investigación
La advertencia llega de un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Lancaster, que han analizado durante 12 meses la comunidad NoSurf de Reddit, centrada en personas que buscan reducir su uso de internet para mejorar su productividad. Además, el equipo llevó a cabo 21 entrevistas en profundidad con participantes de distintos países.
Los resultados, publicados en un artículo académico que ha sido republicado por el medio The Conversation, muestran que estas estrategias rara vez eliminan los "antojos digitales". En la práctica, funcionan como pausas temporales, tras las cuales muchos usuarios regresan a los mismos patrones de consumo tecnológico.
Externalizar la fuerza de voluntad
Uno de los hallazgos clave es que muchos participantes externalizan la autodisciplina. En lugar de modificar activamente sus hábitos, confían en aplicaciones bloqueadoras, cajas fuertes con temporizador o dispositivos minimalistas para evitar el uso excesivo del móvil.
Una participante, identificada como Joan para preservar su anonimato, explicaba que utiliza software de bloqueo no para fortalecer su autocontrol, sino para eliminar la necesidad de ejercerlo. Los investigadores relacionan esta conducta con el concepto de "interpasividad", definido por el filósofo Slavoj Žižek como la delegación de la autorregulación en productos de mercado.
Según el estudio, este enfoque genera una sensación de "actividad falsa": los usuarios creen que están afrontando el problema, pero sus hábitos subyacentes permanecen intactos. Cada recaída suele desembocar en la compra o prueba de una nueva herramienta, reforzando la dependencia del ecosistema comercial de la desintoxicación.
Pausas que no cambian nada
Los participantes describen efectos mixtos y de corta duración. Tras breves periodos de reducción del uso digital, muchos retomaban rápidamente niveles similares o incluso superiores de interacción con pantallas. El estudio encuadra estas prácticas dentro de lo que el sociólogo Hartmut Rosa denomina "oasis de desaceleración": paradas momentáneas diseñadas para recuperarse del exceso, no para cambiar el modelo de fondo.
Algunos entrevistados expresaron incluso nostalgia por tecnologías antiguas. Una participante, Sophia, afirmaba que volvería sin dudarlo a los teléfonos con teclado físico de hace más de una década si pudiera utilizarlos de forma permanente.
Alternativas comunitarias frente a soluciones individuales
Aunque la desintoxicación digital suele presentarse como una tendencia occidental, la región Asia-Pacífico es actualmente el mercado de mayor crecimiento. Al mismo tiempo, allí han surgido respuestas no comerciales que abordan el problema desde una perspectiva colectiva.
En la ciudad japonesa de Toyoake, las autoridades han publicado una guía municipal sobre el uso del smartphone, animando a las familias a fijar normas comunes, como dejar los dispositivos a partir de las nueve de la noche. En Vadgaon, al oeste de la India, unos 15.000 residentes participan en un apagado digital nocturno de 90 minutos que se ha convertido en un ritual comunitario.
Corea del Sur, uno de los países más conectados del mundo, aprobó en agosto de 2023 una ley que prohíbe el uso de smartphones en las aulas escolares a partir del próximo curso, una medida similar a la ya adoptada en otros países y que ha demostrado mejorar la concentración del alumnado.
Más allá del negocio de la desconexión
El autor del estudio, Quynh Hoang, profesor de Marketing y Consumo en la Universidad de Leicester, sostiene que la industria prospera porque las soluciones individuales son fáciles de vender, mientras que las estructurales resultan mucho más complejas de implantar. A su juicio, las empresas tecnológicas deberían asumir mayor responsabilidad sobre los sistemas que fomentan un uso intensivo por defecto, y los gobiernos avanzar hacia hábitos digitales más saludables.


