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España y la democracia incompetente

No es la primera vez en la Historia de España que quienes toman de hecho las decisiones trascendentes, muestran una minuciosa incompetencia para discernir siquiera lo que sea a lo que llamamos bien común y convivencia.

No es la primera vez en la Historia de España que quienes toman de hecho las decisiones trascendentes, muestran una minuciosa incompetencia para discernir siquiera lo que sea a lo que llamamos bien común y convivencia.
Equilibrista en un momento de la representación de la obra documental 'Memoria en escena'. | EFE

El gran Tomás de Aquino, encaramado a los hombros de Aristóteles, sentenció: "Igual que la virtud se destruye por exceso y por defecto, así también alguien es incompetente por exceso y por defecto." Alguien o algo es incompetente para un quehacer cuando abordarlo dilapida su capacitación, superior a la requerida, para emprenderlo o cuando muestra menor aptitud o dignidad de la que se precisa para acometerlo. Cita, fíjense, para mostrar su argumento, a los infames, a los que niega la posibilidad de ejercer el oficio jurídico. Y no me refiero ahora a la condena de fiscal general alguno y/o de quien dependa y ya está.

No es la primera vez en la Historia de España que quienes toman de hecho las decisiones trascendentes, muestran una minuciosa incompetencia para discernir siquiera lo que sea a lo que llamamos bien común y convivencia. Fernando VII no podía entender tal concepto pero los liberales del Trienio y siguientes tampoco lo comprendieron a pesar de sus democráticos postulados teóricos y nos condujeron, uno y otros, a lamentables males comunes.

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