
El problema fundamental de España no es de polarización y enfrentamiento entre la ciudadanía sino de encanallamiento. Nadie sabe cómo abordar, o sea, cómo superar críticamente el esperpento del Ejecutivo de Sánchez, porque esperpento grave es su principal tarea: normalizar el delito para mantenerse en el poder. El propio Sánchez lo repite con insistencia: se aprobó la ley de amnistía para normalizar a los golpistas y delincuentes. Se diría que esta treta no es sino el supremo instinto del animal gubernamental para hacerse invisible, para que nadie le mande caza y lo mande descuartizar. Esta forma de camuflaje no consigue ser contrarrestada por la famosa Oposición. Sí, el Ejecutivo sobrevive de tumbo en tumbo y la Oposición es incapaz de ponerle fin a esta siniestra película; más bien, la Oposición es perseguida por el Ejecutivo. He ahí el primer signo de un régimen totalitario. Los medios de comunicación tratan de entender lo que está pasando con categorías más o menos racionales, pero, al final, o se someten a los dictados del poder de Sánchez, es decir, imitan a las técnicas de camuflaje del poder, o simulan que vivimos en una sociedad normal y corriente.
