Menú
Amando de Miguel

Aproximación a las tres culturas

El principal punto de fricción es hoy el terrorismo islamista, una facción fanática y violenta del islam.

La idea fue estupenda y la ocasión, única. La periodista Amparo de la Gama consiguió reunir en el restaurante Santiago de Marbella a un imán, un rabino y un sacerdote para dialogar sobre las tres religiones del Libro, monoteístas y las más influyentes de la Historia. Por eso decimos "culturas". Me añadieron al cónclave ecuménico porque a la sazón presentaba mi novela Don Quijote en la España de la reina Letizia. En ella se toca la cuestión de la convivencia y los conflictos entre musulmanes y católicos. Marbella es la prefiguración de esa convivencia futura entre musulmanes, judíos y cristianos. La paradoja es que, aunque las tres religiones hablan de "paz", hoy se encuentran disociadas y en algunos casos hasta enemigas. Un testigo excepcional de la tenida fue Fray Josepho, y no me dejará mentir. Resumo algunos de los planteamientos que pude avanzar en tal memorable ocasión, con algunos incidentes dignos de mención.

El judaísmo es una religión étnica, que no pretende convertir a los gentiles, aunque los acepte. Siempre se ha encontrado perseguida y por eso busca protegerse con el aislamiento (el gueto, el Estado de Israel). Aconseja la endogamia. Ha destacado en los saberes abstractos: música, ciencia, comercio.

El islamismo es también una religión étnica, pero proselitista. Trata de convertir a los infieles. En su seno figura hoy la guerra santa o yihad, que alimenta el terrorismo, a veces también contra otras facciones de los fieles. Históricamente fue una cultura que transmitió el conocimiento oriental y grecorromano. En esa transmisión fue ejemplar la Escuela de Traductores de Toledo, hace mil años.

El cristianismo es decididamente proselitista. En su día recurrió para ello a la violencia (Cruzadas, Inquisición, guerras entre católicos y protestantes). Ha sido la religión más determinante de la cultura occidental, con el avance científico y el impulso descubridor, aunque también colonialista.

El principal punto de fricción es hoy el terrorismo islamista, una facción fanática y violenta del islam. Cierto es que los terroristas son muy pocos, pero todos ellos han sido educados en el islamismo. Sus atentados se suelen hacer al grito de "Alá es grande".

Para que las tres culturas puedan convivir definitivamente en armonía se necesitan algunas reformas.

  1. Ser más tolerantes con la exogamia (casarse con un miembro de la otra religión).
  2. Renunciar a la fuerza para convertir a los otros y dejar que los fieles propios se conviertan a otra religión si ellos quieren;
  3. Permitir el culto público y las ceremonias rituales de cada religión.
  4. Separar la religión del Estado todo lo que se pueda.
  5. Renunciar a los irredentismos, esto es, a reconquistar las tierras que un día fueron dominadas por una u otra cultura. Por ejemplo, el Estado de Israel o Al Ándalus (España). 5) Lograr la convivencia pacífica ente las distintas facciones: católicos, ortodoxos y protestantes; chiíes y suníes; judíos ortodoxos y secularizados.

Lo fundamental es que las reformas propuestas se realicen con un criterio de reciprocidad. Por ejemplo, si hay sinagogas en España, debe haber iglesias cristianas en Israel. Lo mismo respecto a las mezquitas en España y las iglesias cristianas en los países musulmanes. Estaría bien que hubiera algún acto islámico de oración y predicación en la catedral de Córdoba (antes mezquita y antes templo cristiano visigótico). Por lo mismo, sería plausible también alguna misa en la mezquita de Santa Sofía de Estambul. Precisamente, en ese lugar se diseñó el símbolo de la cruz para los cristianos.

Sobre lo anterior, cada uno de los participantes dio su opinión. Pero, como decía Ortega y Gasset, lo importante no es lo que se dice en una conferencia, sino lo que sucede en ella. En este caso, todo iba sobre ruedas hasta que ocurrió algo extraño. Estaba yo tomando notas de lo que decía el imán para poder intervenir después. En esto que se me acercó un jovencito (luego supe que era el hijo del imán), salido del público, y me susurró: "Haga usted el favor de escuchar lo que dice el imán". En mi vida me había sucedido nada igual. La solicitud no era vana. El imán pretextó que tenía que acudir a la oración de la mezquita y abandonó la sala con su hijo. Siguió un coloquio muy interesante con el público. Hubo intervenciones apasionadas. El rabino fue el que invocó más a Dios. El sacerdote puso un punto de equilibrio. Ojalá (no es casual la expresión) se puedan repetir mesas más o menos redondas como la de Marbella.

En Cultura

    0
    comentarios